Un ''thriller'' sobre la cotidianidad de Sudamérica gana el Premio Herralde

BARCELONA, ESPAÑA (09/NOV/2010).- Antonio Ungar (Bogotá, 1974) es el primer escritor colombiano que gana el Premio Herralde de Novela, el cual obtuvo por Tres ataúdes blancos, donde narra las vicisitudes de un ciudadano de a pie “absolutamente tímido”, que por un error se ve forzado a suplantar al líder de un partido político, destaca que su obra literaria refleja cómo la ciudadanía normal de países sudamericanos se relaciona con la política.

“La realidad es tan desbordante que no he tenido que inventar nada, he sacado eventos tomados del día a día; en Colombia o Perú ocurren algunas cosas que como material literario resultan excesivas”, afirma el joven escritor condecorado con el premio que concede la editorial Anagrama y que está dotado con 25 mil dólares.

Se trata de un thriller bizarro con trasfondo político en un imaginario país latinoamericano, donde a su protagonista le lleva a vivir una serie de aventuras inverosímiles para intentar acabar con el régimen totalitario de Miranda, un Estado que tiene un poco de cada uno de los países sudamericanos.

Ungar define Tres ataúdes blancos como una farsa con un gran componente de humor negro, entroncada en parte con otras “novelas de dictador”, como las de su compatriota Gabriel García Márquez, autor que siempre ha leído como si fuera un clásico, “un escritor muerto”.
El thriller absurdo viene acompañado por una historia de amor que sirve de hilo conductor, pero igualmente suavizada por el humor, en el que “todos quieren matar al protagonista, tanto sus compañeros como la oposición”, personaje al que define como un político de corbata y cuello blanco, elegido democráticamente, pero igualmente tirano.

Antonio Ungar, aficionado a la literatura estadounidense, señala el sentido del humor como uno de los elementos básicos presentes en la cultura de su país: “Tras una matanza, esa tarde ya hay un chiste, reírse de lo trágico es algo muy colombiano, hay algo que conecta la risa y la muerte”.

El escritor es colaborador de diversos medios escritos desde su residencia en la localidad de Jaffa, enclavada en Tel Aviv, donde prepara otra novela sobre una secta que se ubica entre Brasil y Alemania, y no descarta escribir sobre los territorios ocupados, “aunque es muy complicado hacerlo sin ser de allí”, reconoce el autor, que lamenta la censura implantada en Israel hoy en día.