Sábado, 13 de Diciembre 2025

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Adolfo Sánchez Vázquez: ética y política

Por: Alonso Solís

Adolfo Sánchez Vázquez: ética y política

Adolfo Sánchez Vázquez: ética y política

El primer barco de refugiados de la Guerra civil española en llegar a México fue el Sinaia. Zarpó de Sète, Francia, y arribó al puerto de Veracruz el 13 de junio de 1939.

Entre sus pasajeros estaba un joven precoz de Algeciras llamado Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011). A sus 23 años, ya había escrito varios poemas, participado en agrupaciones socialistas y cursado estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central (antecedente de la Complutense de Madrid), donde tomó clases con figuras como José Fernández Montesinos, crítico literario y filólogo, y José Ortega y Gasset, el máximo pensador que Iberoamérica ha dado al mundo.

Ya en México, Sánchez Vázquez comenzó su larga carrera docente y prosiguió su formación académica. Fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde llegó a ser maestro emérito, y en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde trabajó estrechamente con Elí de Gortari, connotado lógico y filósofo de la ciencia. En 1966, se doctoró en filosofía por la UNAM con una tesis dirigida por José Gaos titulada Sobre la praxis.

Sánchez Vázquez marcó el pensamiento filosófico y social mexicano. Marxista, formó a decenas de generaciones de estudiantes, y sus libros siguen circulando en las aulas y bibliotecas (su Ética, por ejemplo, continúa imprimiéndose). Entre sus alumnos de filosofía de la UNAM, cabe destacar a dos; ambos de izquierda, ambos lectores de Althusser, pero de caminos radicalmente divergentes. Uno, Carlos Pereyra, eligió la vía democrática; el otro, Rafael Sebastián Guillén Vicente, mejor conocido como Marcos, eligió la guerrilla. La filosofía nunca es inocua.

Otro alumno suyo, Fernando Belaunzarán, recuerda que a Sánchez Vázquez le gustaba parafrasear a Ortega y decir: «La crítica es la cortesía del filósofo» (“Sánchez Vázquez: un marxista antidogmático”). Sánchez Vázquez era, en efecto, crítico; pero también claro. Esa es una de sus principales virtudes intelectuales y una de las razones por las que sigue siendo leído en los departamentos de filosofía (fue mi caso: lo leí en las clases de estética de la poeta Fanny Enrigue en la Universidad de Guadalajara, institución que le confirió el grado de doctor honoris causa en 2004). Su estilo claro —orteguiano— hace de la lectura de Sánchez Vázquez un placer estético.

Por su parte, el sobrio José Woldenberg, quien considera que la palabrita “don” es a menudo una “impostación vacua y en no pocas ocasiones servil” (Nobleza obliga, p. 46), no tiene empacho en escribir el siguiente elogio: “Doctores hay muchos, auténticos maestros muy pocos, y uno de los más destacados sin duda es Don Adolfo” (p. 60).

En Ética y política (FCE-UNAM, 2007), recopilación de conferencias y ensayos, Sánchez Vázquez busca “reivindicar (…) la necesidad de la política” (p. 22). La ética y la política deben ser inseparables: he aquí el núcleo de la enseñanza moral de Sánchez Vázquez (y que recuerda, por cierto, al pensamiento de Camus).

Los fines más altos de la política —no la mera conquista del poder, sino la paz, la justicia, la libertad—, arguye Sánchez Vázquez, deben ser éticos. Pero también los medios de la política han de serlo. Es contradictorio, por ejemplo, buscar la paz por medio de la fuerza, la justicia por medio de la arbitrariedad o la democracia por medio de la violencia. Tampoco debemos, en nombre de la ética, dar la espalda a la política.

“No cabe aceptar ni el inmoralismo de la política sin moral ni el moralismo de la moral sin política (…) la política sin moral pervierte, desnaturaliza su carácter emancipatorio, liberador: la moral sin política conduce a la impotencia del utopismo o al fracaso y la derrota” (Ética y política, p. 32). En síntesis: ni “política sin moral” ni “moral sin política”. Se trata de evitar tanto el idealismo ético desbocado y atomista como el cinismo político amoral (el cual termina por conducir al totalitarismo). Una lección que debiéramos tener presente hoy día.

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