Muchos franeleros, limpiaparabrisas y limosneros pueden decir de sí mismos que se ganan honestamente la vida; que si se dedican a esos oficios y no a otros que a cambio de un salario y hasta “prestaciones de ley” les impongan un horario, les fijen ciertas reglas o requieran determinada escolaridad, documentos, habilidades o conocimientos, es, por una parte, porque carecen de ellos, porque prefieren moverse con entera libertad…, y, por otra, porque probablemente en estos subempleos u oficios marginales, como también se les conoce, obtienen mejores ingresos.-II-De oficios como los referidos se dice que constituyen “la antesala” o “el último paso antes de la delincuencia”. Las estadísticas no dan datos al respecto, porque quienes los ejercen son escurridizos, y porque en los censos -si es que se consigue “capturarlos” para esos efectos- pueden ocultarse en el muy genérico rubro de “obreros”.Si es prácticamente imposible llevar un registro de ellos y someterlos a un determinado control, sí es innegable, porque se percibe a simple vista, que proliferan en las grandes ciudades; que parecen surgir por generación espontánea; que son una consecuencia social derivada, primero, de la multiplicación exponencial de los automóviles -a los que ellos dicen cuidar u ofrecen lavar a quienes los estacionan en la vía pública, o limpiar los parabrisas en los semáforos-, y, después, de la falta de oportunidades laborales dignamente remuneradas.-III-Las autoridades se ven atadas de manos para combatir ese fenómeno -puesto que intrínsecamente no se trata de actividades que pudieran calificarse de ilegales ni mucho menos delictivas-, o, al menos, para acotarlo, controlarlo e impedir que, así sea en casos aislados, algunos franeleros -o “viene-viene”, como también se les designa- se coludan con delincuentes para facilitarles el robo de autopartes u objetos que los propietarios dejan en el interior de los vehículos, y de los vehículos mismos.Que los propios vecinos, en algunas zonas -los comerciantes del barrio de Santa Tere, por ejemplo-, hayan establecido mecanismos para identificarlos y controlarlos, no ha reducido de manera significativa la incidencia de robos y abusos en las mismas. No se ha encontrado, pues, la fórmula que beneficie tanto a los automovilistas, en cuanto usuarios de espacios públicos, como a quienes están en todo su derecho de ejercer un oficio digno, por humilde que sea…, ni que cancele el riesgo, en caso de que se prohíba, de que den el corto paso que los separa de la delincuencia.