Ideas

El Partido Comunista Mexicano y la necesidad de las ideas

En los años setenta y ochenta, la izquierda no era un bloque monolítico, sino que albergaba facciones estalinistas y heterodoxas; en su seno había las más diversas corrientes marxistas. Como insiste Marco Antonio Cortés, no era lo mismo iniciarse en el marxismo por la vía de los manuales (como los de Marta Harnecker o los propagandistas soviéticos) que mediante la lectura de marxistas sofisticados como Antonio Gramsci o Herbert Marcuse (en las excelentes traducciones de Juan García Ponce).

En América Latina coexistían, pues, marxistas e izquierdistas desde los más radicales hasta los más autocríticos y humanistas. Paralelamente, en el resto del mundo había partidos comunistas ultraortodoxos y democráticos y modernos. El Partido Comunista Mexicano (PCM), sobre todo a partir de 1968 y bajo la dirección de Arnoldo Martínez Verdugo, se convirtió en uno de estos últimos.

El PCM fue uno de los pocos partidos comunistas de América Latina que condenó la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968, exhibiendo un notable antidogmatismo. Apoyó, además, al movimiento estudiantil del 68 y se acercó al eurocomunismo italiano y francés, antisoviético y pluralista.

En una época de guerrillas y extremismos políticos, la candidatura de Valentín Campa a la presidencia de la república en 1976 puso de manifiesto la vocación pacifista del PCM. A pesar de no tener registro y de que López Portillo era el único candidato legal en la contienda (el PAN no postuló a nadie), el PCM mostró una gran madurez política, disposición a la competencia electoral y talante democrático. La candidatura de Campa contribuyó a destacar la necesidad de elecciones auténticas y fue un acicate para la Reforma política del 77 y, por lo tanto, para la transición democrática.

En 1979, el PCM condenó la invasión soviética de Afganistán. Y a principios de la década de los ochenta —recuerda Mara Nadiezhda Robles— el Partido rechazó el ideal de la dictadura del proletariado para afirmar el “poder obrero democrático”. El PCM fue, por ende, un partido más socialdemócrata que comunista, o más heredero de los mencheviques y de Eduard Bernstein que del bolchevismo y de Lenin. Asimismo, fue lo suficientemente generoso e inteligente para formar parte de un necesario proceso de unificación política de las izquierdas que desembocó en la creación del PSUM en noviembre de 1981.

Digna es de subrayarse, sobre todo, su vocación por las ideas y la discusión. Christopher Domínguez Michael sostiene que “[d]ebe darse crédito al PCM por las actividades de su XIX y penúltimo Congreso de 1981, donde por primera vez en México un partido ofreció una discusión pública de sus ideas” (“Recuerdos del Partido Comunista”). Fruto de ese espíritu ilustrado fue la publicación de El Machete, dirigida por el heterodoxo Roger Bartra, así como la promoción de causas feministas y ecologistas, hoy plenamente vindicadas.

Actualmente, los partidos políticos en México carecen de la vocación intelectual que asumieron el PCM y un importante sector de la izquierda durante los setenta y ochenta. ¿Cuántos partidos debaten públicamente sus estatutos e idearios? Nunca será baladí recordar que las ideas no sólo habitan en las mentes de sus creadores: poseen efectos prácticos e históricos.

La era de la imagen y el video no ha anulado la necesidad del pensamiento y la discusión pública vigorosa. La actual crisis civilizatoria es, en gran parte, consecuencia de ideas arcaicas, superadas por las condiciones sociales actuales; la pobreza teórica de los partidos, y su fascinación por las redes sociodigitales, es sintomática de esta crisis. La virtual inexistencia de lo que Carlos Illades llama “la síntesis entre el intelectual y el militante” (figuras como Carlos Pereyra, Adolfo Sánchez Rebolledo o Carlos Castillo Peraza) evidencia tanto la bancarrota intelectual de los partidos como la irrelevancia pública de muchas investigaciones sociales.

“A la distancia —escribe Domínguez Michael—, cabe decir que la cultura política mexicana se vio beneficiada por la brevísima primavera del PCM”. Frente a izquierdas autoritarias y frívolas, así como a derechas insensibles y sin imaginación, el Partido Comunista Mexicano —su proceso de reconversión socialdemócrata y sus aportes a la transición democrática— amerita una revaloración en nuestro tiempo. Ello supone estudiar y reconocer a figuras como Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta, Eduardo Montes Manzano, Samuel Meléndrez Luévano, Gilberto Rincón Gallardo, Arturo Martínez Nateras, Carlos Pereyra Boldrini o Roger Bartra, militantes destacados del PCM.

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