Juan Ernesto* es un profesionista cuya carrera ha sido altamente exitosa desempeñándose en el ámbito financiero; tasas de interés, comisiones, prestamos, depreciación, mercado accionario, inversiones, son términos cotidianos en el despacho del brillante doctor en finanzas. Después de un largo noviazgo con Elena* finalmente la pareja se unió en matrimonio con una firme idea compartida de “por lo pronto” no tener hijos.Juan Ernesto acude a consulta psiquiatrica una vez por mes desde hace 4 años, todo se genero a raíz del divorcio de sus padres, separación ocurrida después de 36 años de casados. El motivo del rompimiento matrimonial fue la confesión del esposo y padre que, tanto a la madre de Juan Ernesto como a el mismo les hizo respecto a su preferencia sexual, incluida la revelación respecto a una pareja del mismo sexo que desde hacia 20 años mantenía el padre de Juan Ernesto.La esposa engañada pronto se marchó a Veracruz, ciudad donde vive la mayor parte de su familia, han transcurrido mas de 15 años de aquella oscura y pavorosa experiencia y jamás ha vuelto a tener comunicación con su ex esposo, nunca olvidaría aquel cúmulo de frustrantes sentimientos que como alud impetuoso la había sepultado en el más hondo abismo, rabia, desesperación, consternación, odio, conmoción, humillación, bochorno y hasta temor se habían conjuntado para sacudir hasta lo más profundo del cuerpo y alma de aquella mujer, esposa y madre. Sufría tal fatalidad que sentía que su esposo la convertía en miseria, la palabra perdón se había esfumado del diccionario de ella.En cambio la dura experiencia, aquel trago verdaderamente amargo, se le presentaba a Juan Ernesto, el hijo también engañado, envuelto en la más compleja de las dudas. Amaba entrañablemente a su padre, lo había tenido siempre a su lado y solo buenos ratos, llenos de calidez, ternura y cuidado recordaba de la relación padre-hijo. No siguió a su madre por razones de estudio, optó, en un acto quizás sublime, quizás de instinto por pedirle a su padre ayuda para rentar un departamento, ayuda que obtuvo de inmediato.La entrega a sus estudios fue frenética, se alejó de amigos, dejó el deporte, su padre lo llamaba por teléfono constantemente, no le contestaba pero le causaba un tipo de hastió enfermizo que terminó por sumirlo en una patológica y profunda depresión. Una noche preparando exámenes sufrió una crisis de angustia que lo hizo, no solamente pensar, además sentir que moría. Fue entonces cuando apareció en la consulta psiquiatrica. Después de varias sesiones, el especialista le propuso que se reuniera con su padre, aquella idea le causo al hijo un marcado dilema, el cerebro se negaba, el corazón lo impulsaba, la singladura de los buenos recuerdos terminó por vencer y ambos, padre e hijo, se reunieron, era la muestra de la coherencia de sus contradicciones.Juan Ernesto, ahora casado, con el éxito profesional alcanzado y conviviendo con cierta frecuencia con su padre ha caminado el duro sendero de la aceptación de una realidad inevitable: la homosexualidad de papá. Afirma que con la terapia y el amor nunca desaparecido ha logrado superar tamaño trance. Sin embargo se duele de las frecuentes y ofensivas discriminaciones de que es objeto por parte de todos aquellos que conocen su historia, melancolía con resentimiento que por momentos se convierte en misantropía, el infierno de la frustración dice vivir cada que es rechazado por parte de una sociedad cargada de moralina, se siente derrotado a pesar de sus triunfos emocionales y materiales. Ahora comprende el daño que causa la discriminación esa forma de esclavitud que lastima hasta interrumpir la felicidad de muchos.*El caso es real, los nombres ficticios.