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Antojitos con sabor a México

Sopes, pozole, enchiladas y quesadillas; un deleite para disfrutar a la hora de la cena

GUADALAJARA, JALISCO (09/SEP/2012).- Las cenadurías de antojitos mexicanos son lugares en donde se conjuntan el placer y la impunidad. El placer porque ninguna persona que se precie de ser mexicana puede rechazar en algún momento de su vida un caliente plato de pozole acompañado con lechuga y limón, cuyos suaves granos de maíz y jugosa carne deberán empujarse con un vaso de agua de arroz o un refresco. La impunidad porque, aunque el estómago y los cachetes son los que terminan de pagar las deudas adquiridas con las calorías, eso no le importa tanto al comelón en turno que promete paliar sus fallas con una jornada ardua en el gimnasio que raras veces cumple.

Por las venas de Guadalajara hay lugares en los cuales disfrutar estos alimentos. En sitios cerrados y amenos; refugiados en algún rincón o a plena calle para que el sabor viaje y entre por las narices de los caminantes o los automovilistas invitándolos a romper la dieta de buena manera. Tostadas, quesadillas, enchiladas, sopes, tacos… El problema de los tapatíos no será en el gusto fino que puedan tener sino en la valentía de discriminar delicias. Zamparse un pozole a veces significa dejar afuera una chorreante quesadilla o unas enchiladas dispuestas a ser devoradas.

Las cenadurías de antojitos mexicanos son lugares en donde la convivencia familiar y el gusto por buena parte de nuestros sabores logran asirse sin desacuerdos.

En la calle sabe mejor


Taxistas, taqueros, empleados de hotel, vendedores de buñuelos: todas las personas que caminan por los alrededores de El Santuario saben en dónde está la Cenaduría Esther. No saben el nombre, pero saben que ahí está el puesto de antojitos en donde venden unas “tostadotas de panela”. Y es cierto: las tostadas que sirve Fidel Francisco García Zárate cubren todo el plato. La de panela (24 pesos) es una de las consentidas de los clientes.  Dice Fidel, que en otros negocios las tostadas son pequeñas. El pozole tampoco se compara: “Ya perdieron esa mano, esa sencillez de la gente que están acostumbrados a chiquearte. Cuando haces un pozole lo preparas con cariño, con amor. Allá lo preparan al aventón. No es lo mismo”.

Con 20 años, Cenaduría Esther es un negocio familiar en donde todos los platillos están preparados caseramente. Las enchiladas son tradicionales, las flautas son grandes y la gente se acostumbra a comer bien. Los horarios son de lunes a domingo de las 19:00 a las 00:30 horas. Fidel recomienda a quien llegue por primera vez comer un “pozolito”, que cuesta 32 pesos pero se sirve en un plato grande, el doble que en otros negocios. Y luego, para terminar de consumar el “botonazo”, continuar con una ración de sopes (seis pesos cada uno) y agua de arroz.

Cenaduría Esther (Enrique González Martínez esquina con Manuel Acuña)

Pozole con suerte y mucho sabor


Hace 19 años nació como un sueño. Acodada sobre una mesa, María Eugenia Martín del Campo recuerda sonriente cómo logro cuajar el negocio cuando luego de administrar una cremería, vio la casa ubicada en la esquina de la calle Bruno Moreno y Juan Zubarán y se dijo que ahí estaría bien vender un pozole rico como el que hace su mamá.

Resultó. Ella y su esposo hacen equipo. Ella cocina y él atiende. María Eugenia recuerda que el primer día vendieron enchiladas de queso y de carne (orden de cuatro: 35 y 32 pesos), tacos, sopes (22 y 25 pesos la orden) y desde ese día la suerte los acompañó. Después vino la crisis de los años noventa pero en 1997 repuntó. En algún momento pensaron dejar el negocio pero no, esa no era la solución.

A menos de dos décadas de distancia, tienen servicio a domicilio. Las enchiladas de queso te dejan con ganas de más y el agua de cebada te refresca. Desde el inicio no han cambiado las recetas ni la calidad ni la sazón. Todo sigue igual. Cenaduría Mexicana Mara está abierta de lunes a domingo de las 19:00 a las 23:00 horas. María Eugenia recomienda las enchiladas. En el lugar hay música “que te hace comer más rico”.

Cenaduría Mexicana Mara (Bruno Moreno #648, Colonia Jardines Alcalde)

Nunca es tarde para un rico antojo


Dice Ana Lilia David, dueña del restorán La Guayaba y La Tostada, que su especialidad es el pozole rojo acompañado de salsa habanera. Flautas, enchiladas: todo lo que vende le parece rico. Aunque sólo tiene seis meses con el negocio, cuenta que su intención era abrir antes de los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011, y es por eso que el amplio y fresco lugar está atiborrado de detalles mexicanos: cuadros con el rostro de María Félix, Tin Tán, Pedro Infante…

De rostro moreno y largas pestañas, invita a las personas a que prueben sus platillos y digan qué falta o qué sobra. La cuchara traslada a la boca una mezcla de carne, caldo con limón y granos de maíz. Al masticar los pedazos que conforman el pozole (45 pesos y el mini a 30 pesos) atrapados entre los dientes viajan entre lengua y paladar. Carne deshebrada, lengua… En minutos el platillo queda reducido a despojos y el comensal todavía tiene espacio para encargar a Liz, la cocinera, unas enchiladas de carne (la orden cuesta 25 pesos).

