Jueves, 09 de Octubre 2025

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- El Chiquihuite

Por: Jaime García Elías

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Hasta hace una semana, el Cerro del Chiquihuite era, en términos generales, un ilustre desconocido. Desde el jueves, la prensa nacional, al menos, se ha ocupado de él en forma prolija y reiterativa...

Dicho cerro se ubica en Tlalnepantla, Estado de México; es una parte marginal de la mancha urbana de la Ciudad de México, pues. En una de sus laderas, por obra y (des)gracia del incontenible, monstruoso crecimiento de la urbe, fue tomando forma -refieren las notas de prensa- “un cúmulo de viviendas abigarradas, construidas sobre una empinada ladera llena de estrechas callejuelas y escaleras”. En ellas residen cientos de familias; miles de personas... Las lluvias torrenciales, el sismo más reciente y el paso del tiempo ocasionaron un deslave. Las rocas, hasta de unas 200 toneladas, sepultaron varias viviendas. El saldo trágico, dadas las dimensiones de la contingencia, se antoja leve: una persona fallecida y tres desaparecidas.

-II-

El Atlas de Riesgo de la Coordinación Estatal de Protección Civil puntualiza que el asentamiento afectado se encuentra en “una zona de deslave”, al pie de “un domo volcánico constituido por rocas muy intemperizadas, fuertemente fracturadas y afalladas” (afectadas por los movimientos geológicos ocurridos en la zona). Aunque las autoridades advierten el peligro de nuevos deslaves por “ligero desplazamiento en laderas del cerro y grietas en rocas” y piden retirar a la mayoría de los rescatistas, 27 familias se resisten a evacuar la zona; otras estiman que hay desinformación. Finalmente, los especialistas indican que los mapas de riesgo son obsoletos e insuficientes: “se les ve como requisito burocrático, pero no como una norma de cumplimiento obligatorio”.

-III-

Bien. El caso es que tanto las recientes inundaciones en varios municipios de los estados de México, Hidalgo, Oaxaca, Colima, Baja California Sur y aun de Jalisco (las colonias Miramar y Arenales Tapatíos, de Zapopan, y ocho de Tlaquepaque en que más de 560 viviendas resultaron anegadas por las lluvias torrenciales), son pruebas fehacientes de las temeridades -suicidios en grado de tentativa- cometidas por el hombre en nombre de la necesidad.

Que la gente improvise viviendas en las laderas de montañas propensas a deslavarse o en los antiguos cauces de arroyos que muy probablemente recuperarán esa condición en cuanto haya lluvias intensas, como las registradas en el presente temporal, no exime a la autoridad de la obligación no solo de advertir sobre los riesgos, sino de evitarlos a toda costa.
Vale reiterarlo: “Dios perdona siempre; los hombres, a veces; la naturaleza, nunca...”.
 

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