Deportes
La llamada que cambió la historia de Omar Bravo y Chivas
El mochiteco se acaba de convertir en el máximo goleador del Guadalajara, pero originalmente su destino era llegar al Cruz Azul
GUADALAJARA, JALISCO (14/AGO/2015).- Una casualidad trajo a Guadalajara a quien sería su máximo goleador histórico.
Hace poco menos de 20 años el internet era un rumor y los celulares no eran del dominio público. Por eso, Omar Bravo Tordecillas, quien terminaba la prepa en su tierra natal, Los Mochis, llegaba diario a su casa preguntando si no lo habían buscado por teléfono.
No era la llamada de una novia lo que esperaba, tal y como dictaban las costumbres juveniles de la época. Bravo esperaba comunicación con visores de Cruz Azul que habían quedado en enviarle dinero para que viajara a la capital a una prueba con el fin de integrarlo a las fuerzas básicas de la Máquina.
Antes que los capitalinos, Hugo Díaz, ex jugador de las Chivas y visor rojiblanco, le había pedido sus datos, pero nada más.
Un día llegó la llamada, pero no era de Cruz Azul. “Siempre llegaba a la casa y le preguntaba a mi mamá si me habían llamado”, rememoraba el mochiteco. “Un día mi mamá contesta el teléfono y era el 'Güero' Real, que me invitó al Guadalajara pero me dijo que de momento no tenían los recursos para traerme, que me viniera así y que aquí me los daban. Mi desesperación era tal que dije ‘vámonos’ y casi casi sólo me traje la bendición de mi mamá, aunque eso sí, llegando a Verde Valle me pagaron el dinero que gasté, la verdad.
“En realidad yo debí llegar a Cruz Azul, que me hizo una invitación formal durante un torneo pero se tardaron en mandar el boleto de avión y los recursos para poder hacer el viaje, uno no tiene ni para el camión allá donde vive. Llegó primero la llamada de Chivas”.
Años después, ya con el lauro de goleador en el Guadalajara, efectivamente, Omar Bravo llegó al Cruz Azul.
Soñar no cuesta
Si hace 20 años no vivías en una plaza con futbol de Primera División, la única forma de ver a tus ídolos era los fines de semana en la televisión.
Si no veías el partido de tu equipo, y te perdías alguno de los tres resúmenes deportivos que había, ya no había forma de que vieras cómo había sido ese golazo del que todos hablaban.
Omar Bravo salía a la calle o a la cancha de Los Mochis a jugar con una venda, y no estaba lastimado. “Me creía Ramón Ramírez y hasta la venda del brazo me ponía para parecerme más a él. Al paso de los años fue mi compañero de equipo.
“De hecho, cuando llegué a Chivas, en la entrevista que te hacen dije que mis ídolos eran Ramón Ramírez y Benjamín Galindo. Nunca pensé que fuera a ser compañeros de los dos en Chivas, uno tiene los sueños normales: debutar, hacerte de un nombre, jugar en la selección, jugar en el extranjero, jugar un mundial, unas olimpiadas, ser campeón en tu equipo…es el ciclo de un futbolista.
—Ya cumpliste todo…
—Y sí... no me había caído el veinte, pero me siento privilegiado.
—¿Cuándo llegaste de Los Mochis a Guadalajara te imaginaste que un día ibas a ser el máximo goleador en la historia de las Chivas?
—Imaginaba ser un referente de este equipo, por tradición, por ser puros mexicanos, por todo lo que batallas cuando empiezas; en eso pensaba.
Nadie dijo que sería fácil
Las instalaciones en Verde Valle no eran, a finales de los años 90, lo que son ahora. No había tinas de hidromasaje, snack, o un gimnasio con aparatos de última generación. Tampoco estaba al lado la escuela del patrón.
En ese entonces, el concepto de Casa Club en el futbol mexicano era más una molestia que una inversión.
Omar Bravo llegó de Los Mochis a encontrarse con más limitaciones que en casa.
“El día que llegué a Verde Valle me dijeron que me pusiera a ver la tele con Mirsha Serrano (ex jugador de Tecos), que en paz descanse. Me acuerdo que precisamente estaba viendo un partido de Tecos y pasaba el tiempo y no me daban cuarto, hasta Mirsha me decía que me quedara ahí, hasta que de repente me aventaron una colchoneta y me dijeron que me fuera a dormir al sauna, ahí dormí como una semana hasta que me dieron un cuarto, que sólo tenía una litera, el locker y listo. Después el señor Jasso (presidente del Club Guadalajara) empezó a hacer el edificio que es ahora, ahí, donde eran las caballerizas y nos sentíamos en la gloria.
“Era muy complicado, no pretendo navegar con bandera de humildad, pero de repente a Jonny Magallón le faltaban dos pesos o a mí tres para el camión para ir a entrenar a Colomos. Salcido no iba a entrenar al Parque Metropolitano porque no le alcanzaba para los camiones. La comida hasta eso la teníamos segura, y mira que no eran banquetes, pero de eso aprendes. La vida te cambia, y ahora resulta que eres privilegiado”.
—¿Nunca dijiste “hasta aquí”?
