Anima a Robles la transformación

GUADALAJARA, JALISCO (15/ENE/2012).- El cardenal José Francisco Robles Ortega, designado arzobispo de Guadalajara, es un profundo observador de la realidad que le espera. Subraya que conoce al cardenal Juan Sandoval (“fue mi maestro en el seminario”) y, a la hora de las analogías, sostiene que la Iglesia tapatía es “más grande y vasta en comparación con la de Monterrey, es rica, es muy dotada”, y da un avance del que será su principal objetivo: “Que toda esa riqueza de dones que la Iglesia de Guadalajara tiene, acumularlos y lanzarlos hacia una verdadera transformación”.

Actualmente, el obispo nacido hace 62 años en Mascota, Jalisco, trabaja a contrarreloj para concluir sus compromisos en una de las principales diócesis del país, la de Monterrey, de la que es titular desde 2003. “Mi preocupación es concluir el trabajo que está pendiente aquí. Cuando me vaya a Guadalajara no hay opción de regresar después a ver cómo va esto o aquello; se nombrará a un responsable de la Arquidiócesis mientras el Papa (Benedicto XVI) determina quién será el nuevo arzobispo y yo ya no puedo ver por lo que se hizo o se dejó. Así son las cosas; así deben ser”.

Robles, a pocos días de regresar a su natal Jalisco, admite: “La verdad es que la noticia (de la designación, que se hizo pública el 7 de diciembre) me tomó por sorpresa. Creía casi que era inamovible, que éste (Monterrey) era mi destino final”, y coincide con la observación de que es, cuando menos extraño, que un cardenal y arzobispo sea enviado por el Sumo Pontífice a otra iglesia local, en este caso Guadalajara.

El 7 de febrero Robles Ortega será el personaje principal de una ceremonia eucarística que tendrá lugar en el Estadio Tres de Marzo, ocasión en que será consagrado como nuevo arzobispo de Guadalajara, en sustitución del también cardenal Juan Sandoval Íñiguez.

Robles Ortega, pese a su relativa juventud como miembro del selecto grupo de cardenales de la Iglesia Católica, tiene una trayectoria llena de experiencia. Forma parte, desde 2007, del trío de cardenales mexicanos, junto con Norberto Rivera Carrera (arzobispado de México) y Juan Sandoval Íñiguez (arzobispo de Guadalajara).

El sucesor de Sandoval Íñiguez cursó estudios antes de ser sacerdote en los seminarios de Autlán, Guadalajara y Zamora. Como presbítero cumplió su tarea en Autlán, Jalisco, donde también fue rector del seminario local, antes de que el Papa Juan Pablo II lo designara obispo de Toluca, donde fue auxiliar y titular de la diócesis de 1991 a 2003, cuando pasó a la Arquidiócesis de Monterrey.