Suplementos | Quien sabe agradecer, tiene en su mano una llave para abrir muchas puertas Demostrar con obras el difícil sentimiento de la gratitud Quien sabe agradecer, tiene en su mano una llave para abrir muchas puertas en venideros días Por: EL INFORMADOR 12 de octubre de 2013 - 23:06 hs / GUADALAJARA, JALISCO (13/OCT/2013).- En este vigésimo octavo domingo ordinario del año, el evangelista San Lucas presenta un milagro del que se desprenden dos consideraciones: la primera, la bondad, la compasión de Cristo al ver la desgracia de 10 hombres cubiertos de lepra, relegados, arrojados del trato con propios y extraños y sufriendo una doble desgracia: la de sus sufrimientos corporales y la pena interior de su segregación porque la ley así lo mandaba. Cristo, con poder divino, con un solo mandato los curó: “Vayan —les dijo— y muéstrense a los sacerdotes”. Cuando iban por el camino, vieron con grande alegría que sus cuerpos estaban limpios y frescos. Había desaparecido su horrendo mal, ese peso enorme de su pasado. La segunda es una de las muchas muestras cotidianas de la actitud de los humanos en sus relaciones con Dios y también con sus semejantes. Pinta allí a los pocos capaces de demostrar su agradecimiento, y a los muchos olvidadizos o duros de entendimiento, incapaces de reconocer el favor, el regalo, el sacrificio soportado por ellos. Diez fueron los curados de la horrible y temida lepra; uno solo —y extranjero, originario de Samaria— el sensible corazón, que acudió a postrarse a los pies de Cristo mientras lanzaba gritos de alegría y agradecimiento. Muchos son los que saben pedir; pocos han aprendido a agradecer, tal vez con palabras; mas la mejor manera es demostrar con obras el difícil sentimiento de la gratitud. El cristiano bien instruido en su fe da en su oración —ese trato personal con Dios— cuatro maneras de comunicación: Adoración: humilde reconocimiento de la infinita majestad de Dios; Alabanza: las criaturas cantan las grandezas del creador y de sus obras; Petición: siempre pidiendo alivio de carencias y penas; y por último la Oración de acción de gracias, menos frecuente, porque después de lograr lo pedido o apetecido, viene el fácil olvido. Esta parábola es una enseñanza más: saber reconocer el bien recibido. Quien sabe agradecer, tiene en su mano una llave para abrir muchas puertas en venideros días. José R. Ramírez M LA PALABRA DE DIOS • PRIMERA LECTURA Segundo libro de los Reyes 5, 14-17 “Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel”. • SEGUNDA LECTURA: Segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo 2, 8-13 “Si morimos con Cristo, viviremos con Él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con Él”. • EVANGELIO: San Lucas 17, 11-19 “¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios? Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Gratuidad Naamán el sirio sostenía que solamente en la tierra santa de Israel era posible adorar y dar gracias a Dios. Nosotros sabemos que la oración es posible en cualquier parte del mundo, en cualquier lugar. La comunión con Dios pasa a través de la fe, nada más. Y el material para la celebración lo facilita él mismo: sus maravillas, los prodigios de su amor. Cristiano no es el que pide gracias, o recibe gracias. Es el que da culto cristiano, significa literalmente “acción de gracias”. El hombre eucarístico, el hombre del reconocimiento es el opuesto al individuo que reivindica, pretende, reclama, conquista. La gratitud nace del “sentido de la deuda”, o sea, de esa conciencia clara, no de aquello que se me debe, sino de “lo que debo”. La acción de gracias no se agota en la oración, un aspecto característico de la gratitud es la alegría de vivir. Dios no pretende de nosotros gratitudes a la manera paternalista de ciertos benefactores. El agradecimiento que Él espera