—Sí, cómo no, muchas veces, más de alguna vez me pasó por la cabeza, muchas veces lloré solo… Estuvo cab..., muy cab...
EL TORNEO NACIONAL BENITO JUÁREZ
El último tren
El torneo nacional Benito Juárez es el torneo de más prestigio en el futbol amateur mexicano.
En la última década del siglo XX no existía youtube para ver los goles de algún prospecto y así evitar el gasto de viajar a verlo o mandarle dinero para que viniera. Mucho menos era posible verlo a través de un video enviado por whatsapp o subido a Facebook.
Si no eras de Guadalajara, el DF o Monterrey, prácticamente sólo había una plataforma para que los visores de los equipos de la Primera División te vieran y ése era el Torneo Nacional Benito Juárez.
Omar, a punto de salir de la prepa y en el umbral de escoger una profesión, sabía que se agotaba el tiempo para cumplir su sueño, lo único que en realidad anhelaba ser. “Una vez estando en Los Mochis de vacaciones, ya siendo futbolista, se me acercó un señor que traía un currículum mío a propósito de que tenía que hacer mi servicio social en la prepa. Ahí te preguntan qué pretendes ser, y el señor se quedó sorprendido de ver que lejos de poner lo típico, ingeniero, abogado y esas cosas, yo le puse ahí que iba a ser futbolista profesional. Son sueños, sí, pero para mí era una meta desde niño. Nunca escogí qué equipo ni en qué magnitud, pero a mí se me cumplió”.
Esa última oportunidad, ése último tren era el Torneo Benito Juárez, pero antes había que ser campeones de Sinaloa. “La selección de Los Mochis ganó el torneo estatal y nos tocaba representar al estado; recuerdo que durante el torneo siempre le comentaba a un amigo que era nuestro último tren, que teníamos que ganar para ir al Nacional, que es donde generalmente están los visores. Y sí era nuestro último tren porque siempre nos quedábamos en la orilla. Esa vez ganamos, y ahora teníamos que mostrarnos en el Nacional, que fue en Guanajuato. El primero que se me acercó fue Hugo Díaz, me dio su tarjeta y de ahí coleccioné varias de visores de Chivas. Llegamos a la final, la perdimos, pero yo fui campeón de goleo”.
Sin saberlo, el tren de Omar había arrancado con él a bordo.
EL TÍTULO
El día más grande
“El campeonato que le ganamos a Toluca, sin dudarlo, es una alegría total. Yo no tenía miedo la noche previa, sabía que Dios nos tenía preparado algo importante, nunca habíamos ganado en Toluca. Ahí fue mi primer gol, sentía que algo grande ocurriría y ahí está en las vitrinas del club ese gran momento”, compartió Bravo.
Hace poco menos de 20 años el internet era un rumor y los celulares no eran del dominio público. Por eso, Omar Bravo Tordecillas, quien terminaba la prepa en su tierra natal, Los Mochis, llegaba diario a su casa preguntando si no lo habían buscado por teléfono.
No era la llamada de una novia lo que esperaba, tal y como dictaban las costumbres juveniles de la época. Bravo esperaba comunicación con visores de Cruz Azul que habían quedado en enviarle dinero para que viajara a la capital a una prueba con el fin de integrarlo a las fuerzas básicas de la Máquina.
Antes que los capitalinos, Hugo Díaz, ex jugador de las Chivas y visor rojiblanco, le había pedido sus datos, pero nada más.
Un día llegó la llamada, pero no era de Cruz Azul. “Siempre llegaba a la casa y le preguntaba a mi mamá si me habían llamado”, rememoraba el mochiteco. “Un día mi mamá contesta el teléfono y era el 'Güero' Real, que me invitó al Guadalajara pero me dijo que de momento no tenían los recursos para traerme, que me viniera así y que aquí me los daban. Mi desesperación era tal que dije ‘vámonos’ y casi casi sólo me traje la bendición de mi mamá, aunque eso sí, llegando a Verde Valle me pagaron el dinero que gasté, la verdad.
“En realidad yo debí llegar a Cruz Azul, que me hizo una invitación formal durante un torneo pero se tardaron en mandar el boleto de avión y los recursos para poder hacer el viaje, uno no tiene ni para el camión allá donde vive. Llegó primero la llamada de Chivas”.
Años después, ya con el lauro de goleador en el Guadalajara, efectivamente, Omar Bravo llegó al Cruz Azul.
Soñar no cuesta
Si hace 20 años no vivías en una plaza con futbol de Primera División, la única forma de ver a tus ídolos era los fines de semana en la televisión.
Si no veías el partido de tu equipo, y te perdías alguno de los tres resúmenes deportivos que había, ya no había forma de que vieras cómo había sido ese golazo del que todos hablaban.
Omar Bravo salía a la calle o a la cancha de Los Mochis a jugar con una venda, y no estaba lastimado. “Me creía Ramón Ramírez y hasta la venda del brazo me ponía para parecerme más a él. Al paso de los años fue mi compañero de equipo.
