Cuando lo único que queda es la artesanía

GUADALAJARA, JALISCO (06/FEB/2011).-  Félix Rivera y Juan Contreras no se conocen, y al final de esta historia tampoco lo harán, pero ambos tienen una sola idea en la cabeza: ser artesanos es todo lo que les queda. Por eso hay que promover, cuidar y trabajar la artesanía como un todo.

Los dos, Félix, con sus arrugas en la cara, sus lunares de vejez en las mejillas, sus canas en el mentón; y Juan, con la juventud embadurnada en unos pantalones de mezclilla azul, están en la plaza Cihualpilli, frente a la presidencia municipal de Tonalá. Entre ambos hay 50 años de diferencia y aunque Félix ha dicho que “digamos que tiene 70” y no los 72 que registra su credencial, él será el artesano premiado en la ceremonia de apertura de la Expo venta artesanal sabatina que se realizó el día de ayer.

Félix es un hombre de pocas palabras pero de buenas conclusiones. “Fíjate bien lo que te voy a decir: ahorita ya todo se tiene que comprar. Antes, cuando yo empecé en esto, tenía que hacer otras cosas, sembraba, me dedicaba al campo en las mañanas y en las tardes hacía estas cosas. 17, sí, 17 hectáreas teníamos ahí por el Periférico y ve nomás, ahorita pura casa es lo que dejaron. Ya nadie siembra, ahora todo se compra, todo se vende, pocos producimos”.

Félix es un artesano tonalteca que vende jarros hechos de barro en 15 pesos, pero que pueden ser revendidos hasta tres veces su precio. De su boca con dientes amarillos sale la presunción: “exportamos a Guanajuato, Michoacán, Tijuana; yo sé que ellos los venden en 40 o 50 pesos, pero eso no me importa, yo doy barato porque me interesa que se mueva… al final todos necesitamos algo de comer”.

Del otro lado de la plaza Juan Jaime Contreras está acomodándose una playera tipo polo de color rojo, mientras espera clientes. En ese cascaron de fierros blancos que le vendieron como puesto, ha colocado su artesanía: vende máscaras de los Tastuanes. “Son tan horribles que se vuelven una belleza”. Como en cualquier ciclo, tocar los extremos revive, y Julio lo sabe. “Lo que yo hago es no dejar morir mi historia. Mis padres no son de aquí, pero yo sí. Y escuchar la historia de los viejos perturba, decían que antes las danzas de los Tastuanes duraban tres días, ahora nomás la gente viene por el morbo de los latigazos. La tradición es más profunda que eso”.

Decíamos que ambos están en la inauguración de la Expo Venta Artesanal Sabatina, un proyecto impulsado por el gobierno municipal de Antonio Mateos, un presidente que ya subido en el estrado está obsesionado para que el mariachi huichol que ameniza el evento no deje de tocar. Antes de pasar a cortar el listón ha pedido a la audiencia, que ya se había puesto de pie, que se vuelva a sentar “vamos escuchando otra cancioncita ¿no?”. Seguro le gusta porque los tres integrantes del mariachi llevan su mismo apellido, sin que eso quiera decir que llevan la misma sangre.

El proyecto de la Expo-venta artesanal sabatina contempla a los 42 mejores artesanos del municipio, quienes podrán vender sus productos en un tianguis itinerante, es decir, de acuerdo a estrategias que irá formulando el propio Ayuntamiento en conjunto con la Casa de Artesanos, el proyecto quiere llegar a tener 130 artesanos para “rescatar la cultura de lo que debería ser el tradicional tianguis tonalteca, el cual se encuentra en estado deplorable y mal organizado”. Según el Ayuntamiento, “se pretende crear una exposición meramente artesanal, innovadora y sobre todo con una imagen única, tradicional y de calidad”.

Juan Contreras tiene una novia “que ella está ahorita trabajando con los indígenas… le gusta la poesía y ella fue la que me hizo esto”, dice mientras cuelga en su puesto una pieza que invita, en un boceto de mercadotecnia, a la reflexión: “Hay gran variedad de máscaras horribles en estos tiempos/ como las máscaras de guerra y las injusticias/ que son más horribles que el gusano y la verruga/ que pudiera encontrarse en la máscara del tastuan/ las máscaras de hipocresía y robo”.

“Las máscaras de los Tastuanes se convierten en arte por la originalidad de su fealdad y las de guerra y robo no se convertirán en nada, a menos de que llegue la verdad”, dice Juan. Tiene la esperanza de encontrar la verdad vendiendo máscaras tan feas, hechas una belleza.

Y mientras eso pasa, ambos –Félix y Juan– seguirán en Tonalá, con sus 50 años de diferencia y siendo parte de un nuevo tianguis que quiere rescatar lo único que les queda: la artesanía.