Cultura
Un ermitaño italiano, fenómeno literario
Rescata su pasado en Erto a través de Fantasmas de piedra, su primera novela traducida al castellano
GUADALAJARA, JALISCO (26/DIC/2011).- A la abuela de Mauro Corona le habría gustado no ser tan buena profeta. “Reza, que la montaña se viene abajo y nos mata a todos”, le dijo aquella noche a su nieto. Y, en efecto, el 9 de octubre de 1963 sucedió lo que los geólogos habían advertido. Cerca de las 11 de la noche, el monte Toc se derrumbó sobre el embalse del Vajont y se formó una monstruosa ola que barrió los pueblos del valle. “Cayeron 300 millones de metros cúbicos de roca. El ruido fue como el de mil millones de aviones supersónicos. La gente huyó montaña arriba, como los ciervos”, cuenta por teléfono este escritor italiano (Erto, 1950). Sin embargo, no todos pudieron escapar: para dos mil personas, aquélla fue su última noche.
La vida y la posterior obra literaria de Corona (18 libros de los que en Italia se han vendido más de 2.4 millones de ejemplares) quedaron marcadas por una catástrofe con coincidencias amargas: en el bar del pueblo de Longarone se habían juntado los jóvenes de la zona porque era el único lugar con televisión y se retransmitía un partido de la Copa de Europa del Real Madrid. El agua los sepultó. Los que sobrevivieron fueron trasladados a pueblos valle arriba. Mauro, un adolescente entonces, fue acogido en un internado salesiano.
Este italiano de pelo y barba largos volvió años después al Erto que le obligaron a abandonar para contarlo en las 292 páginas de Fantasmas de piedra (Altaïr), una novela de 2006, la primera que se traduce al castellano. Corona está entusiasmado con ello porque entre sus referentes están “Juan Rulfo, Borges y Julio Llamazares; a este, que nadie me lo toque”.
Jordi Canals, doctor en Filología Hispánica en la Universidad de Trento, le denomina “el Llamazares italiano”, porque comparte con el escritor nacido en Vegamián —un pueblo que fue inundado para construir un embalse— el amor por el paisaje perdido y reencontrado.
“Ojalá fuera tan bueno como él”, dice Corona del español. “Si le viera, le abrazaría y me tomaría un vaso de vino con él”.
Nacido en el carromato de sus padres, vendedores ambulantes, Corona se crió en la miseria y creció entre montes. Su abuelo le enseñó a fabricar enseres de madera para ganarse unas monedas. Lo mismo solían hacer sus paisanos. Fantasmas de piedra rescata al viejo Erto en un paseo por sus calles y casas que le provoca “una dulce melancolía”.
El último logro de este ermitaño es el Premio Bancarella, este verano, por El final de un mundo equivocado, un galardón que ganaron Hemingway, Umberto Eco y Ken Follett. Corona, que acaba de lanzar su obra número 18, Como una piedra en la corriente, se ha marcado su próxima meta: hacer en primavera el Camino de Santiago “sin dinero, ni tarjeta de crédito”.
El ascético Corona se levanta “a las tres de la madrugada” para escribir. A las nueve va “a la montaña a caminar o escalar y a cortar leña”. “Por la tarde voy a la taberna y escucho a los leñadores contar historias. Después vuelvo a casa y me pongo a escribir o a esculpir. Se podría decir que vivo entre piedra, madera y papel”.
El País
La vida y la posterior obra literaria de Corona (18 libros de los que en Italia se han vendido más de 2.4 millones de ejemplares) quedaron marcadas por una catástrofe con coincidencias amargas: en el bar del pueblo de Longarone se habían juntado los jóvenes de la zona porque era el único lugar con televisión y se retransmitía un partido de la Copa de Europa del Real Madrid. El agua los sepultó. Los que sobrevivieron fueron trasladados a pueblos valle arriba. Mauro, un adolescente entonces, fue acogido en un internado salesiano.
Este italiano de pelo y barba largos volvió años después al Erto que le obligaron a abandonar para contarlo en las 292 páginas de Fantasmas de piedra (Altaïr), una novela de 2006, la primera que se traduce al castellano. Corona está entusiasmado con ello porque entre sus referentes están “Juan Rulfo, Borges y Julio Llamazares; a este, que nadie me lo toque”.
Jordi Canals, doctor en Filología Hispánica en la Universidad de Trento, le denomina “el Llamazares italiano”, porque comparte con el escritor nacido en Vegamián —un pueblo que fue inundado para construir un embalse— el amor por el paisaje perdido y reencontrado.
“Ojalá fuera tan bueno como él”, dice Corona del español. “Si le viera, le abrazaría y me tomaría un vaso de vino con él”.
Nacido en el carromato de sus padres, vendedores ambulantes, Corona se crió en la miseria y creció entre montes. Su abuelo le enseñó a fabricar enseres de madera para ganarse unas monedas. Lo mismo solían hacer sus paisanos. Fantasmas de piedra rescata al viejo Erto en un paseo por sus calles y casas que le provoca “una dulce melancolía”.
El último logro de este ermitaño es el Premio Bancarella, este verano, por El final de un mundo equivocado, un galardón que ganaron Hemingway, Umberto Eco y Ken Follett. Corona, que acaba de lanzar su obra número 18, Como una piedra en la corriente, se ha marcado su próxima meta: hacer en primavera el Camino de Santiago “sin dinero, ni tarjeta de crédito”.
El ascético Corona se levanta “a las tres de la madrugada” para escribir. A las nueve va “a la montaña a caminar o escalar y a cortar leña”. “Por la tarde voy a la taberna y escucho a los leñadores contar historias. Después vuelvo a casa y me pongo a escribir o a esculpir. Se podría decir que vivo entre piedra, madera y papel”.
El País