Jalisco | Mar adentro COMUNICA El reflejo de lo que fuimos Somos un reflejo de lo que fuimos, pero al mismo tiempo, somos una proyección de lo que seremos Por: EL INFORMADOR 4 de septiembre de 2010 - 04:07 hs El Templo de Kukulcán en la zona arqueológica de Chichén Itzá. ESPECIAL / Somos un reflejo de lo que fuimos, pero al mismo tiempo, somos una proyección de lo que seremos. Los seres humanos nos mantenemos en un constante vaivén entre el pasado, el presente y el futuro. Al ser capaces de tejer nuestra realidad a partir de estos tres frágiles hilos, nuestra existencia toma una dimensión que trasciende los tiempos, a través de la cual somos capaces de revivir y dar vida como mágicos autores intemporales. La historia de la humanidad nos habla de cambios y transformaciones. Sin embargo, aunque la sociedad actual parezca un sujeto ajeno a las civilizaciones que habitaron el planeta hace miles de años, es el legado de estos pueblos lo que define en gran medida lo que somos ahora. El territorio mexicano ha sido testigo silencioso de la grandeza de civilizaciones cuyos conocimientos aún son admirados en la modernidad. Mientras ahora vemos edificios, pavimentos y ciudades agitadas, hace miles de años los pueblos que habitaron este suelo veían pirámides que rendían culto al Sol y a la Luna, chinampas como jardines flotantes y ciudades armónicamente desarrolladas como Tenochtitlan y Monte Albán. La riqueza cultural mexicana se mantiene como una característica distintiva de nuestro país a nivel internacional. De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, existen 25 mil zonas arqueológicas registradas en México, sin embargo, se calcula que son cerca de 200 mil las que aún permanecen sin ser estudiadas a profundidad. Asimismo, México es el quinto país a nivel mundial, y el primero de América, en contar con el mayor número de reconocimientos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, entre los cuales destacan Palenque y Chichén Itzá. La presencia de estos sitios implica mucho más que un atractivo turístico y de investigación. A pesar de que la brecha temporal entre las civilizaciones prehispánicas y la sociedad actual es de miles de años, la cultura de estos pueblos indígenas se encuentra aún fuertemente permeada en la cultura contemporánea del mexicano. Aún con el paso del tiempo, elementos con orígenes prehispánicos como el maíz, las flores de cempasúchil, los tianguis y los danzantes continúan consolidándonos como nación. Es decir, las raíces ancestrales mexicanas fungen como patrones definitorios de los hábitos, concepciones y conductas que nos rigen siglos después. Al entender los misterios de tiempos extintos, nos hacemos conscientes de nuestra propia realidad; es así como somos capaces de escribir en el porvenir una historia a partir del reflejo de lo que fuimos. Gilda Colín Bracamontes Dra. Gabriela Uruñuela Ladrón de GuevaraGanadora del Premio Nacional Alfonso Caso INAH – CONACULTA 1998 - ¿Qué la inspiró a ser arqueóloga? – Identificar un factor único sería simplista: quizá una formación escolar que privilegiaba pensar sobre memorizar y que inculcaba principios sólidos de conciencia social; quizá la curiosidad que despierta un país que a cada paso nos pone enfrente vestigios impresionantes de civilizaciones desaparecidas; quizá porque me atraen los retos e intentar entender la diversidad humana es un reto enorme (algunos la estudian en grupos vivos); tal vez la afición de mi padre por la Historia me influyó para estudiarla en poblaciones pretéritas. El interés por desentrañar las incógnitas del pasado es natural en los seres racionales porque nos ayuda a explicar nuestra propia existencia; los arqueólogos tenemos el privilegio de hacer de esa búsqueda nuestro modo de vida. – ¿Cuál fue el proyecto que la llevó a ganar el Premio Nacional de Arqueología? – Lo que gané, en 1998, fue el premio nacional Alfonso Caso que otorgan el INAH y CONACULTA a la mejor tesis doctoral en Arqueología. Fue un estudio bioarqueológico de 