El regreso a Pandora no es solo un acontecimiento cinematográfico: es una experiencia colectiva que vuelve a reclamar su espacio en la oscuridad de las salas. “Avatar: Fire and Ash” llega este 18 de diciembre a los cines de todo el mundo, incluyendo México, con una promesa clara: prolongar una de las sagas más influyentes del cine contemporáneo y demostrar que, en plena era del consumo fragmentado, el espectáculo compartido sigue teniendo sentido.James Cameron filmó una película de más de tres horas de duración, concebida de nuevo para verse en 3D y sin recurrir a escenas generadas por inteligencia artificial. Una apuesta consciente por el trabajo artesanal y por una tecnología que, como en las entregas anteriores, no busca deslumbrar por sí sola, sino estar al servicio de la emoción.Para Oona Chaplin, una de las grandes incorporaciones de esta tercera entrega, el secreto del fenómeno “Avatar” reside en algo profundamente clásico. “He reflexionado mucho sobre lo similar que es James Cameron a Charlie Chaplin”, afirma la actriz en una entrevista. “Los dos son pioneros de la tecnología, cada uno con lo que tenía a su disposición. Pero también los dos son contadores de historias que se centran sumamente en el corazón y en la condición humana”.La comparación no es casual. Nieta de Charles Chaplin e hija de la actriz Geraldine Chaplin, Oona reconoce en Cameron esa capacidad casi primitiva de llegar a todos los públicos. “Charlie Chaplin hizo llorar y reír al mundo entero y nos unió en el sentimiento, que es algo que en su momento parecía imposible. Pero James Cameron, con ‘Avatar’ sobre todo, ha hecho algo similar con la inspiración”, explica. Inspiración que se traduce en un deseo compartido: “las ganas de ser azules”.En “Fire and Ash”, ese azul emblemático de los Na’vi se transforma. La historia introduce al Pueblo de las Cenizas, un nuevo clan que rompe con la imagen luminosa asociada hasta ahora a Pandora. Su líder es Varang, el personaje interpretado por Chaplin, una figura imponente, feroz y profundamente marcada por la pérdida.“Nunca la afronté como malvada”, subraya la actriz. “Para mí fue un ejercicio descubrir cuál es su motor, cuáles son sus motivos”. Varang no actúa desde la crueldad gratuita, sino desde una convicción inquebrantable. “Tiene una intención muy potente. Cuando se centra en algo es imparable”, añade Chaplin, que reconoce haber encontrado en ella cualidades que incluso le han servido en su vida personal, como la determinación y la integridad.Lejos del maniqueísmo, la actriz considera que Varang comparte más rasgos con Neytiri de lo que parece. “En realidad es muy parecida a ella, pero ha tenido que cerrar el corazón porque ha sufrido un trauma que no ha podido superar todavía”, apunta, dejando entrever que su arco narrativo podría evolucionar en futuras entregas. El listón comercial de “Avatar” es tan alto como su ambición artística. Sam Worthington y Zoe Saldaña repiten como Sully y Neytiri en la tercera entrega de “Avatar”, en la que aparecen nuevos personajes, como la villana Varang (Oona Chaplin) y en la que la tribu de los Na’vi vuelve a estar amenazados por los humanos.Sin duda, James Cameron busca reeditar el éxito de las dos primeras películas: la original de 2009 que es la más taquillera de la historia del cine, con dos mil 923 millones de dólares, y la de 2022, “The Way of Water”, en tercera posición, con dos mil 343 millones de dólares.Cameron no solo continúa una saga: insiste en una idea del cine como experiencia total, como relato capaz de cruzar fronteras culturales y emocionales. En palabras de Oona Chaplin, “Avatar” logra algo que parecía imposible en un mundo fragmentado: “Unir a todos los espectadores”.Y mientras Pandora vuelve a desplegar su fuego y su ceniza, el cine reclama, una vez más, su lugar como territorio común donde imaginar otros mundos para entender mejor el nuestro.Desde su primera película en 2009, “Avatar” ha construido un relato de ciencia ficción atravesado por una fuerte conciencia ecológica y política. En esta nueva entrega, esa lectura se vuelve aún más explícita. Chaplin recuerda con especial impacto una escena en la que el militar Miles Quaritch (Stephen Lang) entrega armas a Varang y a su pueblo.“Me impactó, porque casi se me había olvidado… y es algo que está sucediendo ahora y que ha sucedido tantas veces”, lamenta. “Las metralletas acaban en las manos de niños. Estados Unidos en este momento está armando a Ucrania y a todas partes”. Pandora, una vez más, funciona como un reflejo incómodo del mundo real, donde la violencia se perpetúa bajo discursos de poder y supervivencia.Para Oona, la complejidad moral de Varang ha llevado a comparar al personaje con figuras históricas como la Malinche, una mujer indígena clave en la conquista de México. Chaplin no rehúye el paralelismo; al contrario, lo abraza. “Este es uno de los personajes que yo quiero interpretar”, confiesa. “Sería tan increíble porque es una historia igual de compleja, como lo era la de Cleopatra”.La actriz muestra así su interés por personajes femeninos situados en zonas grises de la historia, mujeres poderosas que fueron juzgadas durante siglos desde narrativas simplificadoras, cuando en realidad estuvieron atrapadas en contextos de dominación, violencia y traición.