Ideas

- “No me visiten”

Lo dicho ayer aquí con respecto a los “actos cívicos” tradicionales de las “fiestas patrias”, vale -con la venia del lector amable, como de costumbre- con respecto a la celebración, el próximo domingo, del Día de la Madre: sería pertinente convertir en sugerencia de aplicación generalizada, el escueto (37 palabras) pero elocuente mensaje de una ciudadana -María Vázquez, madre de siete hijos y abuela de 18 nietos-, replicado en diversos medios por el gobierno de la Ciudad de México: “A todos mis hijos, quiero que para este 10 de mayo me hagan el favor de que no me visiten. Dios nos dará licencia de volvernos a ver. Con que me manden saludar por teléfono, y gracias”.

-II-

Tangencialmente: tras difundirlo en un noticiario de televisión, uno de los conductores soltó, de bote-pronto, el comentario: “Qué triste…”. (Si lo hubiera pensado un segundo -¡un segundo solamente!- quizá su comentario hubiera sido muy diferente. Por ejemplo, “Qué sensato”).

Hay usos y costumbres que, en las circunstancias imperantes, rayan en la imprudencia. Botones de muestra: las multitudes que se desbordaron, bien hacia los expendios de pescados y mariscos en los mercados, los “días santos”, bien hacia las playas en esas mismas fechas o en el reciente “puente” por el Día del Trabajo. Si la norma suprema, aquí y en China, ha sido la “sana distancia” -en el entendido, al más puro estilo de Perogrullo, de que a mayor distancia, menor riesgo de contagio-, quebrantarla implica, ipso facto, para decirlo a la mexicana, “buscarle tres pies al gato…”.

-III-

Tampoco se trata de llegar al extremo de mensajes tremendistas como los desplegados por cierta asociación civil en “espectaculares” en la vía pública, amenazando -más que advirtiendo- que “Si solo saliste a visitar a la familia, despídete”, o que “Si me lees (por el desplegado), quizá te mueras o quizá mates a alguien”... Sí de entender que la costumbre de visitar, festejar o invitar a comer a las madres en su día, constituiría, por esta vez, una temeridad; que suena sensata, por tanto, la recomendación de dejar el habitual jolgorio anual para mejor ocasión (de hecho, el gobierno capitalino propone el 10 de julio como fecha tentativa para subsanar la omisión)… y que, al final de cuentas, es preferible lamentar que por esta vez no haya reunión familiar y resignarse a enviar los abrazos por teléfono, a lamentar -perdón por la crudeza- que dicha reunión acabe en velorio.

Temas

Sigue navegando