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Madres buscadoras

Si a algún sujeto social habría que reconocer este año 2025, es sin duda a las madres buscadoras que se han organizado por todo el país para dar con el paradero de sus hijos desaparecidos. No es el primer año que se organizan y nos demuestran día a día su duro y doloroso trabajo como madres buscadoras en el un país que no sólo ha desaparecido a más de 130 mil personas, sino que al mismo tiempo ha estigmatizado, criminalizado, amenazado y hasta asesinado a decenas de buscadoras.

La labor de las madres buscadoras es loable al extremo. A pesar de su enorme dolor sacan fuerzas desde el amor por sus hijos ausentes para hacer todo lo posible por buscarlos y dar con ellos. Hemos escuchado miles de veces en sus actividades y manifestaciones que los buscan porque los aman y no pueden vivir cada día con la angustia de saber si ya comieron, si pueden dormir, si están bien o si han sido maltratados.

Desde que les llega la terrible confirmación que de que perdieron el contacto con sus hijos, o en el momento que son testigos de la desaparición forzada de ellos, las madres buscadoras inician una historia de búsqueda que lamentablemente parece volverse interminable por las trabas burocráticas o peor aún, la complicidad de amplias franjas del aparato de gobierno con el crimen organizado, conformando así una enorme maquinaria de desapariciones que se alimenta del lucro, la impunidad y la deshumanización.

Las madres buscadoras acuden casi de inmediato a levantar una denuncia ante las autoridades correspondientes esperando que con ello se active un mecanismo de búsqueda que debería ser inmediato y eficaz. Debería, pero no es así por lo que desde los primeros días de las desapariciones, las madres buscadoras comienzan a hacer la labor que el Estado debería de llevar a cabo: comienzan a reunir información, a buscar testigos, a pedir videos de la cámaras de video vigilancia y las sábanas de llamadas de los teléfonos celulares y llevan esa información al Ministerio Público para acelerar las búsquedas. Para decepcionarse más adelante porque se enteran de que les cambiaron de Ministerio Público por lo que tienen qué esperar que el nuevo agente conozca del caso y a esperar que avance la investigación.

Entre tanto, también acuden a los Servicios Médicos Forenses deseando no encontrar a sus hijos, pero a la vez ilusionados de que sus muestras forenses pueden coincidir con cuerpo pendiente de identificar en los Semefos.

Pero muchas veces la maquinaria burocrática encima otra capa de dolor y victimización a las madres buscadoras cuando les dice que el cuerpo su de hijo estaba en sus cámaras desde hace dos o hasta ocho años, tiempo que la madre y familia buscadora pudieron haber cerrado el duelo al encontrar a su hijo desaparecido. Es increíble e indignante que la indolencia burocrática castigue así a a una madre buscadora.

Por eso han organizado decenas de colectivos de familias buscadoras en Jalisco y cientos en el país: por un lado para acompañarse, abrazarse y ayudarse a encontrar a los suyos. Por otro lado para aprender lo que sea necesario para seguir buscando a sus hijos. Aprenden inteligencia policial, antropología forense, derecho para litigar por sus hijos y exigir a las autoridades que hagan lo que tienen qué hacer para encontrar a sus hijos.

El amor por sus hijos, su esperanza de encontrarlos y la indolencia y complicidad de las autoridades han obligado a las madres en volverse expertas en buscar en campo. Salen a las zonas periféricas de la ciudad, o veces en fraccionamiento deshabitados, para “prospectar” el terreno (ya aprendieron lenguaje técnico), hacer plan de exploración y luego de excavación. Aprendieron que el uso de herramientas básicas como una pala o una varilla en T, puede dar con un lugar que tenga indicios u olores de un enterramiento clandestino. Y después de orar y encomendarse a sus creencias, empiezan el trabajo colectivo de escarbar. Probablemente las madres buscadoras han encontrado más cuerpos de personas desaparecidas, es decir de sus hijos, que todo el aparato burocrático completo. Este es un acervo de técnicas de búsqueda que ya se exporta a las madres buscadoras de Siria.

Y por eso, tienen derecho a salir a las calles a manifestarse o incluso a cerrar calles y oficinas, para exigir al Estado y a una clase gobernante que vive cómodamente del dinero de la sociedad, que haga su trabajo, que busque en vida a sus hijos, que detenga las desapariciones, que identifique a los cuerpos guardados en los Semefos y que castigue a quienes desaparecen a sus hijos, especialmente si estos son policías municipales, estatales o investigadores, o soldados o marinos y que los lleve ante la justicia para que purguen una pena.

Este es un reconocimiento, a las madres buscadoras, que no debería existir porque ningún hijo de todas ellas debería estar desaparecido. Pero este es el triste y doloroso país que tenemos en estos tiempos aciagos, pero el amor y el valiente esfuerzo de las madres buscadoras es a la vez una luz de esperanza para que esta aciaga realidad puede cambiar lo más pronto posible en este país.

rubenmartinmartin@gmail.com

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