Tecnoestrés, el némesis de las aulas

GUADALAJARA, JALISCO (26/NOV/2012).-

- Ya es la tercera vez que le digo que guarde su teléfono.

-Sí, profe, ya lo guardo.

- La próxima vez se lo voy a quitar.

¿Se lo quitará?, ¿La sacará de clase?, ¿Lo dejará pasar? Cada profesor tiene su estilo, pero los universitarios no podrán negar que, generalmente, no pasa de la advertencia. En términos futbolísticos es como recibir dos tarjetas amarillas sin que eso necesariamente signifique una expulsión, y que además el jugador salga airoso partido con partido.

Esto, desde luego, no significa que todos los árbitros –o maestros, pues– sean tan pacientes. En ese mar de extravagancias llamado YouTube, hay varias muestras de que los métodos pocos ortodoxos también son parte de un fenómeno tecnológico que no sabe de horas ni lugares. Si uno teclea “Profesor rompe el celular de una alumna” en la barra de búsqueda, aparecerá un video en el que educador hace gala de su poca paciencia, lanzando el móvil de un alumno contra el suelo.

Otra vez: cada maestro tiene sus métodos. Pero, ¿qué es lo que encierra el uso de celular en clase?, ¿por qué la necesidad de revisar las redes sociales en ese momento?, ¿basta con que el maestro amenace con quitar el aparato o correr al alumno del salón?

Rodrigo Ramos Zúñiga, jefe del Departamento de Neurociencias del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), de la Universidad de Guadalajara, explica lo que hay detrás de la necesidad de revisar constantemente el celular.

“El tecnoestrés muestra cómo estas herramientas pueden –cuando no se tiene un uso racional– representar factores de riesgo en cuanto a conductas adictivas al uso de este tipo de tecnologías, condiciones de ansiedad y angustia”.

En el salón de clase, el celular puede jugar un doble rol: como herramienta para transmitir información, archivos actualizados y realizar consultas de tipo educativo; o, en su parte negativa, como distractor: “Es muy alto el índice de alumnos que usan el celular en clase para revisar redes sociales, y eso les genera una conducta adictiva, una obsesión o una ansiedad, lo que se denomina ‘tecnoestrés’”.

¿Cómo saber si una persona es víctima del tecnoestrés? Hay varios indicios. Uno de ellos es estar en un sitio donde el uso de celular sea restringido y que esto genere ansiedad por la preocupación de saber si ha llegado algún mensaje. La codependencia es otro más, y se nota cuando una persona usa todo el tiempo el celular. Otro de los que más destaca es que cuando el aparato suena o vibra, el individuo  ya no puede concentrarse en las tareas que estaba realizando, pues tiene la obsesión de revisar.

“Con ello se configura otro tipo de fenómenos. De ahí viene el ciberbullying y trastornos del sueño, en donde los estudiantes duermen con el celular encendido y hasta con él en la almohada. Si hay un mensaje en la noche ya les alteró el sueño”.

Aunque atender el problema requiere un enfoque multidisciplinario, el primero que tiene que actuar es el docente. Lo correcto, afirma el doctor, es que se establezcan las reglas de comportamiento al interior de las aulas para generar una convicción de que en ese momento hay que centrarse en el tema educativo.

De esta manera, así como se han establecido espacios libres de tabaco, podría generarse una conciencia para hacer espacios libres de celulares… aunque sea por una hora.