México
‘‘Dios fue muy grande’’, dice sobreviviente al coche-bomba
El camarógrafo Luis Hernández Núñez confiesa que a pesar de haber quedado herido, jamás apagó su cámara
CIUDAD JUÁREZ, CHIHUAHUA (21/JUL/2010).- “Yo creo que los (agresores) vieron (a los policías) cuando se acercaron al cuerpo del “policía” ejecutado. No hubo más tiempo, vino la explosión: veo la lumbre, me volteo y cierro los ojos...” Aunque en esta parte del Norte del país, los héroes y los valientes suelen ser pocas veces reconocidos por la fuerza y por la astucia, el camarógrafo Luis Hernández Núñez, que tomó las escenas de la explosión del “coche-bomba” el pasado 15 de julio, confiesa que si hubiera sabido que explotaría una bomba, la hubiera pensado dos veces. “Pura ma... que me acercó...”.
“¡Dios fue muy grande conmigo!”, dice Luis, que al quinto día de los hechos, forzado más por sus compañeros de los medios, que por mutuo propio, cojeando aún de su pierna derecha, decide salir a la calle para reconstruir parte de la noticia que por ahora lo ha convertido en un valiente sobreviviente de la “narcoguerra” en la frontera.
Cinco días después de lo ocurrido, pareciera que el camarógrafo de la empresa televisora XEJ-TV Canal 5, en la que ha trabajado por cerca de 20 años, empieza a tomar conciencia de lo que realmente sucedió.
Lo primero que pensé fue en mi familia, pensé que no regresaría a verlos, dice Luis Hernández. Por milésimas de segundos, en su mente estuvieron sus hijos Luis Carlos de 15; Gabriela Aylín, de 13, y Noemí, de 11 años, y su esposa Cristina —que tras darse cuenta de lo ocurrido por las noticias—, no supo qué hacer, ni en qué hospital encontrarlo. Fueron los momentos más duros, relata Hernández.
“Yo me revisé y seguí tomando las escenas —jamás apague la cámara, lo hice hasta llegar al hospital (Centro Médico de Especialidades—, donde me enteré que éramos ocho las personas lesionadas”.
Hernández, que la mañana de este martes dejó la comodidad del hogar para ceder a las entrevistas con algunas empresas de televisión y radio, fue llevado por los periodistas hasta la esquina de 16 de septiembre y Bolivia, donde aún se aprecian los vidrios estrellados y los daños que la explosión ocasionó a los edificios y negocios de esa área de la ciudad.
“Parecía una zona de guerra, vi cómo se calcinaba uno de los cuerpos a mi lado y cómo se prendía el otro, mientras que los policías gritaban que eran granadas, y que ellos (los sicarios) aquí se encontraban”.
Agrega: “En ese momento pensé que habría un intercambio de balazos”.
Ese día, el periodista de Canal 5 había cruzado, sin querer, los umbrales de la frontera a un escenario de “zona de guerra” —como él lo describe—, a diferencia de las muchas historias y noticias sobre balaceras, que muchas veces son contadas, tomadas y relatadas a distancia. La suficiente para evitar los riesgos y peligros.
Pero esa tarde, Luis regresaba de haber tomado las escenas de dos mujeres que fueron ejecutadas en la calle Venezuela y regresaba a la estación de televisión cuando las circunstancias y el tiempo lo ubicaron ahí. Justo en medio de las calles que cerraba la Policía, y en medio de los hombres de azul (federales) que corrían para todos lados, y que “asustados”, gritaban que estaban allí y que tenían granadas de mano.
Luis vio el cuerpo del “policía” ejecutado que “tenía disparos en la cabeza”, detuvo el auto de la empresa y bajó para hacer su trabajo periodístico. El de todos los días en esta urbe fronteriza: los “narcoasesinatos”.
Desde allí avienta el tiro. Empieza a grabar al hombre ejecutado, a los paramédicos, a los policías que se acercan y que resguardan el área, y a los que se aproximan para verificar si el cuerpo del ejecutado correspondía realmente a un elemento de seguridad. No hay tiempo: “Se quieren mover y explota la bomba...”
Con la explosión, Luis Hernández sintió los efectos y la llegada de las esquirlas. “Sentí un golpe —rozón, dice— en el abdomen”. El pecho y la pierna ni siquiera las había sentido, hasta que un policía me dijo que estaba lesionado. Luis Hernández jamás se amedrentó. Siguió grabando. “No supe lo que pasó”.
