Jueves, 16 de Octubre 2025
Cultura | Sofía Segovia cuenta una historia plaga de nostalgia en 'El murmullo de las abejas'

Un choque entre el olvido y el recuerdo

En 'El murmullo de las abejas', Sofía Segovia se sumerge en las anécdotas de su abuelo y desarrolla una historia plagada de nostalgia

Por: EL INFORMADOR

Segovia promociona su segunda novela, la cual ya ha sido bien recibida en México y EU, y en breve se lanzará en Argentina y España. EL INFORMADOR / A. Hinojosa

Segovia promociona su segunda novela, la cual ya ha sido bien recibida en México y EU, y en breve se lanzará en Argentina y España. EL INFORMADOR / A. Hinojosa

GUADALAJARA, JALISCO (23/MAY/2015).- Catalogada como el “descubrimiento del año” para la narrativa nacional, la segunda novela de la escritora regiomontana Sofía Segovia, “El murmullo de las abejas” (RHM/ Lumen, 2015), es una historia en la que se da cuenta de un México poco explorado pero, asimismo, se une la exploración emotiva de las sensaciones en el seno de una familia a la que toca vivir uno de los periodos más convulsos en la historia del país, en lo que significa —en palabras de la autora— una invitación para ir “al encuentro del recuerdo”.

De acuerdo con el relato, a principios del pasado siglo, en una comunidad del Noreste mexicano, una familia encuentra a un niño abandonado cubierto de abejas; con su llegada, otros eventos se suceden para que, en medio de un conflicto cuyos efectos son imposibles de predecir, los Morales enfrenten una serie de situaciones que les pondrán a prueba y marcarán su inserción en una era de transformaciones donde es preciso mantenerse unidos y sobrevivir.

Según Segovia, la historia tiene dos orígenes, “uno son las anécdotas que contaba el abuelo con nostalgia, por haber cortado las raíces que lo ataban a su tierra y tener que trasladarse de Linares a Monterrey; pero también una pregunta, ¿quiénes somos ahora y por qué hemos olvidado de dónde venimos?”

En estos términos, agrega, “lo que sucede es que no sé por qué en el Noreste podemos sentirnos alejados del contexto nacional, no lo hemos sentido propio nunca y hemos olvidado que la Revolución nos pasó encima como un tractor, que Monterrey no era una ciudad importante hasta hace bastante poco, que no había una zona citrícola y sí cañaverales; entonces, todos estos olvidos me motivan a recordar”.

Riesgo y memoria


La narradora regiomontana señala que la estructura de la novela estuvo clara desde un inicio, “porque lo que busco es que la historia brille. Es difícil explicarlo, pero de pronto los eventos cobran vida y toman su camino; yo sabía que tomaba un riesgo porque la novela podía contarse de modo sencillo pero no simple, pero se arriesga en sus narradores y su encuentro en el final, un choque entre en olvido y el recuerdo en el que se encuentran y funden. Podría decirse que es una novela de la memoria, en una región y un país donde olvidamos todo tan fácil”.

Parte del éxito que ya registra esta novela se confirma en el hecho de que ya se encuentra disponible en los Estados Unidos (a través del sello Vintage Español), pero también en Centroamérica y, para el próximo mes de julio, podrá leerse en Argentina y otros países del cono Sur, para llegar en otoño al difícil mercado ibérico.

Perfil
Una vida entre historias


Sofía Segovia nació en Monterrey. Estudió comunicación creyendo que sería periodista, pero ahí descubrió que contar historias era lo suyo. Ha escrito guiones de comedia y comedia musical —y colaborado en otros— para el teatro local amateur.

“El murmullo de las abejas” (2015) es su segunda novela; la primera fue “Noche de huracán” (Conarte, 2010). Actualmente, coordina e imparte talleres en la Fábrica Literaria de Felipe Montes, en su ciudad natal.

Las cosas en su lugar


Sofía Segovia se concibe como una narradora “sin prisas”, para quien la escritura representa un proceso en el que se puede encontrar uno mismo, como persona, “dar con una voz propia; además, en la época en que crecí, la ciudad no facilitaba explorar nuestro lado artístico si lo teníamos, era un lugar práctico y de progreso donde aún no se invertía mucho en el arte. En los pasados 20 años, se ha progresado muchísimo y las cosas toman su lugar”.

Por otra parte, considera, “tal vez yo fui escritora desde muy chica, pero no necesariamente opté por seguir el camino de convertirme en novelista directamente; no siento que haya sido tiempo perdido, creo el tiempo que me ha ido labrando y la persona que soy ahora es la que pudo escribir esta novela, con la sensibilidad que transmite”.

De esta forma, refiere la regiomontana, “así como no tengo prisas, no me gusta trabajar con esquemas y me doy muchísima libertad; claro, comienzo con una idea y sé a dónde quiero llegar, pero el trayecto entre esos dos puntos es una aventura y la disfruto muchísimo, ahí es donde me permito tangentes por donde sale la historia, sin perder de vista el destino final, a donde deseaba llegar”.

Detalla que este procedimiento la lleva a encontrar personajes y se refiere a Simonopio —el niño que encuentran abandonado, lleno de abejas— que acoge una familia en días previos a la Revolución, “lo mismo que a Espiricueta, arraigado en el rencor y la superstición, que se convertirá, poco a poco, en el gran antagonista de la historia”.

Despertar los sentidos


Para llevar a cabo esta empresa, Sofía Segovia advierte que era esencial “describir las emociones, las sensaciones y el pensamiento de las personas; esto, porque creo que la historia de nuestra Revolución es muy incompleta, más allá de quién mató a quién o en qué bando estaba quién, el relato no ha sido llenado con estas anécdotas, con el punto de vista de la gente que lo vivió”.

Lo anterior, explica, “porque lo que nos sirve es saber lo que se siente estar en una guerra, y eso quise rescatar aquí, los miedos y sus consecuencias, lo que puede mover a alguien a cometer un acto violento, y lo que vale la pena rescatar de la paz, hacer justicia a quienes sufrieron los embates del conflicto en carne propia, por eso es una invitación al lector para entrar en la piel de los personajes; por eso se invita también a despertar los sentidos, porque de eso está hecha la vida”.

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