Cinco planes para cerrar el año en Jalisco
Del océano a la montaña, pasando por la sierra y los ríos, nuestro Estado ofrece opciones para todos los gustos
Jalisco es un territorio donde converge mucho de la geografía mexicana en un solo espacio. Estado cuyos ecosistemas se despliegan entre los contrastes y las posibilidades. En cuestión de horas, el viajero puede pasar del Pacífico abierto a los bosques de niebla, de una ciudad contemporánea a pueblos donde las tradiciones siguen marcando el calendario y la vida cotidiana.
Recibir el año en Jalisco es hacerlo sin salir del estado, pero sintiendo que se recorren muchos mundos distintos. Estas cinco rutas proponen celebrar el cierre de ciclo desde lo urbano, la playa y los Pueblos Mágicos, recorriendo municipios que revelan la riqueza natural y cultural del Estado.
Pueblos Mágicos: De vuelta a la esencia
Los Pueblos Mágicos de Jalisco ofrecen distintas formas de vivir el fin de año. Mazamitla y Tapalpa, rodeados de bosques, son destinos ideales para cabañas con chimenea, cenas íntimas y noches frías que se prestan para brindar junto al fuego.
Tapalpa, en cambio, se define por su energía natural. Rodeado de bosques, cascadas y formaciones rocosas, es un destino donde el agua y la montaña marcan el paisaje. Las Piedrotas, enormes monolitos de origen volcánico, son uno de sus símbolos, y las cascadas cercanas se convierten en puntos de excursión incluso en invierno.
Como destino, Tapalpa es perfecto para quienes buscan cerrar el año entre caminatas, aire frío y noches junto a la chimenea, alojándose en cabañas que invitan a la convivencia y al descanso profundo. A menos de dos horas, Tapalpa ofrece también la cercanía de las impresionantes cascadas de Comala.
Complementando a Tapalpa, Mazamitla es, quizá, el imaginario invernal por excelencia de Jalisco. Ubicado en la Sierra del Tigre, este Pueblo Mágico se distingue por su arquitectura alpina, calles empedradas y un clima que, durante el fin de año, invita naturalmente al recogimiento. Aquí, despedir el año significa refugiarse en una cabaña entre pinos y encinos, encender la chimenea, preparar cenas largas y compartir el silencio del campo interrumpido solo por el crujir de la leña o el viento entre los árboles.
Durante diciembre, el pueblo adquiere una atmósfera especial: luces cálidas adornan el centro, los aromas de pan recién horneado y ponche se mezclan con el humo de las fogatas.
San Sebastián del Oeste y el tesoro de maple de Talpa
San Sebastián del Oeste es uno de los pueblos más evocadores de Jalisco. Antiguo centro minero, hoy conserva un aire nostálgico que se acentúa al caer la tarde. Uno de sus puntos más emblemáticos es el mirador del Cerro de la Bufa, desde donde se obtienen vistas espectaculares de la sierra y, en días despejados, incluso del océano.
El pueblo también es un referente de la raicilla, destilado tradicional de la región. Sus tabernas y pequeños bares ofrecen degustaciones que forman parte de la identidad local.
Parte de la misma ruta, sierra y bosque, es el Bosque de Maple, en Talpa de Allende, es uno de los paisajes más sorprendentes del occidente mexicano: Arces que en invierno se tiñen de rojo, naranja y amarillo con senderos cubiertos de hojas secas.
Visitarlo al cierre del año es una experiencia sensorial, marcada por el silencio, el frío y la contemplación.
Los secretos de la Costa Alegre
La Costalegre es uno de los grandes tesoros del Pacífico mexicano. A diferencia de destinos como Puerto Vallarta, aquí el desarrollo turístico ha sido limitado, permitiendo que extensos tramos de costa conserven su carácter natural.
Playas como Mayto, Los Corrales y Tehualmixtle representan ese otro Jalisco costero, donde todavía es posible caminar kilómetros sin encontrar grandes hoteles ni multitudes, y donde el contacto con la naturaleza define la experiencia.
Mayto es una de las playas más largas del Estado y forma parte de una región de enorme valor ecológico. Además de su belleza escénica, es conocida por sus campamentos tortugueros, donde comunidades locales trabajan en la protección y liberación de estos quelonios.
Visitarla a fin de año permite participar —cuando la temporada lo permite— en actividades de conservación, observar cielos estrellados sin contaminación lumínica y recibir el año entre fogatas, cenas sencillas de pescado fresco y el sonido constante del mar.
Los Corrales, por su parte, guarda un elemento histórico poco conocido: un faro construido durante el Porfiriato, que aún se alza como testigo del pasado marítimo de la región.
Tehualmixtle, más al Sur, es una comunidad pequeña donde la pesca artesanal define el ritmo diario. Aquí, el Año Nuevo se celebra de manera comunitaria, con platillos preparados al momento y una hospitalidad que hace sentir al visitante parte del lugar.
Los Altos de Jalisco: identidad y tradición
La región de Los Altos de Jalisco ofrece una experiencia distinta para el fin de año, marcada por una identidad cultural sólida y una vida comunitaria intensa.
Lagos de Moreno, con su centro histórico declarado Patrimonio Mundial, invita a despedir el año entre calles elegantes, casonas de cantera y una atmósfera serena que se presta para paseos nocturnos y cenas formales. Arandas y Tepatitlán, corazón de la región tequilera y ganadera, combinan celebraciones familiares con el orgullo por sus tradiciones. Aquí, el fin de año suele vivirse en torno a la mesa, con cocina regional, tequila y encuentros que privilegian la cercanía y el arraigo.
En Los Altos, el viajero encuentra hoteles tradicionales, haciendas adaptadas y opciones de hospedaje que conservan el carácter local. Las distancias cortas entre municipios permiten recorrer varios destinos en un solo viaje, convirtiendo la región en una ruta ideal para quienes desean despedir el año.
Naturaleza de altura: el Parque Nacional Nevado de Colima
El Parque Nacional Nevado de Colima representa el rostro más extremo y poderoso de Jalisco, un territorio pensado para viajeros que buscan algo más que descanso: una experiencia que marque el cuerpo y la memoria.
Con la cima más alta del Estado elevándose por encima de los 4 mil metros sobre el nivel del mar, este destino se convierte en opción ideal para quienes desean despedir el año desde la introspección, el esfuerzo físico y el contacto directo con la naturaleza.
Visitar el Nevado de Colima durante el fin de año es asumir un viaje distinto, reservado para espíritus aventureros y responsables.
En invierno, el paisaje puede cubrirse de escarcha o nieve, transformando el ascenso en una experiencia exigente pero profundamente gratificante. Aquí no hay celebraciones multitudinarias ni artificios: el ritual consiste en caminar, respirar y avanzar.
Uno de los momentos más simbólicos para quienes eligen este destino es recibir el primer Sol del año desde las alturas del Nevado, observando cómo la luz rompe lentamente sobre el horizonte y baña el paisaje volcánico. El acceso se realiza generalmente desde Ciudad Guzmán, que funciona como base para la exploración y donde se concentran las opciones de hospedaje, desde hoteles hasta cabañas y refugios rurales.