Cultura

Rescatan el valor de los mercados mexicanos en libro

El texto ''Caminos y mercados de México'' expone una síntesis de su cultura, historia y relaciones comerciales

CIUDAD DE MÉXICO (21/JUL/2010).- Bajo la premisa de que los mercados son una síntesis de la cultura, la historia y las relaciones comerciales que mantienen las regiones desde la época prehispánica, fue publicado el libro 'Caminos y mercados de México', coeditado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia ( INAH) y la UNAM.  

Para la etnohistoriadora Amalia Attolini, coordinadora de la obra, los mercados actuales aún conservan características prehispánicas, rodeados de olores, colores, sabores, significados y misticismo, de ahí que den cuenta del desarrollo de los pueblos.  

Attollini, quien coordinó el material obra de 34 autores, junto con la antropóloga Janet Long Towell, recordó que estos espacios tienen sus orígenes en la época precolombina, cuando se realizaban trueques entre las diversas culturas mesoamericanas, desde las establecidas en el centro, con las del Golfo y del Pacífico.  

Según sus investigaciones, el intercambio más activo de toda Mesoamérica se daba en la Cuenca de México, favoreciendo el comercio y el crecimiento de la economía en la altiplanicie central, indicó la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).  

'En medio del lago de Texcoco se ubicaba Tenochtitlan —en su tiempo la ciudad más poblada de América y una de las de mayor densidad del mundo—, antigua urbe que estaba dividida en cuatro barrios principales, los cuales contaban con su propio mercado; actualmente sucede algo similar, porque existe uno de éstos en cada colonia'.  

Actualmente en la Ciudad de México hay poco más de 300 mercados públicos, refirió la investigadora, quien el 12 de agosto presentará este material en el Museo Nacional de Antropología.  

En aquella época, dijo, además del gran mercado Tlatelolco en la antigua ciudad mexica se ubicaban otros de importancia, como el Atzcualco, en el noroeste, el de Teopan, en el sureste, el de Cuepopan, en el norte, y el de Moyotla, en el suroeste, éste último vinculado a los amanteca o trabajadores de la pluma.  

Estos mercados prehispánicos se abastecían de lo que generaban las comunidades alrededor del lago: leña, chile, tortillas, tamales, atole, sal, cal para nixtamal, cerámica, algodón, petates, pino para antorchas y tochomite o pelo de conejo para indumentaria.  

Además de los centros de abasto de víveres, abundó Attolini, había otros que estaban especializados en ciertos productos, como el de Azcapotzalco, dedicado a la venta de esclavos; el de Cholollan que era exclusivamente para el comercio de joyas, piedras preciosas y plumas de aves; el de Tetzcoco enfocado a la ropa, jícaras y loza; y el de Acolman donde se comerciaban perros para domesticar y comer.  

Los mercados prehispánicos, abundó, llegaron a ser tan grandes y tan diversos, que al llegar Hernán Cortés a Tenochtitlan en 1519, se sorprendió y en sus crónicas describió: 'Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender'.  

Respecto al mercado de Tlatelolco, el más grande de la ciudad tenochca, Cortés dijo:  

'Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente 60 mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, de piedras, de huesos, de conchas',  

'De caracoles y de plumas', parafraseó la especialista del INAH, al revelar que, de acuerdo con las crónicas, en este centro de comercio se llegaban a reunir hasta 50 mil personas en un día.  

Luego, durante la Colonia, los mercados prehispánicos tuvieron algunas transformaciones, producto del mestizaje. Sin embargo, se mantuvo el expendio de mercancías tradicionales, a las que se adicionaron algunos productos provenientes de España, como el trigo, el olivo, el ajo y el arroz y la caña de azúcar.  

Fue en 1703 cuando se inauguró el Parían, el primer mercado construido con piedra, a diferencia de los anteriores hechos de tablas, 'en éste, los gremios de carpinteros, herreros, alfareros, zapateros, panaderos y pulqueros, entre otros, vendían sus productos y manufacturas. Además había vendedores ambulantes que pregonaban sus mercancías'.  

En 1792 el segundo conde de Revillagigedo inauguró el mercado de El Volador, ubicado en el sitio que hoy ocupa la Suprema Corte de Justicia, y que en poco tiempo se convirtió en el principal centro de abasto de la antigua Ciudad de México.  

La proliferación de los mercados se detuvo a causa de la guerra de Independencia y fue hasta 1850 cuando se inauguró un nuevo mercado, el de San Juan o Iturbide.  

Trece años después se edificó el mercado de La Merced, que pocos años más tarde fue remodelado, como parte de una política porfirista para la modernización de esos centros.  

Amalia Attolini refirió que durante la Revolución Mexicana, la expansión de los mercados quedó de nuevo detenida, porque al sumarse muchos productores y comerciantes a la lucha armada, se produjo la escasez de productos y de dinero.  

Actualmente, en todo el país y principalmente en la Ciudad de México, existe gran cantidad de mercados que aún guardan características prehispánicas.  

'Todavía se conserva la especialización en ciertos productos, como el de la Candelaria, en dulces; el de San Juan, en carnes; o el de Xochimilco, en plantas'.  

Otra de las tradiciones prehispánicas que aún sobreviven en los mercados, es la colocación de un altar con una imagen religiosa, ya sea de una virgen o un santo.  

'Los mexicas acostumbraban tener sobre un momoztli (altar) un ídolo al que le ofrendaban parte de los alimentos que iban a vender', indicó la especialista del INAH.  

Hoy en día, los mercados, a diferencia de los supermercados, son espacios que  más allá de la venta de productos guardan una serie de aspectos culturales.  

'En los mercados te puedes dar cuenta casi de la totalidad de la cultura de esa región, estado o país. En los mercados está representado todo, es decir, los productos que cotidianamente utilizan para la comida, los cuales nos hablan de la producción agrícola o bien de los intercambios comerciales que existen en la región'.  

Es ahí, en los mercados, donde se puede conocer realmente cómo es esa población, porque la verdadera esencia de los pueblos está en las calles y en los mercados, concluyó.

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