Jalisco

Parque vehicular, majestad en Avenida López Mateos

Transeúntes, discapacitados y ciclistas carecen de infraestructura en la importante vía

GUADALAJARA, JALISCO (29/NOV/2010).- López Mateos es una avenida de contrastes: decenas de miles de vehículos la circulan vertiginosamente, mientras hay escasos peatones en las banquetas; automotores que fácilmente la cruzan y discapacitados con escasas rampas para sus sillas de ruedas; carros y camionetas trepados o mal estacionados en las aceras y transeúntes obligados a bajarse de la banqueta o, que al atravesar la rúa, se arriesgan tanto como los ciclistas.

Los vehículos automotores son majestades de López Mateos. La avenida es una larga alfombra, si no roja como exigiría la realeza, de pavimento y asfalto tendido. Los peatones sólo son alfiles si se comparan con la escenografía urbana que privilegia a los reyes y las reinas: carros, camionetas y camiones.

Que la calle es de todos es una frase sin eco en la avenida López Mateos. El peatón es el que menos derechos tiene para atravesar de manera segura tramos de esa vía pública.

Con negocios aledaños de abundante iluminación que buscan clientes, y decenas de travestis que en las penumbras nocturnas ofrecen otros servicios, López Mateos es el modelo del ajetreo vehicular intenso, incesante, ruidoso, enloquecedor en ciertos lapsos.

En el tramo de la avenida López Mateos que va desde la glorieta de Los Caballos, también conocida como La Estampida, hasta Plaza del Sol, se desplazan cotidianamente miles de personas. Ahí, a cualquier hora del día se registran embotellamientos.

La avenida atraviesa parte de la Zona Metropolitana de Guadalajara donde el sello es la concentración masiva de automotores. Tan solo en una intersección cercana, la de López Mateos y Mariano Otero, la afluencia aproximada diaria es de 132 mil vehículos.

El incumplimiento de la ley


Según el Reglamento de la Ley de los Servicios de Vialidad, Tránsito y Transporte del Estado de Jalisco, los peatones tienen preferencia respecto a los vehículos cuando haya señalamientos que así lo indiquen, si no alcanzó a cruzar en el tiempo determinado, en áreas escolares, hospitales, iglesias y en los estacionamientos. No obstante, la realidad suele ser otra.  

Cualquier día entre semana en el que no esté planeado algún evento especial que obstruya o aumente el tránsito local, el tramo referido de López Mateos acoge a relativamente pocos peatones, alrededor de uno o dos por cuadra. Pareciera que ninguno camina por gusto o está ahí porque practica un ejercicio; es decir, deambulan porque tienen necesidad de moverse hacia la parada del camión o para llegar a un punto específico. En su mayoría es gente que va sola y que no se comunica con quienes comparten la banqueta.

La seguridad en el tramo de esta vía pública es cambiante. Durante la noche, travestis y sexoservidoras la toman para ofrecer sus servicios a los automovilistas que circulan cerca de Plaza del Sol. En el día, las banquetas son un riesgo para personas con discapacidades físicas que se arriesgan ante los pocos o ningún accesos.

El comportamiento de los conductores hacia quienes caminan, varía. Sin embargo, se encuentra un patrón en numerosos tripulantes: vehículos que sobrepasan las rayas que marcan los límites de los cruces peatonales, otros mal parados en los estacionamientos y que ocasionan que el caminante deba bajar a la calle para rodear al carro, choferes que no dan el pase o que sí lo otorgan, pero después presionan a la persona que está cruzando para que se apresure.

En el tramo referido existen dos grandes retos para los peatones: la glorieta de La Estampida, por la cual se cruzan dos avenidas importantes (López Mateos y Niños Héroes) y la construcción del puente atirantado Matute Remus, en la intersección con Lázaro Cárdenas. Ambos puntos representan un esfuerzo extra para quien no tiene otro vehículo de transporte como una bicicleta, un carro o no se transporta en los camiones urbanos.

Las glorietas en general son difíciles de cruzar porque el tráfico fluye de manera continua. El peatón necesita estar atento para hallar una oportunidad de correr y llegar al otro lado. En el caso específico de la glorieta de Los Caballos, la cantidad de automóviles que circulan es tal que entorpecen la habilidad de cualquier persona que vaya a pie para poder rodearla; a menos que arriesgue su físico.

En el ejemplo del puente, en el cruce de López Mateos y Lázaro Cárdenas, dada la obra que ahí se levanta solamente se dejó, por consideración al peatón, una estrecha banqueta de un solo lado de la intersección; es decir, si se transita de norte a sur, en lugar que existan cuatro banquetas (dos de cada lado de cada calle), únicamente se encuentra una. Esto obliga al transeúnte a recorrer más distancia y cruzar más avenidas para llegar a su destino.

En áreas específicas, como en Plaza del Sol, la notable afluencia de personas ha logrado que exista cierta consideración porque se cuenta con un semáforo peatonal para asegurar el tiempo de cruce de quienes se mueven a pie por esta zona. También aquí se cuenta con un puente, en la esquina con la calle Axayácatl, para que el caminante cruce por encima del tráfico de manera “segura”, lo cual es relativo porque ahí se han perpetrado asaltos.

En ese lugar existen dos puentes peatonales más: uno en la esquina con Tizoc, todavía a dos cuadras de Plaza del Sol, y el otro sobre la calle Asunción. Ambos no del todo usados por los transeúntes.

Invasión

Algunas de las calles tienen pintados en su pavimento el espacio peatonal de esquina a esquina, el cual debe respetar el conductor en beneficio de quienes caminan. Aún cuando son para la seguridad de los transeúntes, hay quienes deciden hacer caso omiso de ellos y prefieren pasar por donde quieren y cuando quieren.

Para protegerse, el peatón debe voltear a ambos lados antes de cruzar una calle y siempre verificar si algún carro va a dar vuelta hacia la que se está a punto de atravesar, sobre todo porque algunos no ponen la direccional para señalar dicha maniobra, y estar atento a los alrededores y caminar por las áreas designadas para los peatones. Compartir la calle entre conductores de vehículos y transeúntes implica una cultura de respeto de las señales viales y, en especial, de los peatones.

ITESO/EL INFORMADOR/Dacia Alondra Egurrola Hernández

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