Domingo, 12 de Octubre 2025
Cultura | Javier Sierra afirma que en su novela 'El maestro del Prado' explora el origen del arte

El arte es un vehículo de comunicación con el más allá

Javier Sierra afirma que en su novela 'El maestro del Prado' trató de explorar el origen del arte

Por: EL INFORMADOR

Sierra escribe su obra con el objetivo de que el lector sienta que el arte le habla y le revela su historia. ESPECIAL /

Sierra escribe su obra con el objetivo de que el lector sienta que el arte le habla y le revela su historia. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (08/NOV/2013).-A Javier Sierra le interesa el arte trascendente, el que conecta con realidades invisibles. Y eso intentó plasmar en El maestro del Prado (Planeta, 2013), novela en la que se combina misterio, intriga y algunas historias poco conocidas de las obras maestras que resguarda el Museo del Prado, en España.

El escritor español resalta que en el libro, en el que exploró el origen del arte, concluyó que hace 40 mil años los seres humanos inventaron el arte con un propósito trascendente, no estético.

"El arte en las cavernas, en las cuevas prehistóricas en el norte de España y el sur de Francia se inventan como la primera forma de religión del ser humano. Digamos que ese valor del arte como vehículo de comunicación con el mundo invisible, con lo espiritual, con lo trascendente, llega hasta nuestros días a través de los grandes maestros del Renacimiento. Algunas de sus pinturas son como puertas al más allá, a los mundos invisibles. Y sus maestros fueron esforzados intelectuales que trataron de hacer visible lo invisible".

Comenta que la novela comienza con una anécdota personal que le ocurrió en 1990, cuando tenía 19 años y llegó a Madrid para estudiar una carrera universitaria. Sierra visitó el Museo del Prado y se encontró con un señor que se ofreció a guiarlo por el inmueble; le enseñó que las obras de arte, además de verse, tienen que leerse.

"Muchas de las grandes obras del Renacimiento que se guardan en el Prado contienen claves, símbolos ocultos. Quien los conoce bien puede leer mensajes que están en su interior. El impacto de aquel encuentro fortuito fue tal que yo tomé nota. Decidí aprovechar la fascinación que me produjo aquel encuentro para crear al más potente de mis personajes literarios, el maestro del Prado, un personaje evanescente que desaparece en el museo, que abre los ojos al verdadero arte a quien se tropieza con él".

El español argumenta que, en su acepción primigenia, el arte es un vehículo de comunicación con el más allá, "y esa acepción, como diría Picasso, entra en decadencia después de esas pinturas prehistóricas y se convierte en otro arte más vulgar, más materialista que el arte de los retratos, es un arte de un uso más cercano, menos trascendente, pero yo lo que he estado buscando con El maestro del Prado es precisamente la conexión con el arte trascendente, con el arte que sirve de vehículo con las realidades invisibles".

Señala que en la trama de la novela no hay un asesino, ni se realiza el robo de un cuadro y mucho menos aparece un falsificador. Decidió prescindir de todas las herramientas que utilizaría cualquier autor del género con el objetivo de que el lector sienta que el arte le habla y le revela su historia. Considera que el libro tiene muchos niveles de lectura y es apto para cualquier lector.

Entre los artistas que más le han impactado menciona a Jerónimo Bosco, quien pintó en 1500 su obra maestra, El jardín de las delicias, que termina en manos de Felipe II, que ignoraba por completo que la pieza era el manifiesto gráfico de una secta herética de la que formó parte el artista, y que fue perseguida por el Santo Oficio.

"Lo llamativo es que Felipe II pensaba que ese cuadro tenía algo singular, algo que lo convertía en una pieza de arte totalmente diferente a las del resto de su colección. Tanto es así que, en septiembre de 1598, Felipe II está agonizando en el monasterio del Escorial, a las afueras de Madrid, y pide que le lleven esa tabla al que será su lecho de muerte. Él muere contemplando El jardín de las delicias, en el convencimiento de que sus extrañas figuras iban a ser los guías de su alma en su viaje al más allá. Felipe II utilizó el arte casi como lo hicieron los chamanes en la prehistoria cuando entraban en las cuevas rupestres, lo utilizó como ventana para asomarse al mundo que viene, al mundo del más allá".

EL INFORMADOR / Gonzalo Jáuregui

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