“De hecho, cuando llegué a Chivas, en la entrevista que te hacen dije que mis ídolos eran Ramón Ramírez y Benjamín Galindo. Nunca pensé que fuera a ser compañeros de los dos en Chivas, uno tiene los sueños normales: debutar, hacerte de un nombre, jugar en la selección, jugar en el extranjero, jugar un mundial, unas olimpiadas, ser campeón en tu equipo…es el ciclo de un futbolista.
—Ya cumpliste todo…
—Y sí... no me había caído el veinte, pero me siento privilegiado.
—¿Cuándo llegaste de Los Mochis a Guadalajara te imaginaste que un día ibas a ser el máximo goleador en la historia de las Chivas?
—Imaginaba ser un referente de este equipo, por tradición, por ser puros mexicanos, por todo lo que batallas cuando empiezas; en eso pensaba.
Nadie dijo que sería fácil
Las instalaciones en Verde Valle no eran, a finales de los años 90, lo que son ahora. No había tinas de hidromasaje, snack, o un gimnasio con aparatos de última generación. Tampoco estaba al lado la escuela del patrón.
En ese entonces, el concepto de Casa Club en el futbol mexicano era más una molestia que una inversión.
Omar Bravo llegó de Los Mochis a encontrarse con más limitaciones que en casa.
“El día que llegué a Verde Valle me dijeron que me pusiera a ver la tele con Mirsha Serrano (ex jugador de Tecos), que en paz descanse. Me acuerdo que precisamente estaba viendo un partido de Tecos y pasaba el tiempo y no me daban cuarto, hasta Mirsha me decía que me quedara ahí, hasta que de repente me aventaron una colchoneta y me dijeron que me fuera a dormir al sauna, ahí dormí como una semana hasta que me dieron un cuarto, que sólo tenía una litera, el locker y listo. Después el señor Jasso (presidente del Club Guadalajara) empezó a hacer el edificio que es ahora, ahí, donde eran las caballerizas y nos sentíamos en la gloria.
“Era muy complicado, no pretendo navegar con bandera de humildad, pero de repente a Jonny Magallón le faltaban dos pesos o a mí tres para el camión para ir a entrenar a Colomos. Salcido no iba a entrenar al Parque Metropolitano porque no le alcanzaba para los camiones. La comida hasta eso la teníamos segura, y mira que no eran banquetes, pero de eso aprendes. La vida te cambia, y ahora resulta que eres privilegiado”.
—¿Nunca dijiste “hasta aquí”?
—Sí, cómo no, muchas veces, más de alguna vez me pasó por la cabeza, muchas veces lloré solo… Estuvo cab..., muy cab...
EL TORNEO NACIONAL BENITO JUÁREZ
El último tren
El torneo nacional Benito Juárez es el torneo de más prestigio en el futbol amateur mexicano.
En la última década del siglo XX no existía youtube para ver los goles de algún prospecto y así evitar el gasto de viajar a verlo o mandarle dinero para que viniera. Mucho menos era posible verlo a través de un video enviado por whatsapp o subido a Facebook.
Si no eras de Guadalajara, el DF o Monterrey, prácticamente sólo había una plataforma para que los visores de los equipos de la Primera División te vieran y ése era el Torneo Nacional Benito Juárez.
Omar, a punto de salir de la prepa y en el umbral de escoger una profesión, sabía que se agotaba el tiempo para cumplir su sueño, lo único que en realidad anhelaba ser. “Una vez estando en Los Mochis de vacaciones, ya siendo futbolista, se me acercó un señor que traía un currículum mío a propósito de que tenía que hacer mi servicio social en la prepa. Ahí te preguntan qué pretendes ser, y el señor se quedó sorprendido de ver que lejos de poner lo típico, ingeniero, abogado y esas cosas, yo le puse ahí que iba a ser futbolista profesional. Son sueños, sí, pero para mí era una meta desde niño. Nunca escogí qué equipo ni en qué magnitud, pero a mí se me cumplió”.
Esa última oportunidad, ése último tren era el Torneo Benito Juárez, pero antes había que ser campeones de Sinaloa. “La selección de Los Mochis ganó el torneo estatal y nos tocaba representar al estado; recuerdo que durante el torneo siempre le comentaba a un amigo que era nuestro último tren, que teníamos que ganar para ir al Nacional, que es donde generalmente están los visores. Y sí era nuestro último tren porque siempre nos quedábamos en la orilla. Esa vez ganamos, y ahora teníamos que mostrarnos en el Nacional, que fue en Guanajuato. El primero que se me acercó fue Hugo Díaz, me dio su tarjeta y de ahí coleccioné varias de visores de Chivas. Llegamos a la final, la perdimos, pero yo fui campeón de goleo”.
Sin saberlo, el tren de Omar había arrancado con él a bordo.
EL TÍTULO
El día más grande
“El campeonato que le ganamos a Toluca, sin dudarlo, es una alegría total. Yo no tenía miedo la noche previa, sabía que Dios nos tenía preparado algo importante, nunca habíamos ganado en Toluca. Ahí fue mi primer gol, sentía que algo grande ocurriría y ahí está en las vitrinas del club ese gran momento”, compartió Bravo.