Cultura

Jordi Soler reivindica la importancia de las cosas inútiles

Narra el paso por Dublín del poeta francés Antonin Artaud, y más de medio siglo después, el delirante viaje de un diplomático aficionado a la poesía y otros personajes

GUADALAJARA, JALISCO - (13/OCT/2011). - Hace diez años ya que el escritor Jordi Soler, nacido en La Portuguesa -una comunidad de republicanos catalanes situada en la selva de Veracruz-, abandonó México para escarbar en su identidad y rescatar las historias familiares rotas por la guerra civil, lo que más tarde se materializó en una trilogía literaria no premeditada que comenzó con ''Los Rojos de Ultramar'' (2004), siguió con ''La Última Hora del Último Día'' (2007), y terminó con ''Fiesta del Oso'' (2009).

En su última novela ''Diles Que Son Cadáveres'' -publicada en septiembre de este año bajo el sello de Mondadori-, Soler ha dado un giro temático para "reivindicar la importancia de las cosas inútiles", lo que logra a través de una aventura irlandesa que narra el paso por Dublín del poeta francés Antonin Artaud, y más de medio siglo después, el delirante viaje de un diplomático aficionado a la poesía, un homosexual escéptico, un viejo poeta irlandés y un investigador obsesionado con Artaud, con la misión de recuperar el bastón de San Patricio que éste último habría devuelto a la Catedral homónima en 1937.

"Mi relación con la obra de Artaud empezó desde hace un montón de años. Era un poeta que leía en la adolescencia y lo he ido releyendo a lo largo de los años. La historia sobre el bastón de San Patricio me la contaron un grupo de poetas geniales con los que me reunía los jueves cuando fui diplomático en Dublín, y en cuanto la oí sentí la necesidad de escribir esta la novela", narró el periodista y escritor mexicano en entrevista con este medio.

También el narrador de esta historia es un agregado cultural en la Embajada Mexicana de Irlanda, cargo que Jordi desempeñó realmente de 2001 a 2003. Sin embargo, para aclarar la veracidad de esta historia, el autor recurre -desde las páginas del libro- a las palabras que el propio Artaud utilizó cuando escribió la historia del emperador romano Heliogábalo: "Los datos son verdaderos, todos los eventos históricos cuyo punto de partida es verdad son interpretados, muchos detalles son inventados".

Cuestionado sobre la especificidad de esta afirmación, Soler apuntó: "yo también viví parte de las desgracias que vive el narrador, porque es un destino que tiene poca movida diplomática y hay mucho tiempo para pensar y poco presupuesto. Pero mi vida era bastante más apacible que la de él: frecuentaba menos bares y no tenía una novia que se parecía a Harry Potter. La parte de realidad que hay ahí es mi conocimiento de primera mano del mundillo diplomático mexicano en Irlanda".

Al respecto de su nueva exploración temática, el autor afirma que es un cambio total y no tanto, "porque la importancia de las cosas inútiles me parece casi tan grave como el tema de la guerra civil y el exilio. Creo que el 90% de la vida se va en cosas inútiles, y aquí aparecen poetas, diplomáticos a la vieja usanza y una serie de valores que me interesaba mucho rescatar y que son muy serios. Además, como dice Woody Allen: comedia más tiempo es igual a tragedia, y esta novela tiene también un punto muy trágico".

Pero es verdad que las tragedias que viven los personajes de Soler vienen acompañadas de un fino sentido del humor, que, añadido a la fluidez presente a lo largo de la narración, dan como resultado una lectura rápida y muy amena. "Es una fluidez que me cuesta mucho trabajo conseguir. Todas mis novelas son como una cosa monolítica y aburrida que tengo que ir puliendo durante años. Esta novela la empecé hace diez años, pero la interrumpí para escribir las otras tres de la guerra civil y después la retomé", comentó es escritor acerca de su proceso creativo.

'¿Y cómo cree que ha afectado su obra el hecho de vivir fuera del país?' "Ha afectado en todo caso positivamente porque viajar te da naturalmente perspectiva, y vivir en otro sitio te da una percepción distinta del sitio de dónde eres, así que me he hecho mejor escritor", afirmó Jordi Soler, quien después de su estancia en Dublín fue nombrado caballero de la Orden del Finnegans, una selecta agrupación que tiene como objetivo la veneración del Ulises de James Joyce, y de la que también forman parte otros autores como Enrique Vila-Matas, Antonio Soler y Eduardo Lago.

Fragmentos


"Una noche antes de salir rumbo a Le Havre, el puerto donde se embarcaría hacia Irlanda, Artaud asistió a un cóctel literario donde estaban todos sus colegas, todos los que lo habían visto durante esos meses con su bastón; ahí anunció a quien pudo, a quien se dejó abordar por él, su partida inminente y, justamente antes de abandonar el salón, le dijo a André Frank una sentencia que ilustraba lo mal que le había sentado su regreso al mundo moderno: "Diles que son cadáveres y que jamás resucitarán de entre los muertos", y dicho esto se fue, apoyando con fuerza su bastón en la dura escalera que conducía a la calle. Dos días más tarde el poeta navegaba rumbo a Irlanda con el proyecto que tanto había anunciado y con uno más íntimo y quizá más sólido: iba buscando el rastro de los celtas, las bases del universo precristiano que, según había averiguado, se conservaba en esa isla. Una motivación parecida, si no la misma, a la que un año y medio antes lo había llevado al país de los tarahumaras" (p. 82).

"Cruzamos la ciudad en silencio. Jack había sintonizado en la radio una estación de música irlandesa que transmitía piezas largas con kilométricos solos de violín, y había dotado al interior de la furgoneta de una melancolía que le quitaba gravedad a las tristes calles de Belfast. Todos viajaban en silencio, hipnotizados por la cadencia melancólica del violín, todos menos yo, que en la cabeza iba padeciendo un estruendo, el estruendo de la preocupación y de las ideas obsesivas; yo mismo había dicho, al dejar aquel pub inmundo donde habíamos comido, que tendríamos que ser más hiperbóreos, mirar la vida con más horizonte, y de acuerdo con esa perspectiva, pensaba desde mi estruendo melancolizado por el fiddler, lo importante que era cooperar con Monsieur Lapin en la reconstrucción de la memoria del poeta Antonin Artaud y no perder tiempo y energía con mis tribulaciones burocráticas, con mis miserias laborales, porque esas pequeñeces hacían de mi un esclavo, y el rechazo de ser esclavo, pensé, es el primer paso hacia la poesía" (p. 160).

EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL

Temas

Sigue navegando