Miércoles, 15 de Octubre 2025

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Inquisición digital

Por: Jonathan Lomelí

Inquisición digital

Inquisición digital

Las redes sociales funcionan a veces como un patíbulo digital. Siguen más o menos la misma secuencia. Un hecho reprobable se registra en video, se viraliza en redes, crecen las críticas y para despresurizar, la autoridad sanciona. 

Un ejemplo es el caso de Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, que besó a la jugadora Jenni Hermoso en la final de la Copa Mundial Femenina de Fútbol (ayer le solicitaron formalmente su renuncia). El tema lo abordé en la columna “Más que un ‘piquito’”.  

Este guion lo hemos visto innumerables veces. A simple vista parece un círculo virtuoso, ¿no? Acción, reacción, castigo: el hombre que maltrata a un perro; los policías que torturan a un indigente; la maestra de kínder que asusta a niños con una máscara; el directivo de fútbol que besa a una jugadora en la boca sin su consentimiento. 

La mayoría de estos casos virales generan indignación porque operan como injusticias en donde las víctimas están en una posición de desventaja o pertenecen a una minoría excluida. 

Estos hechos son exponenciados por los medios de comunicación tradicionales y los usuarios que replican la misma versión indignada del hecho. Hasta que el manejo satura la conversación, genera una burbuja en donde aparentemente no se habla de otra cosa, pierde fuerza horas o días después y pasamos a lo que sigue. 

Son episodios que funcionan como un desfogue de sentimientos de indignación que se apaciguan cuando el señalado enfrenta consecuencias. 

Sin embargo, al convertirlo en un espectáculo y linchamiento digital, la sobreexposición visceral del caso vacía de sentido el hecho y alimenta una superioridad moral que satisface nuestra “buena conciencia”: “no sólo sé que estás mal, además lo denuncio, ¡qué buena persona soy!”. 

Eso no es lo más grave. Esto le permite a las verdaderas estructuras de poder, responsables de las condiciones para esas injusticias, hacerse un “lavado de cara”. Se muestran progresistas, sensibles, atentas a las demandas colectivas de justicia.  

En el caso de Luis Rubiales, el Gobierno español -que arrastra enormes deudas en materia de igualdad- se posiciona como el defensor de las mujeres al pedir la dimisión del dirigente. La FIFA, un organismo corrupto y excluyente con las mujeres, aparece como el garante de la igualdad cuando suspende por 90 días a Rubiales. El municipio que sanciona a los uniformados torturadores resulta un implacable enemigo de la indisciplina policial. 

Pero en el fondo se dejan intactas las estructuras que permiten la desigualdad salarial de las futbolistas, la pobreza y exclusión que genera tanta indigencia, la laxitud en los mecanismos de control y vigilancia que permite los abusos policiales. Sin una agenda política, todo hecho viral es simple circo mediático. Entretiene y ofrece la ilusión de que transforma. 

De esta manera, estos escándalos funcionan como válvulas de escape a la indignación, pero raras veces tocan estructuralmente lo que da origen a esas injusticias. Son simples episodios espectaculares y pasajeros. Y de esta manera muchas veces terminan sirviendo, paradójicamente, a eso mismo que critican e intentan erradicar.

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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