Domingo, 12 de Octubre 2025

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- Quemar cohetes

Por: Jaime García Elías

- Quemar cohetes

- Quemar cohetes

Conformes, Su Eminencia: son tradiciones; son prácticas ancestrales; son los vecinos quienes solicitan que en las fiestas religiosas haya “pólvora”: cohetones, “castillos”, “toritos” y similares; son ellos mismos quienes costean los gastos conducentes a mantener viva esa práctica... Sin embargo, ¿no debería ser ya hora de que las autoridades eclesiásticas asumieran una actitud más sensata, más responsable; más enérgica, en fin, al efecto de reducir los riesgos y contrarrestar los efectos perniciosos de esa mal llamada “devoción”...?

-II-

Se trata del incidente del martes pasado -hace una semana- en el campanario de la iglesia de San Carlos Borromeo de Guadalajara: la explosión de los cohetes que se habían almacenado para una celebración, con saldo de cuatro personas lesionadas: el sacristán, de 20 años, y tres adolescentes que lo acompañaban.

No es, por cierto, el primer suceso de esa naturaleza que ocurre en México. Episodios similares han ocurrido en infinidad de ocasiones (y como dicen que dijo Don Teofilito: “Y seguirán ocurriendo...”), porque aunque el proverbio advierte que “el que juega con fuego, tarde o temprano se quema”, la mayoría solo aprende la lección cuando sufre en carne propia los efectos de su imprudencia.

-III-

La alusión a “Su Eminencia”, en el primer párrafo de este texto, obedece a que el arzobispo de Guadalajara, cardenal José Francisco Robles Ortega, declaró, el domingo, que no es iniciativa de la Iglesia ni de los sacerdotes, sino de “la comunidad -es decir, de los fieles- que haya el ruido de los cohetes, las luces, los castillos...”, con riesgos tan deplorables como los que constan en actas, y de los que aun puede decirse que “salió barato”, porque ocasionalmente episodios similares han alcanzado dimensiones trágicas.

Más allá de cuestiones teológicas y rituales, se supone que la Iglesia -todas las iglesias- debería tener entre sus prioridades asuntos relacionados con la ética; es decir, con las normas de conducta de las personas.

En el aspecto teológico, por lo demás, sería insostenible que Dios, la Virgen, los santos o cualquier deidad experimentara algún beneplácito y derramara sus bendiciones en correspondencia, a los feligreses de una iglesia, en cualquier lugar del planeta, que pretendieran acatar la ley suprema de todas las religiones -amar al prójimo-, perturbando a los vecinos, molestando a los enfermos, irritando a los perros e incluso poniendo en peligro la salud y aun la vida de sus prójimos, haciendo estallar cohetones... aunque les sobre el dinero para pagarse ese discutible gusto.

jagelias@gmail.com

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