Con negociaciones aún inconfesables de última hora y por medio de un proceso legislativo fast-track, de esos que se hacen al vapor y saltándose la norma, la bancada de Movimiento Ciudadano (MC) y sus aliados del PAN y el Partido Verde lograron también el apoyo de las bancadas de Morena y del PRI para, con 34 votos el pasado 11 de mayo, retrasar el inicio del proceso electoral local dos meses, al pasarlo de septiembre a noviembre. La diputada local del partido Futuro, Susana de la Rosa, se abstuvo, mientras que el diputado local del partido Hagamos, Enrique Velázquez, fue el único que votó en contra, por lo desaseado del trámite legislativo, ya que fue ignorada su petición de que se bajara esta propuesta incluida de último minuto en el orden del día y sin discusión alguna del dictamen en comisiones, para poder analizar sus pros y contras.Y es que la instrucción de Palacio de Gobierno para el coordinador de la fracción naranja en el Congreso local, Quirino Velázquez, fue precisa: sacar esa iniciativa a como diera lugar antes del 31 de mayo que era el límite para reformar el calendario electoral. Habrá que ver si por tanta prisa no se impugna la reforma y la echan para atrás los tribunales electorales como pasó ya en el proceso electoral 2020-2021. La justificación de Quirino fue que recortando el tiempo de las campañas electorales al emitir las convocatorias para la elección de la gubernatura, diputaciones locales y presidencias municipales se recortarían gastos y se generarían ahorros. Lo cierto es que ese afán de austeridad jamás se ha manifestado en lo que va de la actual legislatura y esa narrativa más bien fue la coartada para que en la cúpula emecista local, que controla el gobernador Enrique Alfaro, ganarán al menos dos meses más para hacer los acomodos y los acuerdos políticos internos, tanto a nivel local como nacional, ante la coyuntura inédita que les representa una sucesión gubernamental y el propósito de mantenerse en el poder y que su marca política siga creciendo. Eso implica una complejidad política que no habían experimentado ni en el 2012, y menos cuando arrasaron en el 2015, conquistaron la gubernatura en 2018 o en las intermedias del 2021, pese al sobresalto de la renuncia repentina de Ismael del Toro a competir por la reelección en Guadalajara. Hoy el juego de lealtades y equilibrios internos tiene atorada y sin definiciones la sucesión en el partido naranja, porque mantiene la incertidumbre de si dejar a Pablo Lemus, el más popular y el único que les asegura en encuestas el triunfo por la gubernatura, pero en el que cada día confían menos, o se la juegan con Clemente Castañeda, Verónica Delgadillo, Alberto Esquer o Salvador Zamora, apelando a la fuerza de su estructura partidista y el control que les da el poder en la mayoría de los municipios de Jalisco. Ahí la disyuntiva por la que apresuraron retrasar el arranque de la competencia electoral. jbarrera4r@gmail.com