La crisis humanitaria provocada por el éxodo de hondureños que decidieron migrar colectivamente en lugar de hacerlo por separado, se ha convertido ya en una crisis política que afecta a Centroamérica, México y Estados Unidos.El éxodo hondureño, conocido ya en la prensa como #CarvanaMigrante, al mismo tiempo ha provocado en el país una controversia entre quienes apoyamos la caravana y entre quienes no sólo no la apoyan sino que la critican y descalifican.Las críticas sin fundamento, muchas de ellas convertidas en crueles insultos como un tuitero que escribió que quería a un hondureño de mascota, revelan la fuerte presencia de una mentalidad clasista, racista y xenófoba en una parte de la sociedad mexicana.Muchas críticas a la caravana migrante se centran en la idea de que no tienen derecho de entrar sin documentos al país y cuestionan el enfrentamiento que ocurrió entre una parte de los integrantes de la caravana y la Policía Federal el viernes pasado, cuando el éxodo hondureño pretendió pasar de la ciudad guatemalteca de Tucún Umán a Ciudad Hidalgo, en Chiapas.Los críticos de la caravana migrante dicen a los solidarios con los migrantes que si quieren apoyarlos que los “reciban en su casa”. En la simplificación del debate se ha hecho un símil y el Estado nación y la casa personal. Se dice: “A poco tú recibirías a quien irrumpe en tu puerta”. Se les dice a los migrantes que no vengan a traer problemas a México, que se queden en su país a cambiar a su Gobierno y otros, supuestamente más comprensivos, dicen que las cosas están tan mal en nuestro país que no se les puede ayudar. Y el clasismo vuelve a salir al cuestionar a los migrantes como personas sin iniciativa, y prácticamente de acusarlos de ser pobres porque quieren.Las críticas, descalificaciones y burlas hacia la caravana migrante ha sacado una de las posturas políticas más despreciables de cualquier sociedad: el clasismo, el racismo y la xenofobia.Para empezar, hay que decir a todos estos críticos que nadie los está obligando a ser solidarios, dar recursos y, mucho menos, a abrir las puertas de su casa para albergar migrantes. Y todos estos críticos se equivocan al comparar su hogar con la patria: un Estado nación no es una casa. Pero al mismo tiempo que emerge esta postura conservadora, racista y xenófoba, también sale a relucir la solidaridad de miles de mexicanos compasivos que brindan alimentos, agua, ropa, medicamentos, viajes en vehículos a la caravana migrante.Seguramente a lo largo de su caminar, miles más brindarán solidaridad genuina a los migrantes, porque comprenden realmente las razones humanitarias que los mueven a emprender la difícil cruzada de tratar de llegar a Estados Unidos para buscarse una vida mejor, una vida digna que ahora no pueden tener en su país.Son mexicanos que comprenden que ningún ser humano debe ser considerado ilegal y que las fronteras fueron puestas por los Estados para coartar la libertad y el derecho que asiste a cada ser humano a moverse a donde quiera para procurarse una vida digna. Y sí, muchos seguro abrirán las puertas de su casa y de su solidaridad para albergar a miembros de la caravana migrante.