Viernes, 10 de Octubre 2025
Suplementos | El verdadero negocio de los ''tías''

El miedo anda en una Lobo

La oferta era de 20 mil pesos mensuales por ser “secretario”, pero la chamba real era hablar con “tías”, hacerse pasar por los sobrinos de alguien para “bajarles” dinero

Por: EL INFORMADOR

El negocio de los extorsionadores que se hacen pasar por tus familiares.  /

El negocio de los extorsionadores que se hacen pasar por tus familiares. /

GUADALAJARA, JALISCO (01/SEP/2013).- Una premonición te advierte que no te subas a la camioneta Lobo negra que hace unos instantes te sorprendió por atrás y ahora te espera, con las fauces abiertas. Espantas el mal presentimiento como a una mosca de lluvia. ¿Qué puede pasar? Vas con la muchacha más guapa de tu salón, la del amigo rico que anda ofreciendo 20 mil mensuales por un secretario. Mientras te subes a la Lobo piensas en tu madre; en lo mucho que vas a ayudarla con los 20 mil. Miras el reloj. Son 11:35 de la mañana. Te jactas. Es tu día de descanso en la abarrotera, donde te pagan apenas cuatro mil mensuales, los muy tacaños.

Media hora después sabrás que el miedo es el destino de aquella troca.

Es temprano y acabas de treparte a la Lobo negra que trae unas bocinas potentes. Suena ''500 balazos''. Todavía te acuerdas porque aquel corrido te gustaba de veras. Cuando lo oías pensabas en montañas de dinero, carros, drogas, viejas: “Vestidos de negro/ encapuchados/ pues fueron soldados…”, escuchas a medias y piensas que el conductor, el amigo de tu amiga, parece soldado, aunque le gustan las camisetas con marcas a todo pecho. No sabes si su aspecto marcial es por su cara de palo, sus lentes polarizados, su corte al ras, sus músculos de toro.

Y no lo sabes, acéptalo, porque en la cabina el miedo te taladra.

Tiemblas. Tu amiga te acaricia la pierna. ¡Tranquilo! susurra, pero estás jodido. Ni te diste cuenta a qué hora se subió a la camioneta la otra muchacha, que ahora aplasta su cuerpo contra el tuyo. Para calmarte, durante el viaje te pones a calcular las edades de los que van en la Lobo: tu amiga 23 años, tú 19, la muchacha al lado 19 ó 20 y el amigo rico de tu amiga unos 30 años.

El amigo de tu amiga maneja como si quisiera acabarse la Lobo, hasta que llega a las vías del tren. No sabes si estás en la colonia Las Pintas, en Juan de la Barrera, en la Liebres. Aquí es, dice él. Todos bajan.

***

El hombre al que acabas de conocer y, que aquí se llamará Malacara, también tiene pinta de soldado. Más tarde él mismo te dirá que es un ex convicto. Por lo pronto te está preguntando si sabes qué son las tías. Tú, en vez de contestarle, piensas que tu amiga acaba de largarse con el de la Lobo. “Te llamo al rato”, se despidió con esa voz tan suave. Para salir del paso respondes que las tías son las hermanas de tu padre, de tu madre y las muy amigas de ésta. Oyes las risas.

Malacara, otro que lo acompaña —Segundo, por ponerle nombre— y la muchacha que en el camino se subió a la Lobo se burlan de ti.

La humillación te importa nada. Te importa que estás en una casa que desde la calle parece abandonada, con dos hombres con estampa de asesinos y una muchacha que haría cualquier cosa para ganarse 20 mil pesos.

Sabes que aquí nadie encontrará tu cuerpo.

Tías se les dice a los que llaman haciéndose pasar por los sobrinos de alguien para bajarles dinero, dice entonces Malacara ¡Los que extorsionan!, exclamas tú, como buen alumno. Esos meros, te contesta él.

Malacara parece el jefe de la casa y un empresario de gran porvenir. Te explica que en México el negocio de las tías está en decadencia, ya nadie cae. Te pasa a un cuarto donde hay una cama tendida impecable y una mesita de noche limpísima. Sobre la mesita reposan dos celulares viejos, como el que carga tu madre. Malacara te dice que usa una línea venezolana, que cuesta 25 centavos el minuto. Aquí te puedes dar vuelo con las llamadas. Te muestra, impresa en hojas bond, una lista de clientas, nombres completos, edades, direcciones. Todas mujeres. Todas de apellidos castellanos. Todas avecindadas en Estados Unidos. Todas listas para ser extorsionadas. El directorio te va a salir gratis al principio, luego tendrás que pagar.

