“Narnia” vuelve a cobrar vida con Owen Richardson
A 75 años de su creación por C. S. Lewis, la saga estrena una edición conmemorativa con un nuevo imaginario visual
A 75 años de la publicación de “Las Crónicas de Narnia”, la obra monumental del escritor británico C. S. Lewis que marcó a generaciones enteras, la saga renace bajo una nueva piel: siete portadas creadas por el ilustrador Owen Richardson, quien asume la tarea de reimaginar visualmente un mundo que ha acompañado a lectores desde 1950 con “El león, la bruja y el ropero”.
“Narnia”, ese territorio donde los animales hablan, los niños son reyes y un león llamado “Aslan” encarna la fuerza moral del universo, se ha convertido en un símbolo de la literatura fantástica. Lewis, profesor de literatura medieval y renacentista en Oxford, construyó en estos libros un puente entre la mitología clásica, la alegoría espiritual y la aventura pura que aún cautiva.
En este aniversario, la editorial encargó un nuevo imaginario visual para la saga, y la responsabilidad recayó en Richardson, un ilustrador conocido por su estilo cinematográfico y la fuerza atmosférica de su trabajo. Lo que para muchos sería una presión monumental, para él fue, primero, un impacto emocional profundo. “El momento en que escuché que me estaban pidiendo hacer estas portadas fue de gran honor. Esta es una serie muy querida, y la he conocido toda mi vida. Es como ‘El Señor de los Anillos’: una obra clásica de la literatura. Era un gran honor”, comparte en entrevista con EL INFORMADOR.
“No podía creerlo. ¿Cómo obtuve esta oportunidad? ¿Cómo era posible? Fue algo muy hermoso y estaba muy agradecido”. El anuncio le llegó —como si fuera una escena escrita por la imaginación de Lewis— mientras celebraba un aniversario con su esposa en Hawái. “Fue un gran regalo de aniversario: la oportunidad de trabajar en estas portadas”.
Para Richardson, reconstruir el universo de “Las Crónicas de Narnia” implicó volver a las fuentes. Y en ellas, asegura, hay una presencia central que lo guía todo: “Aslan”. “Lo más importante para mí fue investigar los libros y descubrir qué intentaba comunicar C. S. Lewis. El elemento esencial es ‘Aslan’. Él es el personaje central, aunque no siempre sea el protagonista; es una presencia constante que encarna el propósito y el sentido de ‘Las Crónicas de Narnia’”.
Esa figura del león —inspirada en la idea del bien y cargada de resonancias míticas universales— se convirtió en el eje desde el cual organizó la estética de cada volumen. Al mismo tiempo, buscó preservar la singularidad de cada historia: “Cada libro tiene su propio carácter, su atmósfera y sus héroes. Por eso era importante releerlos y encontrar la escena o el momento que mejor pudiera representar en la portada, el que realmente encapsulara su esencia”.
El ilustrador confiesa, con especial entusiasmo, una preferencia indiscutible: “El caballo y el muchacho”. Durante la relectura, cuenta, la imagen simplemente se le reveló, como si Lewis la hubiera dejado esperándolo entre líneas. “Cuando releí ‘El caballo y el muchacho’ pude ver la imagen con total claridad. Supe de inmediato cuál debía ser la portada. Hice el boceto muy rápido y prácticamente no cambió desde ese primer trazo. Surgió de manera muy natural”.
Pero no todos los volúmenes se ofrecieron con la misma facilidad. “Algunas de las otras portadas fueron más complejas: necesitaron muchos ajustes, muchas revisiones… A veces avanzas casi hasta el final y entonces llega una nueva dirección que obliga a replantearlo todo. Pero está bien: forma parte del proceso”.
El proceso del artista
El método de trabajo de Richardson combina disciplina y sensibilidad. No improvisa: estudia, subraya, anota y dibuja en pequeñas notas adhesivas antes de que la imagen “se evapore”. “Tengo muchos de esos bocetos”, comenta entre risas. En este proyecto trabajó con un material sólido y bien definido, lo que volvió el reto una exploración más que una imposición.
Todas las portadas fueron realizadas de forma digital, aunque aclara que sigue siendo, ante todo, un pintor. “Las ilustraciones son totalmente digitales. Sigo pintando, pero no uso IA, ni modelado, ni ningún software generador de imágenes; solo pinto con píxeles. Tengo un monitor grande que coloco como si fuera un caballete”.
La pintura digital —admite— tiene ventajas: experimentación ilimitada y la posibilidad de deshacer errores sin tener que lavar pinceles. “Aprendí técnicas tradicionales, claro, pero trabajar en digital me permite experimentar más: probar colores, enfoques, ideas sin destruir lo que ya he avanzado. Si pintas en lienzo y cometes un error, tienes que empezar de nuevo. En digital solo haces control Z y listo. La mejor parte es que no tengo que lavar pinceles ni preocuparme por derramar pintura. Mi esposa está mucho más feliz”, bromea.
“Uno absorbe lo que ve, como alimento visual”, dice cuando se le pregunta por sus influencias. Pero destaca dos nombres: William Turner, maestro inglés del movimiento atmosférico y la luz turbulenta, y N. C. Wyeth, patriarca de la ilustración clásica de aventuras. Ellos forman la base de su estilo, que combina épica, emoción, dinamismo y una sensibilidad que podría llamarse, precisamente, “narniana”.
Finalmente, Richardson sostiene que formar parte de los 75 años de “Narnia” es un honor, pero también una responsabilidad emocional. “Es un poco intimidante, porque tienes la responsabilidad de ser fiel a la memoria y al propósito de Lewis, y también a generaciones de lectores que aman profundamente estos libros… Yo solo puedo hacer una ofrenda con mi arte y esperar que sea recibida con cariño”.