Al ser Las 9 Esquinas una zona en donde conviven negocios como birrierías, Ana Lilia decidió poner un negocio en donde las personas fueran atendidas con rapidez, sin hacer filas y con la intención de hacerlas regresar.

La Guayaba y La Tostada (Colón #435, Las 9 Esquinas)

Aromas para abrir el apetito


María Elena Padilla decidió poner una cenaduría por necesidad. Antes de atender el negocio que descansa sobre Avenida La Paz, unas cuadras antes de Federalismo, trabajaba en una lavandería. Le ha ido bien: “De haber sabido lo hubiera puesto mucho antes”, dice y suelta una sonrisa.

Guarecida en el interior de su cochera por temor a que comience a llover, ordena a su hija poner hielo al agua de jamaica mientras tres trozos grandes de manteca se derriten en el comal caliente. Recomienda las tradicionales enchiladas con queso y “cebollita” (cuestan cinco pesos cada una) y las de carne (a siete pesos). Sus clientes asiduos “dicen que no hago tan malo de comer”. María Elena deja a un lado la timidez y suelta una carcajada. Hoy es su cumpleaños y lo festeja trabajando: la necesidad. María Elena golpea un trozo redondo de masa que luego aplanará con un pedazo de plástico con la consistencia de la cáscara de cebolla. Una vez que queda lista le pone queso, la envuelve y desliza la futura quesadilla en el comal ardiente. Siguen las enchiladas: “Me conviene hacer enchiladas porque el olor les abre el apetito”. El pozole tiene un costo de 15, 25 y 35 pesos. En el mismo lugar ha vendido tortas ahogadas, tacos de guisado, desayunos, comidas. Nada le funcionó hasta que vendió antojitos mexicanos. Abre de lunes a domingo de las 19:00 a las 23:00 horas y si se arrima más gente el horario se extiende.

Cenaduría La Paz (Avenida La Paz #1192)

Para llenar la panza y el corazón

Para que el inmenso e inacabable pozole (57 pesos el plato grande y el mediano) llegue humeante a la mesa del hambriento comensal, Ramona, encargada del lugar, tiene que poner a remojar los granos de maíz por 12 horas para después poner cuatro kilos sobre la lumbre con tres cucharadas de cal. Ese maíz se volverá naranja y en una hora volverá a su color, ese color blanco hueso que toma el maíz cuando se hace el nixtamal. Las personas comen el pozole acompañado de carne deshebrada, limón, rábanos, lechuga y que se pasan con un vaso de agua de horchata (15 pesos) con la seguridad de que cuando terminan tendrán problemas para levantarse.

En el interior de una casa enclavada en el centro zapopano, de martes a sábado, de 19:00 a 23:00 horas, y los domingos, de 14:00 a 23:00, este negocio luce distinto desde que ingresas a él. El calor no se reduce a pesar de los pertinaces ventiladores. Hay fotos antiguas de la ciudad. Ramona saca unos tacos del aceite y las pone sobre una rejilla de metal para que se escurran. Enrolla una enchilada de carne (24 pesos cada una). Lleva un mandil blanco y el cabello jalado hacia atrás y rematado en una cola negra.

El pozole es la especialidad de la casa. Si queda estómago siguen las enchiladas y las tostadas de pata deshuesada. En minutos la fonda ya está llena y hay familias que esperan en el umbral saboreando en la imaginación los platillos que ordenarán. Se llama Doña Gavinia Escolástica porque ese es el nombre de la mamá del dueño. Además, venden tortas de pata de puerco, pierna, tamales dulces, de carne y a veces de rajas; café de olla y atole.

Fonda Doña Gavina Escolástica (Javier Mina #237, Centro Histórico de Zapopan)

PARA SABER

Los típicos platillos

Pozole . El más común se acompaña con carne de cerdo, pero puede ser pollo. Es un caldo con granos de maíz que se acompaña con lechuga, rábanos, y se le agrega picante al gusto.

Enchiladas. El secreto está en la salsa. Se trata de una torilla rellena de pollo, carne de res o cerdo o pavo y queso si así se desea. La tortilla se enrolla y se baña de la salsa. Se agrega queso espolvoreado, lechuga y más picante si es el caso.

Flautas. Son crujientes. Se trata de una delgada tortilla de maíz que se fríe y rellena de pollo, res, cerdo o la carne al gusto. Se acompaña por lechuga, crema y salsa.

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