El terror te asfixia, pero te haces el hombre de mundo. Te ríes cuando te cuentan cómo le sacaron la pachocha a una vieja taruga de San Antonio. Te quieres ir. La puerta está cerrada con llave.

Malacara te felicita, llegaste en la mejor época. Ahorita los pochos se visitan mucho, gastan mucho, tienen mucho sobrino. Malacara llama a Segundo y le pide que te ponga la muestra. Llama a tres números: en uno no le contestan, en otro le mientan su madre, en el tercero una anciana de San Antonio promete depositarle tres mil dólares. La muchacha que se subió a la Lobo fracasa en sus tres intentos. Te toca, ordena Malacara. Dices que pasas.

La muchacha pone expresión de perro regañado y le pide a Segundo que la acompañe a fumar. Salen de la casa.

Malacara es veinteañero moreno, muy alto, de cara afilada, dientes separados, ojos grandes y barriga cervecera. Te informa que esta sucursal, así le llama él, es de apertura reciente y necesita personal.

Es un buen maestro. Explica muy bien y si hay necesidad se regresa. Tú nunca vas a decir nada, los clientes van a darte toda la información que necesitas, te dice. ¿Vamos bien?, te preguntará el resto de tu capacitación.

En 15 minutos conocerás las minucias del negocio de las tías. Siempre harás una segunda llamada. Nunca ofenderás a las clientas: si te mientan la madre te quedas callado y las mandas a la fregada ¿Vamos bien? Lo que le saques a las viejas no van a ser todo para ti. 70% va a hacer para el que te trajo y se llevó a tu amiga; 20% para Malacara; 10% para ti. Es lo justo: los teléfonos no son tuyos, las clientas menos. ¿Vamos bien? Robar te puede costar caro ¿Bien?

Malacara te cae bien. Es compasivo. Te dice que si no le quieres entrar no hay problema. Pero si le entras tendrás que dejar la escuela y permanecer en arraigo —así le dice él—, dos meses, mientras te agarran confianza. Esos dos meses conocerás la soledad y la desesperación y eso te va a servir para echarle más ganas al trabajo. ¿Vamos bien?

Estás dudándolo, admítelo. ¿Cuántos licenciados se mueren de hambre?

Y aquí está Malacara, hablándote de su éxito. A él nadie de su familia lo quería, pero ahora ni le preguntan qué hace. Todos quieren subirse a su Mercedes negro. En las fiestas lo respetan. Las mujeres lo chapulinean, aunque estén casadas. Los que le caen mal la pagan. Su madre no lo ha vuelto a regañar…

Piensas en la tuya, que tu madre sí te regañaría. Piensas que a tu madre no le vendría mal un dinero extra, que lo harías por ella.

Si sales bueno para las llamadas y aguantas el arraigo la empresa tiene un buen plan de ascensos, te está diciendo Malacara: robar trailers, pasar droga, poner tiendas de venta de robado… Todo tiene consecuencias, te advierte el capacitador, que es sincero: debes pensarlo muy bien. Si le entras vas a perder muchas cosas y vas ganar otras.

Si no le entras tendrás que olvidarte para siempre de ese lugar, de Malacara y de todo lo que viste ahí.

Malacara es bueno e inteligente. Malacara sabe leer las almas. Por eso te dice que mejor te vayas a pensarlo hoy y mañana te decidas. Eres libre para tomar cualquier decisión.

Malacara es un tipazo: le quita la llave a la puerta de entrada. Tu amiga se fue con el dueño de la Lobo y no volvió a llamarte. Caminas a toda velocidad por la calle terregosa. Vas rezando el Padre Nuestro cuando te alcanzan Segundo y la muchacha. Malacara les dijo que te acompañen al camión. En el camino la muchacha te aconseja que me mejor te dediques a otra cosa. Ella tiene un hijo y es una buena para nada, te dice.

Te acompañan hasta el puente de la Virgen. Permanecen junto a ti hasta que pasa el camión que viene de El Salto. Se despiden de saludo.

El camión viene lleno. Haces fuerza en las rodillas para no desmayarte. Te sacas el celular de la bolsa trasera del pantalón. Buscas los audífonos ahí mismo y te los pones para dejar de oír al mundo. En tu cabeza retumban los acordes de ''500 balazos'', el corrido que ibas oyendo en la Lobo: “…la mafia dispara/ y a ellos les paga/ no pueden fallar/ al que se atraviesa/ tumbar la cabeza/ si es que bien les va”.

Esta tarde borrarás a tu amiga, la más guapa del Facebook.

Tapatío

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