El próximo 25 de diciembre de 2025 llegará a las salas mexicanas “La celda de los milagros”, una película de drama que se adentra en la injusticia, la fe y la capacidad humana de resistir cuando todo parece perdido. Protagonizada por Omar Chaparro y Natalia Reyes, y dirigida por Ana Lorena Pérez Ríos, la cinta es una coproducción México-Colombia filmada en locaciones colombianas que recrean un pueblo del sur de México. La historia es una adaptación de la película surcoreana “Miracle in Cell No. 7”, reinterpretada desde un contexto latinoamericano marcado por la violencia, la arbitrariedad del poder y la fragilidad de los más vulnerables.Chaparro interpreta a “Héctor”, un hombre con una discapacidad neurológica que vive una vida sencilla junto a su hija “Alma”, hasta que es acusado, de manera injusta, de un crimen que no cometió. Separado de su hija y arrojado a un entorno hostil, “Héctor” debe aprender a sobrevivir en la cárcel mientras su inocencia y su amor paternal comienzan, poco a poco, a transformar a quienes lo rodean.Para Omar Chaparro, el primer vínculo con el proyecto fue profundamente emocional. El actor, en entrevista con EL INFORMADOR, explica que su forma de elegir personajes está marcada por una conexión inmediata con el material: “A mí me pasa algo muy particular: empiezo a leer los guiones y, en las primeras páginas, conecto o no conecto. Me doy cuenta cuando eso sucede porque empiezo a querer interpretar al personaje, no solo leerlo”, explica.“Con esta película, inmediatamente empecé a hablar como hablaría ‘Héctor’, lo empecé a interpretar de manera involuntaria. Fue una experiencia muy rica imaginarme haciendo un personaje tan opuesto a lo que he hecho antes. Me dio un poquito de miedo, porque sabía que tenía que salir de la zona cómoda, pero al mismo tiempo me emocionó. La verdad es que terminé llorando con el guion, y eso no siempre sucede”, agrega.A lo largo de su carrera, Chaparro ha sido identificado con la comedia y el entretenimiento popular. “La celda de los milagros” lo coloca en un registro distinto: un drama contenido, emocionalmente exigente, donde el silencio, la vulnerabilidad y la mirada del personaje tienen tanto peso como los diálogos. Sin embargo, lejos de concebir este proyecto como un “punto de quiebre” o una estrategia de reposicionamiento artístico, el actor evita encasillarlo dentro de una narrativa de transición profesional.“Prefiero no hacerme esa pregunta. A mí me gusta preguntarme cuál es el siguiente personaje”, dice. “Es bonito entregarte y saber que diste lo mejor. Uno aprende con los años, y prefiero no hacerme esas preguntas. Que sea lo que tenga que ser”.Uno de los mayores retos interpretativos de la película es el doble encierro que vive “Héctor”: el físico, impuesto por la prisión clandestina, y el psicológico, derivado de su condición neurológica y de la conciencia —fragmentada pero persistente— de su responsabilidad como padre.Desde esa lógica, “Héctor” no es un adulto “disminuido”, sino un niño atrapado en el cuerpo de un hombre, cargando una responsabilidad emocional que rebasa su capacidad cognitiva pero no su capacidad de amar.Chaparro profundiza en esa tensión interna que define al personaje: “Fue un personaje bastante complejo”, asegura. “Creo que algo que nos ayudó muchísimo fue construirlo inspirado no en ningún paciente con alguna condición mental, sino más bien en cómo se comporta un niño de cinco años. Esto fue por sugerencia de la directora. Desde ahí me ayudó mucho a construir al personaje. Es un hombre de cuarenta y tantos años, pero mentalmente tiene cinco. Sin embargo, él sabe que es papá. En el fondo sabe que tiene la responsabilidad de su hija. Entonces, ¿cómo tolera este niño esa frustración, ese miedo, ese pánico? ¿Cómo lo vive? ¿Como adulto, como niño o como ‘Héctor’? Esa era mi tarea: darle vida a este personaje, generar emociones muy fuertes y, sobre todo, que nunca perdiera la esperanza de reencontrarse con su hija”.Más allá del trabajo actoral, “La celda de los milagros” se presenta como una película que apela a las emociones del espectador. Chaparro entiende el cine como un espacio donde lo intangible —las emociones, las heridas, la esperanza— puede generar transformaciones profundas. “Cada película es una universidad intensa para mí. Son dos o tres meses de preparación muy fuertes. Estar con otros actores y otros seres humanos te hace ver realidades distintas y te ayuda a abrir la empatía”, dice. “Es muy bonito como actor trabajar con cosas intangibles. No trabajamos con objetos, sino con emociones, y con ellas construyes personajes. Nunca sabes a cuánta gente pueden tocar estas historias”.A pocos días del estreno, Chaparro se muestra sereno y agradecido, celebrando no solo la película, sino la posibilidad de unir dos facetas esenciales de su vida artística: la actuación y la música. Para “La celda de los milagros” compuso e interpretó el tema “Alma de mi alma”, reforzando el vínculo emocional con la historia.“Estoy muy contento. Creo que hicimos una película muy linda. Estoy orgulloso de lo que hemos hecho este año y de que se hayan juntado mis dos profesiones”, finaliza.