Viernes, 10 de Octubre 2025

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Volver a nacer

Por: Gabriela Aguilar

Volver a nacer

Volver a nacer

A veces es posible. Estamos acostumbrados, como periodistas o comunicadores, a informar desde tercera persona cualquier cantidad de casos atroces en nuestra ciudad o el país; podemos empatizar o no con cada uno de ellos, pero cuando vives en primera persona uno de éstos, el concepto cambia. 

Hace una década yo tuve la oportunidad de volver a nacer tras un secuestro exprés que en su momento compartí en este mismo espacio y que cambió mi vida. 

Era febrero de 2013. Un sujeto con cubrebocas me abordó y a mano armada me obligó a subir a mi auto como copiloto; ahí comenzó un recorrido de terror. No era un robo común, no querían mis pertenencias, querían vaciar las tarjetas que llevaba conmigo. Escuchar continuamente “tú vales más que tu auto” me hizo armar cualquier cantidad de historias y finales mientras el auto no paraba su marcha. Una llamada tras otra le hacían darme instrucciones una y otra vez. El tiempo quedó suspendido.

Gritos, amenazas, golpes, sentencias… el secuestrador recorrió la colección completa de recursos para amedrentar y el cubrebocas protegía parte de su identidad. Un cajero, otro más. Con cada escala que éste hacía, la tensión subía. Así de sencillo es apoderarse de la vida y la libertad de otra persona. Tres días en el hospital. Cuando el desenlace llega quedan las secuelas.

Externar objetivamente el suceso no fue sencillo, pude compartirlo tiempo después. Pero tuve que toparme de frente con la imagen del secuestrador innumerables veces siete años después, durante la pandemia, cuando a dondequiera que mirara había cubrebocas.

Hay quien corre con menos suerte que yo. Un auto que puede rastrearse no es un negocio rentable para un ladrón; ¿y si la víctima no cumple con el monto esperado? Al final nos convertimos en un número, un recurso para que otro obtenga su cometido. Las estadísticas de secuestro en un 2013, año donde Enrique Peña Nieto iniciaba su gestión, reportaba más de 123 mil secuestros, impensable considerar esa cifra, pero las denuncias fueron por mucho, menores. Aproximadamente cuatro mil 400 y ya no hablemos de las carpetas de investigación o las detenciones. Ya ni hablar de los atentados a periodistas o a instalaciones de medios de comunicación en el país.

El tiempo ha pasado y el delito sigue vigente. Las autoridades abren el año con estadísticas a la baja; sin embargo, el secuestro es una realidad que lacera no sólo a las administraciones para encontrar la manera de bajar las cifras, también a la sociedad con el clima de incertidumbre sobre la seguridad que se vive. 

Al margen de la protección que como periodistas pudiéramos tener, la realidad es que somos ciudadanos como otros, que estamos igual de expuestos que los demás. Una Ley Modelo de Protección a Periodistas no nos hace distintos de cualquier ciudadano y debió diseñarse luego de que el año pasado se viera entintado de sangre con la muerte de al menos 17 periodistas, colocando a México a la cabeza de los países con el mayor índice de homicidios en el mundo, estadística que conserva desde la última década.

Hablar de un evento traumático no es sencillo, superarlo tampoco. Me tomó tiempo traerlo a este espacio y varias entregas poder narrarlo. La vida ha dado muchas vueltas desde entonces, he podido avanzar, evolucionar, pero hay quienes no tienen esa oportunidad; sin embargo, volver a nacer es posible y hay que hacer que valga la pena.

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