¿Y el ejemplo...?

El destino —“¡La Providencia...!”, se apresuraría a corregir un creyente— regaló al señor Arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, una dorada oportunidad de predicar con el ejemplo. Varias veces, en los oficios correspondientes a la Navidad y el Año Nuevo, proclamó, seguramente, la hermosa plegaria de “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Alguna vez habrá cavilado sobre el mandato bíblico, ratificado en el Evangelio, que conmina al cristiano —por definición, “seguidor de Cristo”— a amar, principalmente, al enemigo (“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”). No en vano Jesús enseñó a sus discípulos a pedir que Dios perdone nuestras ofensas “así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.

—II—
Sin embargo, por respetabilísimas aunque incomprensibles razones, Su Eminencia dejó pasar la oportunidad. Al final de la misa de Año Nuevo, el prelado expulsó —“Hazte de aquí (...). No te quiero ver nunca, nunca, delante de mí”— a un reportero (José Luis Jiménez Castro), participante en la entrevista colectiva concedida por Su Ilustrísima. El motivo: el 28 de marzo anterior, en circunstancias similares, cuando estaba en boga el tema de la “macrolimosna” para el Santuario de los Mártires —que por disposición del señor Arzobispo sería reintegrada, con todo e intereses, al Gobierno del Estado—, el mismo reportero consignó que el Príncipe de la Iglesia, diciéndose ofendido (“¿Vienes a mi casa a ofenderme?”), lo empujó del brazo. Jamás dijo --como alguien (difícilmente ninguno de sus voceros, los presbíteros Adalberto González y Antonio Gutiérrez Montaño) hizo creer al dignatario eclesiástico-- haber sido “golpeado” o “agredido”.

—III—
Es probable que Su Eminencia recuerde de nuevo el episodio la próxima vez que proclame el evangelio de la Oveja Perdida: “¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras 99 en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla”... O la del Buen Samaritano, con que Jesús, en tiempos en que los samaritanos eran vistos como apóstatas, pretendía mostrar que los no creyentes pueden comportarse mejor no sólo que los creyentes, sino incluso que sacerdotes como el que vio al hombre herido en el camino... y “siguió de largo”.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.