Ideas

* Euforia

Era el partido eterno: no terminaba nunca… Fueron 90 minutos como anticipo de las penas del Purgatorio (suponiendo que éste exista): 90 minutos en que se tuvo casi siempre la sensación de que el gol de la derrota —versión futbolera de la espada de Damocles— era inminente, en tanto que el de la victoria era prácticamente imposible, habida cuenta de la especie de maldición que en las competencias domésticas parece perseguir al Guadalajara desde que celebró la conquista de su campeonato más reciente.

Las celebraciones que hubo tanto en la cancha del Red Bull Arena como en la banca de las “Chivas”, el martes, cuando el silbatazo del guatemalteco Walter López ahuyentó los demonios y puso fin a la pesadilla, se explican plenamente. Como se explica que esas celebraciones se reeditaran dos horas más tarde, al consumarse el fracaso del América en su afán de coprotagonizar la deseable “Final mexicana” de la Liga de Campeones de la Concacaf.

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Aunque se sepa que la Liga es el campeonato por antonomasia y que la Concachampions sería más bien una monserga para los equipos mexicanos si no implicara el discutible aliciente de permitir el acceso al Mundial de Clubes, es obvio que, hoy por hoy, dirigentes, jugadores y simpatizantes del Guadalajara tienen legítimos motivos de orgullo… y que son objeto de la envidia (entendida como “dolor por la felicidad ajena”) de sus colegas americanistas, vencidos y humillados por el Toronto, actual campeón de la MSL.

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La FIFA, hasta donde se sabe, cocina proyectos para dar al Mundial de Clubes el atractivo y el prestigio que hasta ahora no ha conseguido: un torneo que se disputaría cada cuatro años, con la participación de 24 equipos, mediante un método de eliminatorias o de selección que asegurara que fueran, en efecto, los mejores del mundo, y que propiciara un sistema de competencia equitativo, con igualdad de posibilidades para todos.

Sin embargo, eso sucedería hasta el año 2021. Lo que significa que el Guadalajara, en el deseable caso de que superara al Toronto y clasificara para el de este año, estaría todavía condenado a disputar contra un adversario africano o asiático el discutible privilegio de servir de carne para los leones —los campeones de la Conmebol y de la UEFA—, a los que se dan todas las facilidades, con el procedimiento aún vigente, para que uno de ellos sea el niño-dios del Nacimiento.

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