114 entierros excavados por otros colegas en Atoyac, Jalisco. Es una de las mayores series esqueléticas recuperadas en el Occidente de México y algunas ofrendas eran de filiación tarasca. Mi investigación fue ver si el análisis óseo permitía identificar la presencia física de tarascos en el área. – ¿Cuál ha sido la investigación arqueológica, realizada por su equipo, que más impacto le ha causado y por qué? – La investigación que más me interesa es siempre la que estoy realizando en ese momento. Eso es lo extraordinario de la Arqueología, que nunca deja de sorprendernos pues cada descubrimiento es único. En las últimas décadas me he enfocado sobre Arqueología de desastres excavando una aldea cubierta por una erupción, y sobre los vínculos entre el surgimiento del urbanismo y la arquitectura monumental. Ambos temas abarcan múltiples aspectos: la Arqueología doméstica (de las casas comunes); los patrones funerarios y las dinámicas sociales que reflejan; los rituales familiares y públicos; las redes de intercambio; el impacto de los desastres naturales sobre las poblaciones humanas; la materialización de la ideología política en las construcciones monumentales, en fin, el abanico es muy extenso. Pero tan interesantes son esos proyectos de largo plazo, como las exploraciones cortas y quizá imprevistas; cada caso es una ventanita al pasado con un ángulo de observación individual e irrepetible. – ¿Cómo es el día cotidiano de un arqueólogo? – No lo hay, lo agradable de la Arqueología es que no es rutinaria. Obtenemos los datos en campo, los analizamos en laboratorio, y los interpretamos apoyados en consulta bibliográfica y en procesos lógicos para probar nuestras hipótesis; además, hay que difundir los resultados. Muchos combinamos investigación con docencia y hasta con administración, pues todo proyecto implica una parte administrativa. Esta semana corregí un artículo aceptado para publicación e inicié otro para el catálogo de una exhibición; clasifiqué materiales; hice las estadísticas del programa infantil de verano del museo que dirijo; impartí una clase; preparé un resumen para un congreso; inventarié una colección ósea en una cripta del Siglo XVI; leí las propuestas sometidas a una revista internacional que coedito e hice trámites de mi investigación que tiene apoyo del CONACYT. Excepto la clase, la semana próxima será distinta. La variedad es mucha, la clave es organizarla para que sea un estímulo y no un generador de estrés. – ¿Considera usted que México necesita más arqueólogos jóvenes? – Definitivamente. Nuestro país tiene una inmensa riqueza arqueológica, se requiere que mentes jóvenes y creativas la investiguen y difundan, aprovechando los fenomenales avances tecnológicos que ahora proporcionan más certeza a nuestras interpretaciones. – ¿La historia que comúnmente aprendemos está apegada a la realidad de cómo se desarrollaron los pueblos prehispánicos? – Hasta cierto punto. Las historias oficiales suelen manipularse para reforzar las identidades nacionales, mitificando el pasado y seleccionando los personajes o eventos que mejor convienen y más se ajustan a los valores o intereses de la sociedad que divulga esa historia. Afortunadamente, hoy la amplitud de recursos de información hace accesibles al público muchos otros datos que proporcionan una visión más objetiva. – Si fuera posible transportar personajes en el tiempo, ¿qué cree usted que pensaría el líder de una comunidad prehispánica, de la realidad que hemos desarrollado de México en la actualidad? – Depende de cuál líder, de qué cultura, y de qué momento. Lo que a cualquiera de ellos le sorprendería es cómo visualizamos erróneamente a los grupos prehispánicos como una entidad homogénea, siendo que hubo múltiples etnias y culturas que además no eran estáticas, sino que participaban del proceso constante de transformación que caracteriza a las comunidades humanas. – ¿Qué rescata usted de las culturas prehispánicas que nos podría servir como legado actualmente? – El legado está con