La gran dependencia de nuestra economía del origen de la crisis que agobia al planeta, Estados Unidos, y la falta de innovación y creatividad en muchos de los productos mexicanos, nos han colocado, hasta ahora, como la nación
emergente más perjudicada del planeta.
Sin duda, todavía pudo ser peor, porque la estabilidad macroeconómica y el balance de las cuentas nacionales han impedido que la caída económica fuera más estrepitosa.
Si algo bueno se puede sacar de la crisis, es que ha mostrado las deficiencias y debilidades de nuestro sector productivo, que cuenta con algunas excepciones valiosas pero que, en general, mantiene rezagos que hoy se pueden observar para aprender hasta encontrar las claves de superación.
Los mexicanos solemos creer que nuestra posición geográfica y recursos naturales nos aseguran bonanza. Así ha sido en el pasado pero, como bien ha mostrado la dependencia de la explotación del petróleo, ya no es suficiente tener abundancia de materias primas. No garantiza mucho futuro.
Por fortuna, la crisis ya muestra indicios de que amaina, y de que el segundo semestre será menos malo que el que se acaba de vivir. Hoy estamos frente a la enorme oportunidad de aprender, de fortalecer los procesos productivos y los negocios para incrementar la competitividad internacional.
El reto mayor está en el capital humano. Por unos años más se cuenta con abundante población joven, a la que no se ha sabido voltear a ver e impulsar. Muchos de ellos viven su primera crisis, mientras el resto ya se ha acostumbrado a que esto sucede periódicamente.
Funcionarios gubernamentales y empresarios saben bien que se tiene que facilitar la generación y consolidación de empresas, la apertura de mercados en otras naciones y la generación de empleo bien remunerado, y eso sólo se logra con mejores productos y mejores servicios de valor agregado, por encima de lo que ofrecen otras naciones.
La caída fatal, que hizo a la economía nacional 10% más pequeña en un año, debe conmovernos, para desprenderse de lo que no funciona, y empujar la renovación de lo que hacemos. La crisis es oportunidad de demostrar que se puede aprender la lección.
emergente más perjudicada del planeta.
Sin duda, todavía pudo ser peor, porque la estabilidad macroeconómica y el balance de las cuentas nacionales han impedido que la caída económica fuera más estrepitosa.
Si algo bueno se puede sacar de la crisis, es que ha mostrado las deficiencias y debilidades de nuestro sector productivo, que cuenta con algunas excepciones valiosas pero que, en general, mantiene rezagos que hoy se pueden observar para aprender hasta encontrar las claves de superación.
Los mexicanos solemos creer que nuestra posición geográfica y recursos naturales nos aseguran bonanza. Así ha sido en el pasado pero, como bien ha mostrado la dependencia de la explotación del petróleo, ya no es suficiente tener abundancia de materias primas. No garantiza mucho futuro.
Por fortuna, la crisis ya muestra indicios de que amaina, y de que el segundo semestre será menos malo que el que se acaba de vivir. Hoy estamos frente a la enorme oportunidad de aprender, de fortalecer los procesos productivos y los negocios para incrementar la competitividad internacional.
El reto mayor está en el capital humano. Por unos años más se cuenta con abundante población joven, a la que no se ha sabido voltear a ver e impulsar. Muchos de ellos viven su primera crisis, mientras el resto ya se ha acostumbrado a que esto sucede periódicamente.
Funcionarios gubernamentales y empresarios saben bien que se tiene que facilitar la generación y consolidación de empresas, la apertura de mercados en otras naciones y la generación de empleo bien remunerado, y eso sólo se logra con mejores productos y mejores servicios de valor agregado, por encima de lo que ofrecen otras naciones.
La caída fatal, que hizo a la economía nacional 10% más pequeña en un año, debe conmovernos, para desprenderse de lo que no funciona, y empujar la renovación de lo que hacemos. La crisis es oportunidad de demostrar que se puede aprender la lección.