Cuando las autoridades educativas, de conformidad con las sanitarias, tomaron la decisión de sustituir las clases presenciales por la modalidad “a distancia”, el pasado mes de abril, para reducir el contacto físico en las aulas y, en consecuencia, los posibles contagios de COVID-19, se apuntó que la medida sería un arma de dos filos: desde la perspectiva inmediata de la salud pública, sería un acierto; daría, en ese aspecto, los resultados apetecidos; pero, por contrapartida, podría tener efectos lamentables en el desarrollo social y emocional de los estudiantes.-II-El tema viene al caso por los resultados que arrojó el estudio realizado por el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco, mediante las redes sociales, entre 436 estudiantes de 51 municipios de Jalisco (EL INFORMADOR, XI-11-20), 58.7% de los cuales residentes en Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque, y del que se desprende que el 87.5 de los alumnos de preescolar y 77.3% de primaria “extrañan mucho el convivir con sus maestros(as)”.Podrá decirse que la acción de extrañar (por definición, “echar de menos a alguna persona o cosa”) es intangible. El dato, en consecuencia, no puede calibrarse como ocurre, a propósito de la misma pandemia, con los contagios que se han presentado, los casos en que ha sido necesario hospitalizar a los enfermos, el costo económico que su atención ha significado, o las defunciones atribuibles a esa causa. Tampoco puede aquilatarse como sucede con las repercusiones económicas de la pandemia: las afectaciones que han resentido las empresas y los trabajadores; los negocios que han tenido que cerrar o que han visto reducidos en mayor o menor grado sus ingresos...-III-Sin embargo, la pandemia ha tenido otras repercusiones, no por intangibles menos dignas de ser tomadas en cuenta. Una de ellas -de las más graves, además- es la que dio pie al estudio de referencia.Independientemente de las dificultades técnicas o ambientales para adaptarse a la educación “a distancia” y del nivel de comprensión de las materias, la convivencia cotidiana con maestros y condiscípulos es una parte esencial del desarrollo emocional de los jóvenes; esa interacción con sus mentores y compañeros es tan importante como los conocimientos teóricos o las habilidades aprendidas en clases y talleres. Y es un hecho, por tanto, que solo el tiempo -años, quizá- permitirá determinar en qué medida el COVID-19 afectó a niños y jóvenes de la actual generación... aun en el caso de que se hubieran salvado del virus.