nosotros, pues somos producto parcial de esas culturas, no necesariamente en términos biológicos, pero sí conductuales. México está fuertemente permeado de costumbres ancestrales indígenas, desde tradiciones culinarias hasta patrones lingüísticos. Un ejemplo simple es el exceso de diminutivos que empleamos: decimos “una viejita”, no “una vieja”; no “ahora vengo”, sino “ahorita” o “ahorititita vengo”. Eso es herencia del náhuatl, donde los diminutivos indican respeto y repetir una sílaba implica mayor fuerza. – ¿Qué es más peligroso: la ignorancia o la indiferencia? – A veces van de la mano: es común ser indiferente ante lo que no se conoce, pues no se le entiende y, por ende, no se le aprecia. Pero la indiferencia ante lo conocido es mucho más grave que la ignorancia. La ignorancia se remedia con conocimiento, pero la indiferencia se remedia con conciencia, y es más fácil adquirir el primero que la segunda. – ¿Qué mensaje puede dar a los jóvenes de Mar Adentro? – Respecto al pasado, que lo valoren; los antiguos fracasos y logros de la humanidad brindan valiosos parámetros para entender el presente y planear el porvenir. Y referente al futuro, que se aseguren de que la profesión que elijan no sea sólo un modo de ganarse la vida, sino una manera de vivir haciendo que cada día sea más interesante que el anterior. La arqueología es el único campo donde el pasado aún tiene futuro. James Harold Wilson 10 notas positivas 1.- Ayto. de Guadalajara y Secretaría de Salud Jalisco firman convenio para instalar COMUSIDA. 2.- Comienza activación física en escuelas de Guadalajara. 3.- Secretaría de Vialidad y Transporte premia a agentes viales honestos. 4.- Se restablece comunicación entre Jalisco y Nayarit tras caída de puente en Pto. Vallarta. 5.- Expertos de NASA apoyarán en rescate de mineros chilenos. 6.- Obama declara fin a la guerra en Iraq. 7.- Rescatan 19 delfines de una especie única en Bolivia. 8.- México y Suiza realizan taller sobre manejo sustentable de bosques. 9.- Argentino abandonado al nacer halla a sus padres por Facebook. 10.- Científicos de Suecia y Canadá crean córnea que podría ayudar a recuperar la vista. Guachimontones, zona arqueológica en Teuchitlán Según el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), el sitio arqueológico conocido como “Los Guachimontones”, descubierto en 1970 dentro de la zona arqueológica de Teuchitlán, se considera como uno de los más importantes del Occidente de nuestro país. Ubicado en Teuchitlán, Jalisco –aproximadamente a una hora y media al Sureste de Guadalajara– este antiguo asentamiento prehispánico destaca por su peculiar estilo arquitectónico. Sus pirámides se describen como cónicas escalonadas y rodeadas de patios circulares, es decir, lejos de las clásicas estructuras piramidales, estas se comprenden como pirámides circulares. Este complejo, se dice, fue construido por integrantes de tribus nahuatlacas, específicamente por un grupo hoy denominado Tradición Teuchitlán. Se estima que alcanzó su apogeo entre los años 200 a 400 d.C., calculándose su desaparición para el año 900 de nuestra era. En su época de mayor esplendor, siendo una de las zonas de mayor influencia de su tiempo, cerca de 40 mil personas habitaban las 24 mil hectáreas que abarcaba su territorio. Al día de hoy, se intenta salvaguardar las restantes 19 hectáreas registradas ante el INAH. Según el Dr. Phil C. Weigand, director del proyecto de investigación y reconstrucción de dicho sitio arqueológico, la palabra “guachimontón” proviene del náhuatl y significa lugar cerrado, haciendo alusión a los círculos concéntricos de la zona. Los vestigios de este pueblo son un testimonio más de la riqueza cultural de nuestra nación. Temas Mar Adentro Lee También EU ataca otra presunta narcolancha frente a Venezuela Amorasana: La probadita de un gran comienzo EU "eliminó" tres embarcaciones de Venezuela en total: Trump EU atacó un barco con drogas procedente de Venezuela: Trump Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones