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El deseo se desnuda en “Hotel limbo”

Mónica Lavín relata con silencios la historia de un pintor y su modelo

Al interior de la habitación 301 existe búsqueda, deseo, descobijo y la desnudez tanto del cuerpo como del alma. “Existe una sed permanente de los personajes, que son quietos y silenciosos pero en el fondo habitan sus cicatrices y una esperanza por delante”, asegura Mónica Lavín a propósito de Hotel Limbo, novela en la que genera atmósferas eróticas alrededor de un pintor (Darío) que delinea en silencio las siluetas del alma de su modelo (Sara).

La escritora relata que la novela tuvo bastante tiempo de gestación. “Se me ocurrió en un viaje a Colima, aunque no está mencionada, pero hay una ciudad hipotética que tiene su plaza, su calor, el volcán y el mar”.

Lavín añade que obtuvo el premio Narrativa de Colima con Café cortado y “ésa fue mi incursión a la ciudad. Se me ocurrió que ahí tenía que ocurrir una historia, con dos personajes que estuvieran en diferentes situaciones”.

La historia inicia cuando Sara, quien se dedica a dar cursos de cómo hablar en público, vuelve al lugar porque tiene una cita amorosa pendiente. “En esta espera, del día tras día, lo que más le importa es la cita, se queda en la misma habitación del hotel en donde estuvo la vez pasada y se topa con Darío, quien viene de la Ciudad de México, se dedicaba al doblaje y decide quedarse a vivir ahí como pintor y ella será pintada por él”, explica la autora.

El relato teje las historias de muchos pintores que plasmaron mujeres, porque “Darío al pintarla se preguntaba cómo se relacionaba Goya con La maja desnuda, quién era él y quien era ella, porque él sospecha quién es ella”.

Finalmente, para Mónica Lavín el limbo es la espera. “Es estar en un lugar que es incierto, ese estado de la espera que por lo menos viven Darío y Sara; algo esperan y algo se les va a ir de la vista por estar esperando y no saber ver”.

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