El incendio dentro de la Basílica de Zapopan, que pruebas periciales llevadas a cabo demuestran fue intencionalmente provocado, y que dañó capillas laterales de uno de los recintos religiosos más visitados del Estado de Jalisco y de toda la República, manifiesta una actitud inédita en contra de la Iglesia Católica que debiera movernos a reflexión.
Algunos medios de comunicación social, sobre todo los que se publican en la capital de la República, han sido de algún modo partícipes en esta actitud confrontativa en contra de dignatarios de la Iglesia y de la institución eclesial.
Continuamente obispos y cardenales son materialmente asediados por los reporteros, impidiéndoles inclusive terminar algunos actos de culto, al rodearlos con su grabadoras y cercarlos hasta que den una contestación polémica en relación con la última noticia en el ámbito gubernamental, para posteriormente realizar toda clase de críticas a lo dicho o dejado de decir por el dignatario eclesiástico correspondiente.
En el manejo de la información generada por las esferas eclesiales, se nota de parte de reporteros, columnistas, editorialistas, jefes de información y de redacción, ignorancia y por ende enorme superficialidad al pretendidamente realizar los comentarios correspondientes a esas notas.
En lo particular quisiera pensar que es sólo carencia de una cultura religiosa seria y profunda la que motiva ese hecho, aunque desgraciadamente en muchos casos tengo que concluir que también de parte de algunos importantes hombres y mujeres del ambiente de la comunicación social y de la política, se constata una actitud agresiva y de mala fe contra todo lo que suene a católico.
Cuando uno revisa la mayoría de los diarios y revistas de circulación semanal, cuando escucha a algunos de los comentaristas con programas de alto impacto radiofónico, o ve en la televisión programas de opinión o los famosos “talk show”, se acaba pensando que la población mexicana pretendidamente servida por tales medios, debe de ser minoritariamente católica; que la fe no ha arraigado o se ha perdido en la forma de ser y en las costumbres de la mayoría de los mexicanos; que México es nación descreída. Cuando que una de las grandes fuerzas de nuestra nacionalidad sigue estando indudablemente basada en la fe con la que reaccionamos en lo más hondo de nuestro espíritu.
Desde hace varias décadas grupos minoritarios de políticos, seudo intelectuales y personalidades de la opinión pública, han procurado transformar a través del control de los sistemas instruccional e informativo, el sentido común profundamente religioso de nuestro pueblo y así conseguir sus aviesas intenciones de control social y político.
Cuando uno ve a esos medios de comunicación social (una notable excepción es indudablemente este diario), acaba recelando si no va por muy buena senda ese propósito de acabar con uno de los principales patrimonios de este pueblo mexicano: su profunda fe y esperanza, fincados en los arraigados principios religiosos.
Si estas personas logran su objetivo, profundizarán la crisis social ya existente de fe y esperanza que son asimismo los fundamentos sobre los que descansa la dinámica social.
JUAN DE LA BORBOLLA R. / Catedrático universitario.
Correo electrónico: jborboll@up.mx
Algunos medios de comunicación social, sobre todo los que se publican en la capital de la República, han sido de algún modo partícipes en esta actitud confrontativa en contra de dignatarios de la Iglesia y de la institución eclesial.
Continuamente obispos y cardenales son materialmente asediados por los reporteros, impidiéndoles inclusive terminar algunos actos de culto, al rodearlos con su grabadoras y cercarlos hasta que den una contestación polémica en relación con la última noticia en el ámbito gubernamental, para posteriormente realizar toda clase de críticas a lo dicho o dejado de decir por el dignatario eclesiástico correspondiente.
En el manejo de la información generada por las esferas eclesiales, se nota de parte de reporteros, columnistas, editorialistas, jefes de información y de redacción, ignorancia y por ende enorme superficialidad al pretendidamente realizar los comentarios correspondientes a esas notas.
En lo particular quisiera pensar que es sólo carencia de una cultura religiosa seria y profunda la que motiva ese hecho, aunque desgraciadamente en muchos casos tengo que concluir que también de parte de algunos importantes hombres y mujeres del ambiente de la comunicación social y de la política, se constata una actitud agresiva y de mala fe contra todo lo que suene a católico.
Cuando uno revisa la mayoría de los diarios y revistas de circulación semanal, cuando escucha a algunos de los comentaristas con programas de alto impacto radiofónico, o ve en la televisión programas de opinión o los famosos “talk show”, se acaba pensando que la población mexicana pretendidamente servida por tales medios, debe de ser minoritariamente católica; que la fe no ha arraigado o se ha perdido en la forma de ser y en las costumbres de la mayoría de los mexicanos; que México es nación descreída. Cuando que una de las grandes fuerzas de nuestra nacionalidad sigue estando indudablemente basada en la fe con la que reaccionamos en lo más hondo de nuestro espíritu.
Desde hace varias décadas grupos minoritarios de políticos, seudo intelectuales y personalidades de la opinión pública, han procurado transformar a través del control de los sistemas instruccional e informativo, el sentido común profundamente religioso de nuestro pueblo y así conseguir sus aviesas intenciones de control social y político.
Cuando uno ve a esos medios de comunicación social (una notable excepción es indudablemente este diario), acaba recelando si no va por muy buena senda ese propósito de acabar con uno de los principales patrimonios de este pueblo mexicano: su profunda fe y esperanza, fincados en los arraigados principios religiosos.
Si estas personas logran su objetivo, profundizarán la crisis social ya existente de fe y esperanza que son asimismo los fundamentos sobre los que descansa la dinámica social.
JUAN DE LA BORBOLLA R. / Catedrático universitario.
Correo electrónico: jborboll@up.mx