La austeridad como premisa en el manejo de las finanzas públicas es, sin duda, una virtud. El ciudadano común aprecia esa práctica, en la misma medida en que reprueba el desorden y el dispendio en el gasto público…-II-Hace un año, cuando Andrés Manuel López Obrador, recién electo Presidente, ratificó que para impulsar el desarrollo del país no habría necesidad de aumentar impuestos en términos reales porque a ese efecto se destinaría todo lo que se ahorraría mediante el combate a la corrupción y la abolición de los privilegios de la burocracia “de angora” -una de sus más aplaudidas banderas de campaña-, hubo dos tipos de reacciones: de aprobación, porque eran públicos y notorios tanto el abuso como la ineficiencia de los gobernantes de las administraciones anteriores, de todo signo; …y de escepticismo, porque la sabiduría popular enseña que “del dicho al hecho hay un largo trecho”.A un año de la jornada electoral y a siete meses del inicio formal de la administración sexenal, la austeridad implementada como norma suprema y absoluta sigue en el centro del debate. La renuncia de Germán Martínez a la Dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social, en mayo, encendió luces amarillas. Los efectos de recortes presupuestales a rajatabla -“con machete, no con bisturí”, como han dicho los críticos- pueden ser funestos. Postergar cirugías; suspender programas de prevención y atención temprana de enfermedades (como el cáncer cérvico-uterino, segunda causa de muerte en el país); comprometer los tratamientos médicos a causa del desabasto de medicamentos -por mínimo que sea, según las declaraciones oficiales- en las clínicas; invitar a los pacientes a la automedicación, los tratamientos alternativos -de muy dudosa eficacia- e incluso al abandono de los mismos, ante la saturación los consultorios en los hospitales de primer nivel y la postergación sistemática de estudios y tratamientos -el pan de cada día de infinidad de “derechohabientes”-, es jugar a la ruleta rusa con la salud y aun con la vida de miles de personas.-III-Los analistas en políticas públicas concuerdan en que la imposibilidad de evaluar los impactos de las medidas de austeridad dispuestas por la actual administración es, por decir lo menos, preocupante. Hay consenso, empero, en que ahorrar por ahorrar en temas de seguridad, incrementa la delincuencia; en temas de educación, la ignorancia; en temas de salud, la enfermedad y la muerte.Moraleja de la historia: lo más barato no necesariamente es lo más conveniente.