Artesanías y piratería conviven en tianguis de Tonalá

TONALÁ, JALISCO (08/NOV/2012).- A las 7:15 horas ya hay flujo de personas que pasean por el tianguis artesanal de Tonalá. Los murmullos compiten con el sonido de fierros y lonas de los puestos que se están instalando. Un cargador con mercancía se atraviesa y el paso de los visitantes se detiene entre el negocio de Nicolasa Morales y un puesto de películas piratas.

En el momento de los reniegos de los visitantes por la pausa forzada a su camino por lo apretujado del espacio, Nicolasa cuelga las últimas bolsas que le quedan por acomodar. Ella hace con palma los artículos que vende y tiene como vecino del tianguis a uno de los seis puestos de discos compactos no originales que a las 7:30 horas ya están establecidos sobre la Avenida Tonaltecas, en el tramo de la calle Angulo a la Avenida Tonalá.

Todavía está oscuro cuando llega Nicolasa a montar su puesto, desde esas horas, las 5:30 de la mañana, comienzan a llegar los visitantes. Ella se instala cada jueves y domingo desde hace 25 años, pero los ingresos ya no son como en sus inicios en el tianguis, pues comenzaron a bajar a partir del año 2000, relata.

''Ya no hay venta como antes y yo no sé por qué. Ahora está bien malo. Vendo a veces 500 o 200 pesos y a veces ni siquiera me persigno. Antes vendía como mil pesos, bajó mucho".

Cerca de la época en que Nicolasa sintió reducciones a sus ventas, en el tianguis de Tonalá se comenzaron a desplazar las piezas artesanales por otro tipo de productos, incluso extranjeros, debido, principalmente, a la necesidad económica, relata José Luis Cortéz, director del grupo de creadores tonaltecas Herencia Milenaria.

"Esto se ha dado paulatinamente porque si hablamos de 15 años atrás, era realmente un tianguis artesanal, conforme fue creciendo Tonalá, fue llegando más gente (...) y el tianguis fue creciendo a su vez. (...) Muchos cambiaron de hacer piezas completamente artísticas por la demanda de tanto producto. Tuvieron que hacer cosas muy baratas y fácil de hacer y hechas en serie", recuerda José Luis Cortéz.

El cargador termina de acomodar la mercancía y desocupa el paso. Los visitantes siguen su camino cruzando puestos de comida, ropa, artículos de piel y figuras de barro.

Nicolasa se pierde a la vista, se queda a la espera de que caiga la primera venta para estrenar su jornada persignándose.

EL INFORMADOR / ALEJANDRA PEDROZA