La historia puede resumirse en el consabido “Ponen el Coco… y luego le tienen miedo”.Se trata de la preocupación, creciente entre los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol tras los incidentes del domingo en San Luis Potosí, porque el deporte de las patadas mantenga su tradicional carácter de “espectáculo familiar”. Entre las primeras providencias encaminadas actualmente a ese saludable propósito, destaca la intención de erradicar de las tribunas a los llamados “grupos de animación”.*Convendría recordar, a ese respecto, que dichos “grupos de animación” (las “barras” argentinas, las “torcidas” brasileñas, etc.) no nacieron con el futbol mismo…En el caso de México, los dirigentes de varios equipos de Primera División advirtieron que los aficionados locales, a diferencia de los sudamericanos, eran “demasiado tranquilos”. Decidieron -imposible decir que “pensaron”-, así, apropiarse (copiándolos impúdica, burdamente) de los cánticos con que los aficionados sudamericanos, antes, en el curso y aun después de los partidos, en las calles y dentro de los estadios, apoyaban a sus equipos.*La “onda” en ese sentido tuvo un efecto perverso: radicalizó a los más recalcitrantes seguidores de los equipos; propició que en esos grupos, amparados (o, al menos, tolerados) por los dirigentes de clubes, se infiltraran auténticos rufianes cuya influencia hizo que de la rivalidad deportiva, que en lo general acataba determinados códigos -evitar la violencia física, respetar a mujeres y niños…-, se saltara a formas de enemistad que han llegado a extremos indeseables. Uno de ellos, que con justificada razón se califique de temibles a algunos “grupos de animación”, y que sus líderes, ante la tibieza de los dirigentes y la relativa pasividad de las autoridades civiles, promuevan sistemáticamente verdaderas batallas como las del domingo pasado en San Luis.*Medidas como disponer vigilancia policíaca en los estadios y alrededor de los mismos en función de los riesgos que impliquen los partidos; registrar y acreditar a los porristas, escoltarlos cuando acompañan a sus equipos en sus viajes, asignarles espacios separados en las gradas y programar su salida al final del juego, por lo visto, han sido insuficientes.El antecedente de las sanciones que se aplicaron en Guadalajara a varios seguidores de los “Tigres” -encarcelamiento durante varias semanas- a raíz de la gresca en el partido del Apertura 2010 ante el Atlas, aplica a la situación actual: al rufián debe tratársele como rufián. Punto.