En lo que las autoridades federales lo piensan, lo ponderan, deshojan la margarita, le tantean el agua a los camotes y eventualmente lo deciden, las de Jalisco ya anunciaron que los estudiantes no volverán a las aulas en este ciclo escolar. Y no es que no hayan hecho con la diligencia recomendable las ponderaciones correspondientes, sino que –como los jugadores de ajedrez que mueven pieza inmediatamente después de que el adversario ha hecho lo propio, seguramente porque anticiparon las posibles opciones que vendrían— procesaron más rápidamente los elementos de juicio disponibles.-II-Por supuesto, difícilmente sucederá nada que obligue a modificar la resolución anunciada el sábado por el gobernador Enrique Alfaro. Difícilmente habrá un dictamen de las autoridades federales que, pretendiendo corregirla –es decir, modificarla para bien—, enmiende o contradiga el anuncio que ya es del conocimiento público.No lo habrá, por una parte, porque de la misma manera que han sido respetuosas de las decisiones que en ejercicio de su soberanía y en cumplimiento de las atribuciones que las leyes les otorgan, han tomado los gobernadores de varias entidades, en función de sus particularidades, a raíz de la contingencia sanitaria obligada por el coronavirus, seguramente lo serán en este caso. Y no lo habrá, por la otra, porque solo un milagro generaría las condiciones adecuadas para dar marcha atrás y anticipar una medida temeraria, imprudente, como sería la anuencia gubernamental para el regreso a la normalidad, de un día para otro.-III-El argumento capital del gobernador de Jalisco es irrebatible; es de sentido común (“El menos común de todos los sentidos”, según el aforismo de Jardiel Poncela): autorizar el regreso a clases –así sea gradualmente— el próximo primero de junio, como propuso tentativamente el Secretario de Educación a nivel federal, Esteban Moctezuma, implicaría, ipso facto, más movilidad (a la mayoría de los niños actuales los llevan a la escuela sus padres, muchos de ellos en automóvil)…; y más movilidad, en consecuencia, implicaría mayor riesgo de contagio.Sí: es probable que el método virtual que han adoptado escuelas y colegios dificulte el progreso uniforme de los educandos, altere el avance normal de los programas, y repercuta en rezagos de algunos alumnos. En todo caso, nada irremediable; nada tan lamentable como sería exponer la salud de la sociedad en pleno… ni tan irreparable como pagar esa temeridad al costo de vidas humanas.Una más, pues –¿cero y van cuántas…?—, a favor de la autoridad estatal.