Cultura

Da Jandra: el mundo de los humanos y de los tarados

El escritor asegura que la tarea crucial de señalar nuevos horizontes de vida le corresponde a la literatura y no a tecnócratas, burócratas y teócratas. Presenta su nueva novela, Distopía

GUADALAJARA, JALISCO (28/AGO/2011).- En los años 90 del siglo pasado él fue como un faro para una serie de jóvenes que buscaban en la literatura caminos por andar. Su refugio en una playa virgen de Oaxaca, donde realizaba su utopía en pareja, fue fuente de inspiración y sello de exotismo para la época. A contracorriente siempre de las modas literarias, provocador, forjado en las letras de los clásicos, además de las matemáticas y la filosofía, Leonardo Da Jandra es un singular referente en las letras mexicanas.

Por estos días, el autor de Huatulqueños, Entrecruzamientos  y La almadraba, entre sus novelas, además de La hispanidad, fiesta y rito. Una defensa de nuestra identidad en el contexto global, y La gramática del tiempo, entre los ensayos, presenta Distopía (Almadía), una novela de ciencia ficción, segregación, razas, fobia tecnológica y manipulación mediática.

La novela se sitúa en un mundo parecido al nuestro, donde impera la búsqueda de la supremacía racial y la población se clasifica en “seres humanos” (libres, aptos para desarrollar habilidades físicas e intelectuales destacadas) y “tarados” (defectuosos recluidos en granjas-gueto, que no son reconocidos como personas), de acuerdo con la reseña de la propia editorial Alamadía. “De pronto, en uno de esos guetos donde conviven criminales e inocentes, los presos se amotinan, secuestran al director y amenazan a sus opresores con una letal arma biológica. Su objetivo es que sean depuestas las políticas de segregación. Esta es una novela atípica dentro de la narrativa mexicana.”

Almadía, editorial que ha publicado y reeditado buena parte de su obra, ofrece esta entrevista con Da Jandra, hecha por TV UNAM.

— Distopía es totalmente distinta a sus anteriores novelas, ¿cuál es la génesis de esta nueva propuesta?
— Esta nueva novela surge a partir de las lecturas que he venido haciendo en los últimos años para el libro de filosofía que voy a empezar a escribir. Sí, es una ruptura radical con lo que había hecho en la Trilogía de la costa, pero se relaciona tangencialmente con los diálogos filosóficos que ensayé en Entrecruzamientos.

— Los subgéneros, como la ciencia ficción, son considerados a veces escrituras menores, ¿comparte esa noción?
— Yo no creo que a la literatura se le puedan aplicar los mismos criterios que a las ciencias biológicas. En literatura de lo que se trata es de contar bien una historia y punto. Para mí no hay expresiones literarias mayores y menores, sino buenas y malas obras. La obsesión por clasificar y encasillar no es propia de una mentalidad creadora, en todo caso esa tarea superflua le corresponde al crítico o al académico.  


— ¿Qué tanto se inspiró en el exterminio judío por parte de los alemanes para imaginar la relación entre humanos, y tarados?
— La preocupación central del libro es poner en evidencia la falta de visión de nuestro tiempo, donde la procreación está completamente descontrolada y sólo se le presta atención al cuerpo desde una perspectiva hedonista y consumista. Estoy convencido de que antes de que termine este siglo ciertos gobiernos comenzarán a regular la procreación indiscriminada de los menos dotados genéticamente –entiéndase: los pobres y los migrantes-, y entonces tendrá plena vigencia lo que se narra en mi novela.

— El personaje del Filósofo ¿es su alter ego en la ficción?
— No, con ese personaje quise dar vida a la tesis filosófica que rige a lo largo de todo el libro: la complementación de lo diverso. El Filósofo pretende ser una complementación entre la mente y el espíritu, el héroe y el perdedor, la libertad y el orden, la razón y la imaginación…En fin, es el único personaje que a lo largo de toda la obra se mantiene en la duda.

— ¿Cree en la supremacía de la Trilogía sublime?
— Los conceptos de verdad, belleza y bondad ocupan un espacio central en la filosofía platónica. Y en efecto, yo creo que no puede haber una verdadera evolución social sin la implementación cabal de esta trilogía sublime.

— Esta es claramente una novela de tesis, ¿qué idea ocupa el centro de esta ficción?
— La duda. La duda es el principio de todo filosofar, pero puede ser también la justificación del peor escepticismo. Lo que esta novela plantea es que aunque nadie posee la “verdad”, al menos debemos dar lo mejor de nosotros mismos para intentar encontrarla.

— Usted es un escritor polémico, ¿qué reacción le interesa provocar con Distopía?
— La polémica suele ser la contraparte ruidosa de la farsa. Yo no escribo con ninguna intencionalidad circense, sino que lo hago como una búsqueda riesgosa fuera de las convenciones y las modas de la manada. Si lo que escribo es en alguna manera polémico, no es mi culpa  sino de las mentes que quisieran que la literatura y la filosofía sólo sirvieran para entretener y pacificar a las conciencias estabuladas.

— ¿Se siente en el umbral de una nueva etapa como escritor?
— No sólo como escritor sino, y esto es lo fundamental, como ser humano. A partir de la traumática expulsión del paraíso, he podido pasar del delirante egocentrismo a un sociocentrismo mucho más potenciador. Ahora sólo me interesa la literatura y el pensamiento que arriesgue su apuesta por un futuro más vivible; no creo que debamos dejar una tarea tan importante como el diseño de los nuevos modos de convivencialidad en manos de tecnócratas, burócratas y teócratas; esa tarea crucial de señalar nuevos horizontes de vida tendrá que realizarla la imaginación creativa a través de la literatura.

PERFIL
El mar y el culto a los muertos

Leonardo Da Jandra (Chiapas, 1951) es escritor y filósofo. Poco antes dE cumplir un año, sus padres lo llevaron con sus abuelos a la mítica Arousa en la Galicia céltica, y allí creció entre tres referencias que marcaron su destino: el mar, el culto a los muertos y Valle Inclán. Realizó sus estudios en Santiago de Compostela, Madrid y en la ciudad de México, donde cursó un doctorado en Filosofía de la Matemática. Cuestionador profundo del modelo unidireccional judeocristiano, es un defensor a ultranza de la utopía mínima (grupal o de pareja), misma que vivió a plenitud cerca de veintiocho años junto a su compañera la pintora y ecologista Agar García, en un paraje paradisíaco de la costa oaxaqueña.

Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores.

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