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* "¡Cácaro...!"

Ya se sabía que el futbol es un deporte en que unos cuantos juegan dos horas el domingo, y millones lo comentan incesantemente el resto de la semana. Por lo mismo, ahora que los jugadores entran en receso por tiempo indefinido, por las razones que son del dominio público, pareciera que la vida, para los aficionados, careciera de sentido.

Antaño, cuando en las salas cinematográficas la proyección se interrumpía —por cualquier desperfecto técnico, porque el suministro eléctrico fallaba, por cualquier otro motivo—, en todo México, en el instante preciso en que se encendían las luces de emergencia, surgía, espontánea, la misma reacción:

—¡Cácaro…! —bramaba, en automático, alguien en la sala.

(Se aludía —valga la aportación cultural— al primer operador de proyectores cinematográficos mexicano que alcanzó notoriedad, y de quien se ignoraba el nombre pero no el apodo: “Cácaro”; por cacarizo: marcado de viruela).

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El recurso no aplica para la suspensión de los partidos de futbol en todas las ligas del mundo, porque en los estadios hay, ciertamente, un judas oficial –los árbitros, cuyas madres son las pocas personas que celebran las repercusiones futbolísticas de la contingencia actual—, pero no un culpable de anomalías tan insólitas como las presentes.

Viene lo anterior al caso de declaraciones como las que han hecho dirigentes de la Premier League, la UEFA y la Asociación Europea de Clubes (ECA) y aun de la Liga MX, especulando sobre la duración que pudiera tener la disposición que apenas la semana pasada comenzó a aplicarse.

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Aventurar que pudiera volverse a la normalidad a tiempo para que los campeonatos finalicen el 30 de junio, no pasa de ser un buen deseo. Se quisiera que así fuera, porque da la casualidad de que se trata del término marcado como límite en los contratos vigentes, tanto de los jugadores como de los patrocinadores con los clubes, aun en los casos de contratos multianuales. Si ese plazo no se cumple, habría necesidad de hacer ajustes que por el momento no están previstos.

Puesto que se trata —valga la reiteración— de un buen deseo, habrá que convenir en que si esas previsiones no se cumplen, es probable que haya complicaciones, conflictos incluso… pero también, al final de cuentas, en que el futbol, tarde o temprano, volverá a ser lo de siempre: la más importante de las cosas de este mundo que no tienen la menor importancia.

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