Jalisco
“Sueños, Pasión y Magia”
El circo “moderno”, se dice, nació por el siglo XVIII en Inglaterra donde aparecieron caballos y pistas en el espectáculo
El Circo - del griego kirkos, significando círculo o anillo – tiene una gran peculiaridad: entretiene a todos por igual.
Muy lejos de ser “monedita de oro”, su encanto radica en la abrumadora opulencia que fascinó a los grandes cuando eran chicos y a los chicos como si fueran grandes.
Desde tiempos antiguos, s. II a.C., cuando el Circo Romano entretenía con carrozas, caballos y gladiadores, cuando los acróbatas chinos comenzaban a amenizar los eventos de la dinastía Han y cuando arlequines relajaban las cortes, desde entonces, el circo se empezó a gestar.
El circo “moderno”, se dice, nació por el siglo XVIII en Inglaterra donde aparecieron caballos y pistas en el espectáculo. Para el siglo XIX, P.T. Barnum creó su legendario circo donde por primera vez se incorporaban rarezas humanas desde la mujer sirena hasta el enanito hombre chango. Los circos pulularon a través del tiempo ganando popularidad y fuerza a tal grado que hasta Lenin nacionalizó los circos soviéticos en 1919.
Para la década de 1970, aparece el circo “contemporáneo”. Originado principalmente en Canadá, Francia y Reino Unido, este nuevo circo es plenamente acrobático, sin animales, cuenta una historia y se nutre de los sueños más eclécticos. Este es el que cautiva a un público más adulto por fuera para dejarlo más niño por dentro.
Afortunadamente, dentro de estas nuevas carpas se ha magnificado aquel pequeño gran universo fantástico donde lo más imposible es siempre parte del show. Volar sin esfuerzo aparente, caminar entre fuego y agua, contorsionar el cuerpo humano como contorsiona al humo el viento… todo cabe dentro de las coloridas lonas que, itinerantes en la imaginación y el tiempo, han de mudar locación.
La gran peculiaridad del circo es, pues, que a todos entretiene porque a todos une. Desde diferentes geografías, edades, intereses e idiomas, ese pequeño gran universo ofrece a cada persona la pasión desenfrenada del asombro sincero.
Muy lejos de ser “monedita de oro”, su encanto radica en la abrumadora opulencia que fascinó a los grandes cuando eran chicos y a los chicos como si fueran grandes.
Desde tiempos antiguos, s. II a.C., cuando el Circo Romano entretenía con carrozas, caballos y gladiadores, cuando los acróbatas chinos comenzaban a amenizar los eventos de la dinastía Han y cuando arlequines relajaban las cortes, desde entonces, el circo se empezó a gestar.
El circo “moderno”, se dice, nació por el siglo XVIII en Inglaterra donde aparecieron caballos y pistas en el espectáculo. Para el siglo XIX, P.T. Barnum creó su legendario circo donde por primera vez se incorporaban rarezas humanas desde la mujer sirena hasta el enanito hombre chango. Los circos pulularon a través del tiempo ganando popularidad y fuerza a tal grado que hasta Lenin nacionalizó los circos soviéticos en 1919.
Para la década de 1970, aparece el circo “contemporáneo”. Originado principalmente en Canadá, Francia y Reino Unido, este nuevo circo es plenamente acrobático, sin animales, cuenta una historia y se nutre de los sueños más eclécticos. Este es el que cautiva a un público más adulto por fuera para dejarlo más niño por dentro.
Afortunadamente, dentro de estas nuevas carpas se ha magnificado aquel pequeño gran universo fantástico donde lo más imposible es siempre parte del show. Volar sin esfuerzo aparente, caminar entre fuego y agua, contorsionar el cuerpo humano como contorsiona al humo el viento… todo cabe dentro de las coloridas lonas que, itinerantes en la imaginación y el tiempo, han de mudar locación.
La gran peculiaridad del circo es, pues, que a todos entretiene porque a todos une. Desde diferentes geografías, edades, intereses e idiomas, ese pequeño gran universo ofrece a cada persona la pasión desenfrenada del asombro sincero.