En el quinto día, cojeando de su pierna derecha y aún “adolorido”, además bajo los rayos de un sol vertical quemantes, a una temperatura de 39 grados centígrados, Luis Hernández, de 39 años de edad, puede contar la historia de un hombre valiente que solamente pensó en cumplir con su actividad profesional: el periodismo.
“¡Dios fue muy grande conmigo!”, dice Luis, que al quinto día de los hechos, forzado más por sus compañeros de los medios, que por mutuo propio, cojeando aún de su pierna derecha, decide salir a la calle para reconstruir parte de la noticia que por ahora lo ha convertido en un valiente sobreviviente de la “narcoguerra” en la frontera.
Cinco días después de lo ocurrido, pareciera que el camarógrafo de la empresa televisora XEJ-TV Canal 5, en la que ha trabajado por cerca de 20 años, empieza a tomar conciencia de lo que realmente sucedió.
Lo primero que pensé fue en mi familia, pensé que no regresaría a verlos, dice Luis Hernández. Por milésimas de segundos, en su mente estuvieron sus hijos Luis Carlos de 15; Gabriela Aylín, de 13, y Noemí, de 11 años, y su esposa Cristina —que tras darse cuenta de lo ocurrido por las noticias—, no supo qué hacer, ni en qué hospital encontrarlo. Fueron los momentos más duros, relata Hernández.
“Yo me revisé y seguí tomando las escenas —jamás apague la cámara, lo hice hasta llegar al hospital (Centro Médico de Especialidades—, donde me enteré que éramos ocho las personas lesionadas”.
Hernández, que la mañana de este martes dejó la comodidad del hogar para ceder a las entrevistas con algunas empresas de televisión y radio, fue llevado por los periodistas hasta la esquina de 16 de septiembre y Bolivia, donde aún se aprecian los vidrios estrellados y los daños que la explosión ocasionó a los edificios y negocios de esa área de la ciudad.
“Parecía una zona de guerra, vi cómo se calcinaba uno de los cuerpos a mi lado y cómo se prendía el otro, mientras que los policías gritaban que eran granadas, y que ellos (los sicarios) aquí se encontraban”.
Agrega: “En ese momento pensé que habría un intercambio de balazos”.
Ese día, el periodista de Canal 5 había cruzado, sin querer, los umbrales de la frontera a un escenario de “zona de guerra” —como él lo describe—, a diferencia de las muchas historias y noticias sobre balaceras, que muchas veces son contadas, tomadas y relatadas a distancia. La suficiente para evitar los riesgos y peligros.
Pero esa tarde, Luis regresaba de haber tomado las escenas de dos mujeres que fueron ejecutadas en la calle Venezuela y regresaba a la estación de televisión cuando las circunstancias y el tiempo lo ubicaron ahí. Justo en medio de las calles que cerraba la Policía, y en medio de los hombres de azul (federales) que corrían para todos lados, y que “asustados”, gritaban que estaban allí y que tenían granadas de mano.
Luis vio el cuerpo del “policía” ejecutado que “tenía disparos en la cabeza”, detuvo el auto de la empresa y bajó para hacer su trabajo periodístico. El de todos los días en esta urbe fronteriza: los “narcoasesinatos”.
Desde allí avienta el tiro. Empieza a grabar al hombre ejecutado, a los paramédicos, a los policías que se acercan y que resguardan el área, y a los que se aproximan para verificar si el cuerpo del ejecutado correspondía realmente a un elemento de seguridad. No hay tiempo: “Se quieren mover y explota la bomba...”
Con la explosión, Luis Hernández sintió los efectos y la llegada de las esquirlas. “Sentí un golpe —rozón, dice— en el abdomen”. El pecho y la pierna ni siquiera las había sentido, hasta que un policía me dijo que estaba lesionado. Luis Hernández jamás se amedrentó. Siguió grabando. “No supe lo que pasó”.
En el quinto día, cojeando de su pierna derecha y aún “adolorido”, además bajo los rayos de un sol vertical quemantes, a una temperatura de 39 grados centígrados, Luis Hernández, de 39 años de edad, puede contar la historia de un hombre valiente que solamente pensó en cumplir con su actividad profesional: el periodismo.