Hermosillo, primera aduana complicada para los Charros, que van por el bicampeonato
Hay rivales incómodos, hay plazas difíciles y además está Hermosillo, que no pertenece a ninguna de esas categorías, pues Hermosillo es un examen, es uno de los lugares donde el béisbol mexicano pone lupa, memoria y exigencia, especialmente sobre quien pretende llamarse campeón.
Naranjeros no es solo el rival en turno de los Charros de Jalisco., es la organización señera y más ganadora del béisbol invernal mexicano, la que más títulos presume, la más consolidada en el tiempo. En la Liga Mexicana del Pacífico, Hermosillo no compite por temporadas: compite por legado.
Y el calendario no concede respiro. La primera serie de playoff inicia para Charros los dos primeros días del año nuevo 2026, justo en el Estadio Fernando Valenzuela enfrentando a los Naranjeros, ahí el campeón defensor tendrá que presentarse con el pulso firme. No hay tiempo para “sentir” la postemporada: o se entra en ritmo desde el primer lanzamiento o el escenario empieza a inclinar la balanza.
El simbolismo del estadio añade otra capa. El antiguo Estadio Sonora hoy honra a Fernando Valenzuela, el mayor ícono del béisbol mexicano, quien además jugó con Charros en la Liga Mexicana de verano a inicios de los noventa. Historia cruzada, memoria compartida y presión añadida. Jalisco visita una casa ajena que lleva nombre propio.
Hermosillo no necesita intimidar con palabras. Intimida con rutina. Con una afición que sabe cuándo apretar. Con noches frías que endurecen brazos y acortan swings. Con una estructura que no se descompone si va abajo en el marcador. Ahí los juegos no se rompen de golpe: se erosionan entrada a entrada.
Para Charros, el planteamiento es claro desde el arranque: mantener los juegos cerrados en Hermosillo. Ganar uno de los dos primeros encuentros cambia todo. Ganar ambos sería un golpe brutal. Perderlos obliga a jugar con la soga al cuello.
Después viene el traslado a Zapopan, donde la serie se reanuda los días 4, 5 y 6 de enero. Tres juegos consecutivos en casa que pueden ser salvación o simple extensión de la agonía. Si Charros llega con vida, su estadio puede convertirse en aliado. Si llega golpeado, la presión se multiplica.
Y si la serie lo exige, el desenlace sería de regreso en Hermosillo los días 8 y 9 de enero, otra vez en territorio hostil, otra vez bajo el escrutinio máximo. Volver ahí, con la serie en juego, es el escenario más duro que puede enfrentar un campeón.
En ese trayecto, el pitcheo lo es todo. La rotación abridora no está llamada a dominar, sino a sostener. Evitar daños tempranos, impedir que el estadio se encienda y permitir que el juego llegue vivo a las últimas entradas. En Hermosillo, eso es sobrevivir.
El bullpen será el verdadero termómetro. En playoffs los relevistas no solo lanzan; administran presión, ruido y silencios incómodos. Un solo mal relevo puede incendiar una serie. Uno bueno puede apagar un estadio entero.
Pero ninguna figura concentra más miradas que Benjamín Gil.
Gil es un manager probado, campeón con Charros, conocedor del juego. Nadie discute su valía. Pero también es polémico, frontal, a veces fanfarrón, y ese perfil, en escenarios de máxima presión, se vuelve un arma de doble filo.
Porque si bien ya levantó el título invernal, no ha sido infalible cuando el reflector es más crudo. El antecedente pesa: la final de la Liga Mexicana de verano 2025 frente a Diablos Rojos. Una serie perdida con claridad, donde el equipo se desdibujó y donde afición y cronistas señalaron directamente al dugout. Decisiones cuestionables, manejo errático del pitcheo y la sensación de que el momento superó al planteamiento.
Ese recuerdo no desaparece. Viaja con él a Hermosillo.
Enero no perdona discursos. Es el mes de las decisiones inmediatas: cuándo jalar al abridor, cuándo apretar el bullpen, cuándo jugar pequeño y cuándo soltar a los bates. En plazas como Hermosillo, dudar cuesta juegos.
Del otro lado, Naranjeros es exactamente el tipo de rival que castiga al campeón que titubea. No necesita dominar, solo presionar. No requiere grandes ofensivas, solo oportunismo. Es un equipo diseñado para enero, para partidos cerrados y para errores ajenos.
Para Charros, la misión es brutalmente simple: salir vivos de Hermosillo en los días 1 y 2. Todo lo demás se construye a partir de ahí. Zapopan puede ayudar, pero no corrige un inicio fallido. Y volver al Estadio Fernando Valenzuela con la serie en juego es una prueba solo apta para equipos con nervios de acero.
Porque Hermosillo no solo elimina equipos. Examina campeones.
Y cuando caiga el primer out el 1 de enero, no solo comenzará una serie de playoffs. Comenzará el juicio real sobre este Charros… y sobre su manager, en el escenario que mejor distingue a los campeones de los recuerdos.
@salvadorcosio1
bambinazos61@gmail.com