es nuestro aprecio, nuestro abrirnos a la sorpresa, a la alegría, a la alabanza, a la celebración de sus prodigios. Ciertas personas “piadosas”, perennemente enfadadas, escayolas en la seriedad, con un porte lúgubre, incapaces de un saludo no formal o de una sonrisa espontánea, dan la impresión de que están participando en los funerales de los dones de Dios. Y, sin embargo, la mejor manera para “decir gracias” al Señor es la de celebrar la vida. Alguien ha dicho: cantar la vida es vivir el canto. Dios agradece las personas que “hacen funcionar” sus dones. Que no les dejan cubrir con el polvo de la costumbre o del aburrimiento. Cada uno de nosotros tiene una tarea “eucarística”. O sea, tenemos que hacer memoria de sus maravillas. Y celebrarlas en el canto, en la alegría, en la fiesta. PRIMERO Y ANTE TODO, DIOS Amar al ser humano, solidarizarse con él y ayudarlo, es una acción de gran nobleza, digna de encomio y de ser imitada. No obstante, el hacerlo sin antes amar a Dios, de escucharlo y obedecerlo para hacer su voluntad, reduce el gesto, la acción, a mera filantropía, y ello, cuando existe pureza de intención; o bien, cuando no es así, es reducido a tantas cosas, tales como una satisfacción egoísta, una apaciguamiento de conciencia, una búsqueda del reconocimiento de los demás y de la fama como personas buenas, caritativas, altruistas, etc. Jesús mismo lo afirmó cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más grande; Él respondió de inmediato, y en forma contundente, que el primero era "amar a Dios por sobre todas las cosas, con todo nuestro corazón, nuestro ser y nuestras fuerzas", y que había uno 'muy semejante' a éste que consistía en "amar al prójimo como a nosotros mismos". Es preciso pues, que quienes realizan alguna labor a favor de los más necesitados en el nombre de Cristo, de su Iglesia o bajo la inspiración y enseñanza de Él, entiendan bien esto, si quieren que dicha labor sea verdaderamente fecunda y de forma integral. Hoy abundan muchas falacias en el sentido de exaltar al ser humano de tal manera que lo llegan a elevar casi, casi, al nivel de Dios, emulando el engaño de la serpiente a Eva y Adán de que serían como Él si lo desobedecían, o bien, como sostiene la New Age, que el ser humano es parte inmanente de Dios y no tanto una creatura, que gracias al sacrificio y la obra redentora de Jesús, fue elevado al rango de hijo adoptivo de Dios. El mandamiento divino en el que se nos manda amar a Dios por sobre todo, incluye a los seres humanos; y es que lo que los hace valiosos es el bautismo y la gracia, ya que por ellos son constituidos "templos vivos de Él", y Dios mora en ellos, en cambio, Dios es valioso, el más valioso, por sí mismo, porque Él es Dios, y el ser humano habrá de actuar en consecuencia. Obras como la de Madre Teresa, basan su fecundidad en que ella supo vivir, en toda su expresión, esta premisa, y encontraba a Jesús, Dios y Hombre verdadero en los más pobres, después de encontrarlo en la Santísima Eucaristía, donde Él está real y verdaderamente presente, y al encontrarlo se hacía uno con Él. Los leprosos del Evangelio de hoy, se encontraron con Jesús -quien para realizar sus milagros, tomaba en cuenta primero, e invocaba a su Padre-- y sanaron inmediatamente; hoy nosotros ciertamente no podemos encontrarnos con el Jesús histórico, pero sí con el Jesucristo resucitado y glorioso, presente en la Eucaristía. Francisco Javier Cruz Luna Temas Iglesia Católica en Jalisco Fe. Lee También ¿Cómo estará Guadalajara por la tarde; habrá lluvia? Puerto Vallarta en desgracia; tormenta deja daños y un muerto (FOTOS) Calidad del Aire AMG: ¿Cómo amanece la ciudad HOY lunes 13 de octubre de 2025? Paquetazo 3×1: Estos propietarios tienen hasta el 31 de octubre para cambiar placas Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones