'Nunca van a poder con nosotros': comerciantes informales

GUADALAJARA, JALISCO (26/ABR/2015).- “Iraaa... ¡Fi-fi-fiuuuu!”, silbó un diablero para advertir de la presencia del convoy de inspectores que ingresó por avenida Mandarina la madrugada de ayer hacia el mercado de Abastos. El contingente, acompañado de elementos de la Policía de Guadalajara, acudía en la búsqueda de los comerciantes informales que ofertan sus productos en las calles de dicho centro de comercio.

“Pirata” es el mote que generalmente se le da por esos lares a quien oferta productos que no son genuinos, como discos o ropa, por lo que difícilmente se puede decir que existen malas copias de jitomates, por ejemplo. Sin embargo, en una de sus acepciones es sinónimo de clandestino, aquello que se realiza oculto para eludir la ley.

Así es como los locatarios del mercado llaman a los informales. “Comercio pirata, no establecidos, comercio desleal. (...) Venden en la vía pública en su mayoría legumbres, cilantro, elotes, rábanos (sic), en sus propios vehículos”, definió Alejandro Elizondo Ramírez, representante de la Unión de Comerciantes del Mercado de Abastos. Esa manera de operar les permite dar un poco más barato.

Más de una veintena de empleados ingresó hacia las tres de la mañana en seis camionetas por distintos frentes a la zona comercial de Abastos. Un par lo hizo por avenida Mandarina: “¡Papá, llegaron refuerzos!”, exclamó ufano uno de los inspectores que ya cargaba a la caja del vehículo una pila de coliflor exhibida sobre el arroyo de la calle: “No pueden estar en la vía pública”, explicó el funcionario.

Tras llenar la camioneta, comenzaron a hacer lo mismo en otra, mientras a unos 20 metros un grupo de personas cargaba a toda prisa su mercancía en exhibición para escapar: “Siempre se chin... a este”, contó un cargador de una bodega cercana. “Y ese que está allá siempre la libra”, señalaba el error de logística del primer informal, a quien conocía como el “Viruta”.

“¡Hambriados!”, gritaron cargadores al paso de los vehículos.

Los funcionarios se acompañaban del administrador del mercado, Carlos Rivas, quien los ayudaba a identificar a los locatarios y a los formales de los informales. Astuto, Carlos Rivas no se inmutaba ante los reclamos y ruegos de las personas a las que les retiraban sus productos.

A los pocos minutos, los refuerzos acudieron al llamado de otra camioneta municipal que ya casi se llenaba con el decomiso de cebollas y rábanos que descargaban de un vehículo en la Calle 10 y Avenida del Mercado. Saúl Nieves, el propietario, veía con rabia cómo incautaban su mercancía. Una y otra vez repetía a los inspectores que él no vendía al público, sino que esperaba a que abriera la bodega de junto para entregar. Los ruegos fueron en vano, pues al parecer sí ofertaba al público, aseguró Rivas.

Nieves prefirió permanecer a la distancia con ojos llorosos mientras terminaban. Después le quisieron dar el folio que avalaba la mercancía decomisada, la cual le devolverían si la reclamaba tras pagar la multa de dos mil 400 pesos por vender en la vía pública, pero lo rechazó: “No, ¿qué me gano?”. Esa mañana regresará a su hogar sin dinero ni producto, que valuó en unos 10 mil pesos.

“El único movimiento que puede haber es que las camionetas estén afuera de las bodegas y llevar la mercancía directo a las bodegas”, eso sí se puede, aclaró Alejandro Elizondo para enfatizar la tolerancia cero para quienes venden al menudeo sin poseer o rentar un espacio.

Las seis camionetas de Inspección se llenaban: pepinos, uvas, papas, limones, pimientos y un montón más de rábanos oculto entre dos camionetas que un par de escuincles custodiaban. El administrador se aproximó a un comerciante más que reconoció, pero éste ya había pactado la entrega a una bodega: “Hoy no te tocó”, le dijo antes de dejarlo.  Poco después de las cinco de la mañana, ya sin cupo, trasladaron lo incautado a la bodega de Ghilardi y Miraflores, lo cual devolverían una vez saldada la multa. Pero casi nunca la reclaman, advirtieron. Esa mercancía se dona a la beneficencia. Son cinco, seis toneladas que ahora la gente va a comprar a los locatarios en lugar de a los informales, señaló Rivas.

A Adán Zúñiga Pérez, el “Viruta”, le decomisaron como tres mil pesos de coliflor y ya no va a ir por ella. Casi cada semana le retiran la misma cantidad los inspectores pero su necesidad es más y los continuos golpes no lo persuaden para dejar de ir:

“Es menos que pagar una renta, son 700, 800 pesos diarios, por eso no duele tanto que te quiten una vez a la semana la mercancía. Ellos creen que nos van a quitar pero nunca nos van a quitar, somos como 300, 400; nunca van a poder con nosotros, con la piratería nunca van a poder”.

Sergio Blanco

Operativos constantes

El Ayuntamiento de Guadalajara realiza operativos contra el comercio informal en los alrededores del Mercado de Abastos desde hace poco más de un mes. La suma de la mercancía retirada de las calles alcanzaba, hasta el 18 de abril pasado, cerca de 24.5 toneladas de frutas y verduras.

Al ser productos perecederos, los productos decomisados se donan a instancias como el Sistema DIF y casas de asistencia social.

Los operativos son realizados de manera sorpresiva y de madrugada por el área de Inspección a Mercados, que mantiene personal de Espacios Abiertos y Reglamentos.

De acuerdo con la dependencia, desde que se iniciaron los operativos se ha registrado una reducción de 90% del ambulantaje en el Mercado de Abastos.

El jefe de Inspección de Mercados y Espacios Abiertos de Guadalajara, Francisco Javier Rubio Sánchez, informó que los operativos serán constantes, sobre todo en las calles Mercado, Mandarina, 8 y 9.

Al respecto, el funcionario municipal dijo hace unos días que se dan casos en que los propios locatarios sacan mercancía para venderla en la madrugada. En otros casos, se tiene la presencia de personas que vienen de algunos pueblos a vender su mercancía en los alrededores.