GUADALAJARA, JALISCO (02/NOV/2016).- Los refrigeradores del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) resguardan decenas de cuerpos, algunos con nombre y otros en espera de ser identificados. Sus ojos, inertes, cuentan historias y sus órganos dicen la verdad. La muerte no miente.La doctora Olga Lilia Bermúdez Lomelí se sienta detrás de su escritorio como lo ha hecho durante los 24 años que lleva en el Instituto, primero en Belén y ahora en Lázaro Cárdenas. Sobre la mesa hay varios documentos con la silueta de un cuerpo que describe las heridas.“Una vez tuvimos un caso que no se me ha olvidado nunca y que me llegó mucho”, dice. “Cuando todavía estábamos en Belén, había un señor de 90 años en la sala de espera del IJCF llorando. Era un llanto desgarrador”.Cuenta que el señor todavía en shock pensaba que estaba en un hospital: “Me abrazó y me dijo ‘sálvela por favor, es lo único que tengo’, se me hizo un nudo en la garganta porque yo venía precisamente de hacerle una necropsia a su esposa. Le pedí a trabajo social que le explicara qué acababámos de hacer y dónde estaba porque realmente yo no pude”.“Me senté a su lado y me platicó que su mujer acababa de ser dada de alta en el Hospital Civil tras estar internada un año por cáncer cérvico uterino ya desahuciada. Estaban a punto de tomar un taxi cuando su esposa decidió ir al Santuario para agradecer por su salud. Iban cruzando Alcalde cuando un camión la atropelló”.La experiencia laboral de la doctora está llena de historias desgarradoras: autopsias a bebés, a niños y a vecinos. Aunque también a famosos, de los que no da nombre y prefiere omitir detalles por ética profesional.La doctora fue de las primeras mujeres en entrar al Instituto. Estudió medicina pero su pasión por las leyes y la investigación la llevó a especializarse en medicina forense.“Muchos piensan que debo tener un carácter muy frío, pero soy tan humana como todos”.Dice que cuando ingresó le ponían obstáculos y siempre le tocaban las guardias más difíciles. Pero a base de esfuerzo probó que se merecía su puesto y puso el ejemplo para que más mujeres entraran a la medicina forense.“El cadáver se trata con respeto, se ve como a un ser humano aunque ya esté sin vida. Hacemos nuestro trabajo científico con todo el respeto que se merece”. La doctora concluye: “Mi trabajo es apasionante, no es bonito pero es muy interesante desde el punto de vista científico. Con nuestro trabajo y conocimiento ayudamos a la justicia para que esta se aplique adecuadamente”.