Lunes, 03 de Noviembre 2025
México | AYER DECÍAMOS... POR CARLOS ENRIGUE

‘‘El gallo 1’’

No cabe duda que hay un lugar para cada cosa y cada cosa tiene su lugar

Por: EL INFORMADOR

Carlos Enrigue.  /

Carlos Enrigue. /

No cabe duda que hay un lugar para cada cosa y cada cosa tiene su lugar; que cuando algo se sale de contexto se presta a los absurdos más grandes, tal es el caso de un vecino del suscrito que tuvo la mala idea de llevar un gallo a su casa, cosa que no tendría nada que ver si la casa de mi vecino se encontrara en una zona rural, pero tener un gallo en la calle Mar Rojo, a media ciudad, es cuando menos una situación bastante heterodoxa.

Mi primer pensamiento a las 5:30 de la mañana, hora en que empieza a cantar el animal (me refiero al gallo), fue que tengo un vecino narco; y esto es porque a dicho género de personas les gusta tener en su casa especies de animales exóticas, y tan exótico resulta tener en un fraccionamiento un gallo, como tener un tigre blanco de Tazmania; pero en fin, los narcos son así, y es que ellos desconocen que podrían tener como mascota un perro o un gato; o un canario, si le gustan las aves, o tal vez el individuo crea que por mucho cantar el gallo pronto pondrá un huevo.

Al filo de las 6:15 de la mañana y sin haber podido conciliar el sueño, pensé corresponder la serenata poniendo a todo volumen un concierto de gaitas escocesas, mas si este animal (me refiero al dueño del gallo) es tan campirano que puede que ya se haya levantado a esa hora, por lo que decidí posponer el concierto para las 11:00 de la noche; y pensé en además de las gaitas, ponerle una selección de guitarra eléctrica de Jimmy Hendrix, U2 o de Metállica.

Como a las 6:45 el animal (ahora sí el gallo) seguía cantando, pensé en remitir mi queja a derechos humanos, para ver si era posible terminar la tortura del canto, aunque debo reconocer que pensé en venganzas más exquisitas, condenando al propietario a escuchar los discursos políticos de la semana. Pensé en la Semades, que son expertos en actuar cuando no les toca, ya que arbitrarios sí son.

Desde luego que pensé en asesinar al gallináceo, pero tuve miedo de las acciones de los ecologistas, aunque evidentemente sería defensa propia dado de que si un animal (el dueño) le planta a usted un gallo al otro lado de su casa en plena urbanización, ellos también sin duda lo matarían.

Por otra parte, he pensado que la cosa puede ser peor, pues si mi vecino extraña su rancho, pues no tardará en llevar más animales a que lo acompañen y aquello se puede convertir en un zoológico de especies menores, y algunas mayores, para que los niños conozcan el mundo animal.

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