Que los dirigentes de Lobos-BUAP firmaran un pacto suicida con Rafael Puente del Río, o que, como José Martí en algunos de sus versos, decidieran que “o nos condenan juntos, o nos salvamos los dos”, es algo que puede suceder en las novelas románticas; no en el mundo del futbol, donde el pragmatismo es la ley suprema.*Lo del “eterno agradecimiento” de la institución al técnico que, en su primer ejercicio como tal, llevó al equipo a la Liga MX, al que se hace referencia en el boletín en que se difundió la decisión de cesar a Rafa, es creíble: independientemente del desenlace que tenga la historia, el equipo ya estuvo un año en la Primera División del futbol mexicano; y eso no cualquiera puede presumirlo… aunque en la misma haya una larga lista de equipos que fueron flores de unos cuantos días.Drástica y todo, la decisión no deja de tener su lógica. Si la de dejar al frente del equipo a un timonel bisoño fue una apuesta audaz, la misma tenía un argumento incontrovertible a su favor: los resultados de la primera gestión de Rafa, aún en la Liga de Ascenso, superaron de manera notoria y aun espectacular las expectativas de los dirigentes. Los de la siguiente, ya en el máximo circuito, tuvieron un inicio promisorio: en las primeras jornadas de la campaña de su debut en Primera División, el equipo benjamín llegó a ver por encima del hombro a todos los demás.*Como siempre, el tiempo (“supremo juez”) puso las cosas en su sitio. De la sorpresa de los resultados positivos en las primeras jornadas del Torneo de Apertura, se pasó gradualmente a los descalabros en las más recientes del Torneo de Clausura. Y de ahí, a medida que esos resultados se conjugaron con los positivos con que el Veracruz ha dejado constancia de que sus dirigentes, jugadores y simpatizantes se resisten a morir, se pasó a la situación actual, en la que los Lobos pasaron a ser el equipo más seriamente amenazado por el descenso.A partir del criterio pragmático señalado líneas arriba, es obvio que los dueños del juguete decidieron que tanto los conceptos futbolísticos del técnico como sus arengas a los jugadores, ya habían perdido la eficacia que alguna vez tuvieron. Y que, como sucede siempre que el enfermo empeora sensiblemente, resultaba imperativo probar con otro médico.